8 sept 2016

Nostalgia a café

Por Nacho Fittipaldi

Una rutina se cumple cuando se ejecuta. Entonces subo por calle Bolívar desde La Boca hasta Plaza de Mayo, los carros hidrantes lucen amenazantes allí, en una mañana absurda a juzgar por su presencia. La plaza está calma, el cansancio y la indiferencia no vencen a los combatientes de Malvinas que, desde hace años, acampan. Unas cuadras antes de esta nueva escenografía PRO camino por calle Alsina, paso por delante de una vitrina por la que he pasado varias veces y nunca he entrado. Su configuración es intimidante, tal vez atente contra la propia prosperidad del comercio. Desde el frente cuelgan tensos toldos de color rojo intenso, ahora deteriorados apenas por el desgaste solar, vidrios impecables que ofrecen delicias bien presentadas, cortinas que apenas reflejan “el sol de este otoño que hiciste primavera” dice la canción. Parto del supuesto que los restaurantes, bares o locales que no dejan ver lo que hay dentro atienden a tres razones: O son carísimos, o son prostíbulos, o son prostíbulos caros. Los alfajores de maicena brillantes despejan algunas opciones, delante mío un hombre común ingresa al bar. La Puerto Rico está ubicado en calle Alsina entre Balcarce y Defensa. Otra vez la cuestión de clase prefigura el comportamiento. Decido entrar solo porque el que entró frente a mí tenía aspecto de poder pagar el café que también yo estoy buscando. Sí él puede, también yo. Arriesgo. Al abrir la puerta me topo, mejor dicho casi me llevo puesto, a esas ¿estatuas? que pululan por Av. Corrientes y otros sitios emblemáticos de la ciudad: Olmedo y Porcel, Minguito, Juan Carlos Calabró, la de Sandro en el Gran Rex sentado en un sillón es algo que apenas puedo tolerar. Qué necesidad. Fisonomía PRO. Esta, a diferencia de las nombradas, es ininteligible. No se sabe quién es, podría ser Juan Carlos Mareco pero qué sentido tendría. Una peluca infame cubre el cráneo, camisa negra, pantalón de vestir gris y una botella de Anís 8 Hermanos lo acompañan en una mesa en la que se ve una partitura. Descartado Mareco, quién carajo es. ¿Mariano Mores? Indescifrable, qué pensará Mariana Fabianis.  
Busco una mesa entre las cientos de mesas posibles, el lugar es verdaderamente grande, cómo se llena esto, no hay más de once personas, una chica se acerca y me dice, “Señor?” le comento que voy a desayunar y que estoy solo. Pido un café con leche y dos medialunas, como nunca sé cuáles son las de grasa, y cuáles de manteca, le digo que es lo mismo y que traiga lo que quiera. El salón es algo oscuro, lo dicho, el toldo de afuera logra cierta intimidad que adentro se reproduce como un frío crudo, observo los artefactos de calefacción y compruebo que están esplendorosamente apagados. Afuera la garúa se hizo lluvia y la gente apresura el paso. La moza me rodea por el costado, se pone de frente y con dos jarros de metal, comienza a servir el café, uno por vez. Es una trompada. La ignota muchacha es ahora vehículo, reconozco eso que hace mientras dice “Dígame hasta cuando”, necesita que le dé la indicación de cuanto café deseo y lo mismo con la leche. Esa práctica antigua, casi extinta, que ella hace con displicencia me deposita en el salón comedor del hotel de Chapadmalal, ¿año 1987, 88, 89? Un hotel querido, remoto, gigante, peronista, al que ya no recuerdo cuantas veces fui. Íbamos en familia antes de que todo estallara por los aires. La costa atlántica es una línea de tiempo en la que las historias de vida se recortan como cicatrices personales. Allí fuimos familia. Fue lo que fuimos y en una ola estábamos todos. Después ya no. El olor a café perforaba las paredes del salón comedor, las tostadas llegaban tibias, la mermelada en esos diminutos potes que nosotros acopiábamos a instancias de Papá para la merienda de la tarde que hacíamos en los acantilados. Una vez volví.


La Puerto Rico lleva nombre caribeño para un café-restaurante-boliche en donde hace frío polar. Las baldosas llevan dibujadas y pintadas unas palmeras en negro y verde, hay un escenario y un falso telón color carmesí empotrado en la pared. El falso telón simula un telón. Con parsimonia y cara de habitué ingresa Juan Sasturain, me mira con cara de <<nos conocemos>>, devuelvo el saludo con respeto y deseo de que así fuera. Se sienta junto a una piba de unos 29 años que lo espera desde hace rato. Las medialunas son altas y amarillas, ¿todo es PRO en esta ciudad?, el tamaño es más bien cercano a una bondiolita de cerdo, como si la hubieran inyectado, como si le hubieran dado el mismo complejo vitamínico que tomaba Messi para crecer, tamaño de mini pan dulce, similar a la enana Noelia Pomba. Incomibles, ojo, no tanto por el sabor sino por el esfuerzo mandibular, desafío límite para las articulaciones, y el decoro de mantener la boca cerrada, dentro de lo registros civilizados de una sociedad promedio. La altura del local es algo llamativo, el frio lo abarca todo, las columnas (debe haber al menos seis en todo el local) son robustas como para sostener un puente como el que intentó construir Menem. Buenos Aire-Colonia prometía el riojano. De las columnas surge una nota de originalidad, han pasado de manera circular un anillo metálico que cubre el ancho de la columna y desde allí cuelgan unos ganchos para que la columna sea perchero. Si de allí pendieran abrigos, el espectáculo sería grotesco.

