11 ene 2011

Impresiones desde Lima



Por Nacho Fittipaldi, desde Lima.
Luego de haber cruzado la Cordillera de los Andes mientras el sol se ponía por detrás del Aconcagua, cuestionándonos la poca imaginación que se tiene para corroborar que aquello es lo impensado, llegamos a Lima en un vuelo muy tranquilo y placentero.
Lima pude ser definida como la ciudad que otrora fuera la base sobre la que se constituyó la colonización española, hace de eso mas de 500 años, pero también el sitio exacto en donde la medida palpable de la desigualdad social se hace más ostensible. Lima esta más pobre y más rica que hace nueve años cuando llegue aquí por primera vez. ¿Será mas pobre hoy que 500 años atrás?
Preguntárselo a un peruano sería necio, el peruano no contesta lo que uno le pregunta, más bien contesta lo que le va en gana:
-          Te hago una pregunta, ¿la terminal de ómnibus para ir a Trujillo donde queda?
-          No señor, vaya a Cuzco que es tantazo mas lindo!!
      Y ahí no mas empiezan a hablar del Cuzco y sus conveniencias respecto a Trujillo. Aclaro que geográficamente es como que te digan, no vayas a Jujuy andate a Bahía Blanca, y paisajísticamente es como que le recomienden a uno ir a Cataratas del Iguazú siendo que uno va a un lugar que se asemeja a Mar de las Pampas. Otra cosa curiosa aquí son los letreros, sabido es que en todos lados hay corrientes migratorias y que de la mano de eso van los inmigrantes legales (ideales) e ilegales (deleznables). Lógicamente todos buscamos  nuestra mejor opción de vida y algunos deciden irse de su país para eso. La cuestión es que en varios bares y restaurantes vimos cartelitos que rezaban “Necesito camarero/a con documento de identidad” Es como que te pidan carné de conducir para tomar un puesto de chofer de micro. La pregunta es quién se vendría de ilegal a Perú si como dijo Macri, ellos se vienen para nuestro país para matar el dolor de estómago.
El transporte público se compone por lo que vimos de un sistema de micros muy moderno (muy), otros parecidos a los nuestros y uno que no se parece a nada. Es un servicio de  combis que es el que predomina salvajemente y que pone en duda la idea de “transporte”, de vida y muerte; en cambio son un efectivo sistema de tortura para los hombres que medimos más de 1.60 de altura. Pao ni enterada. Uno viaja con las rodillas recogidísimas, al punto de quedar a la altura de la propia garganta, literalmente. Yo nunca pensé que mi cuerpo pudiera asumir esa pequeñez forzosa, típica de gimnasta chino con ganas de abandonar el régimen; lindo es cuando la combi frena para, o algo que simula una frenada, encallar su rauda marcha, entonces las tripas se constriñen, uno siente que se va a mear o a cagar encima, las tripas son en ese momento no más que un manojo de fideos mientras el comino ingerido hasta en el Té el día previo (¿hay tanto comino en el mundo para usarlo de manera tan indiscriminada?) hierve hasta el cerebelo y el eructo se impone entonces como muy liberador y razonable. En las combis hay un chofer, o suicida, y un sujeto diminuto (como todo peruano pobre) que cobra el boleto sólo unas 20 cuadras después de que uno haya subido sin que pareciera olvidar un sólo rostro; desde la puertecita del medio siempre abierta, él cuelga y va gritando los destinos hacia donde el bólido se dirige. Imaginen la misma cantidad de micros que hay en Capital Federal y agréguenle que usan mucho mas la bocina que nosotros y esa misma cantidad de diminutos sujetos alardeando, todos juntos y muy fuerte, destinos conocidos. Como si los pasajeros no supieran qué micro tomar para llegar a su casa o trabajo, ellos funden cuerdas vocales a mansalva. No entendemos por qué lo hacen ya que esos destinos están inscriptos en los laterales de las combis que como pequeños panes lactales vencidos se dirigen hacia la muerte segura.
Si la idea de “nunca”, es asimilable a dos días, podemos decir que las combis nunca chocan. Lima es un quilombazo en su parte pobre y un remanso de agua verdosa en su fase ricachona, aledaña y bella al pacifico. Enormemente antigua y bella en Barranco, barrio donde vivía la Chabuca, el lugar en donde paramos estos dos días, desde donde ahora nos estamos yendo a Trujillo pese al consejo de ir al Cuzco.
Ahh, el peruano también es muy de mear en cualquier lado.

2 comentarios:

Mana_Aaron dijo...

gracias por el paseo nachito! me hiciste reir y pensar...y reflexionando sobre eso de si realmente uno se va afuera (digase otra pais) convencido de que sea la mejor opción de vida...o sencillamente es mucho más complicado :o)...cuidense y espero que me cuenten de Trujillo....eso si, no se suban a muchas combis, tentar a la probabilidad no es nada bueno. Besicos!

Ladislao dijo...

muy buen relato!! qué cago de risa! qué pena que se viva así! qué bueno medir 1,60!!!!