Intento leer un libro de historia del siglo XIX pero la verdad es que el escenario general me tiene tomado. La Puerto Rico también funciona como panadería. Las parejas , la gente que hay es toda grande y fea, no hay nadie lindo, ni la estatua. Cada vez que levanto la vista de las hojas la veo frente a mí, allí está, inerte, suspendida en el tiempo. Sea Mareco o Mariano Mores, lo que tiene en el atril no es una partitura: Es la carta, el menú del local. Junto a ella hay un piano, la confusión es total. Conjeturo. Sí es Mariano Mores sería lógico que aquello fuera una partitura, pero entonces por qué no poner la estatua junto al piano y una partitura de verdad. No. Lo ponen en una mesa en actitud de leer una partitura que es menú y con una botella de 8 Hermanos, lejos de ser un homenaje esto es una ofensa. No soporto más. Llamo a la moza, le pregunto. ¿Me podrías decir quién es el de la estatua? La piba me mira como extrañada, como si le estuviera hablando en Sefardí. “Ni idea señor, no sé quién es –y se excusa- soy nueva”. Pienso que todos somos nuevos en algo y que la apariencia externa de este lugar ubicado en el casco histórico de la ciudad, aún bella, antigua, distinguida, no es lo que La Puerto Rico es por dentro, es todo eso y por momentos la sensación que de jueves a domingo esto es un terremoto de merengue, ron y Caribe. Un contraste desmesurado entre un afuera y el adentro.  La costa atlántica también es eso, una biografía familiar deshilacha por el tiempo.

27 abr 2016

Un jardinero peligroso



Por Nacho Fittipaldi

Roberto es un Sherpa de cantero. Cada un año o dos aparece en casa con la precisión de las tormentas estacionales. La primera vez fue para nivelar el terreno de casa. Había que entrar varios camiones de tierra y emparejar lo desparejo. Lo llamé, su voz y su manera de hablar me generaron desconfianza. Cuando lo vi el prejuicio dio lugar al juicio y el juicio es lo que escribo. Será justicia.
Aquella vez nos sorprendió por su fortaleza física, Roberto mide 1,55, tal vez 1,57, su contextura es menuda pero evidentemente su fuerza es brava. Entra y sale una y otra vez; una carretilla, dos, tres, cinco…perdemos la cuenta. En aquella oportunidad andaba con un hombre muy mayor, bajito y ancho como un frezzer de almacén. En esa primera visita a casa no hubo incidentes que lamentar, luego vino la época de plantar y dar vuelta la tierra, y sembrar pasto, eso lo hice yo. La segunda vez que vino ya fue por dolencia. Creo que yo estaba en cama y el pasto crecía y el cerco a la par.
-          Roberto podrás venir a casa a darnos una mano??
-          Sí, si, voy, voy, no hay drama.
Le explicamos qué era lo que había que hacer y se dedicó a lo suyo con energía. En un momento se acerca y le dice a Pao:
-          Podo el sauce??
-          Nooooo, Roberto. Corta el pasto y nada más.
La respuesta había sido clara, contundente y hasta incluso cortante. Un rato más tarde el sauce lucía un corte entre bombé y carré. El sauce había quedado con una copa solo semejante a los cercos y arbusto que hay en Los cocos (Córdoba) en esa zona del predio en donde hay un laberinto hecho con cercos, paseo ineludible del viaje de egresados de 7° grado. Aún hoy, un año después el sauce luce raro y aulla cada vez que Robertito se aproxima.
-          Te dije Roberto que no lo podaras. Mira lo que hiciste!!!
Él pareciera no comprender del todo. A simple vista Roberto es débil mental pero a la hora de cobrar, factura como si fuera Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook.
Como consecuencia de apisonar el terreno se produjo otro episodio que pinta a nuestro amigo de cuerpo entero. Aquella vez Rober había usado un pisón, o rodillo, que se usa para apisonar y alisar el terreno. Este objeto era de un tamaño significativo, un rodillo de un metro y medio de largo por unos treinta centímetros de diámetro, rellenado con cemento y con una manija bastante arcaica para hacerlo desplazar. Este rodillo o pisón era pesadísimo, yo mismo  intenté moverlo y la verdad es que costaba un huevo. Ellos lo movían entre dos.
Un día se aparece en casa pidiéndonos prestado el pisón para hacer un trabajo en otro lugar. Ante eso nuestra respuesta fue, “No hay problema pero cómo te lo vas a llevar” Robertito tiene como todo vehículo una moto, desde donde una vez me insultó por la calle sin advertir que era yo, luego al reconocerme falseó una media sonrisa y me saludó como si nada;  también anda en un Fiat Uno que ahora cambió por un Fiat Spacio, un claro ejemplo de movilidad social descendente. O sea el cómo le imposibilitaba el para qué. “Yo me lo llevo” dijo seguro de sí mismo. Cabe decir que el pisón no pesaba menos de 100 kg. Pasan unos días y aparece Roberto con un amigo que tenía una cara de insano alarmante. “Hola –dice con voz aflautada y velocidad de chita-  vine a buscar el pisón” detrás suyo se ve la moto y un pequeño tráiler que es igual al que usan los jardineros para llevar bordeadoras, machetes, motosierras y hasta una máquina de cortar pasto pero jamás para trasladar un pisón de 100 kg. Pao lo advierte, “te vas a dar vuelta, se te va a dar vuelta la moto” Roberto insiste como si nosotros no quisiéramos darle el pisón, “Roberto te lo regalo el pisón pero no lo cargues ahí porque vas a tener un accidente o vas a aplastar al que venga detrás tuyo” El pequeño, o los pequeños muchachos van hasta el fondo del terreno, arrastran el pisón hasta el portón de calle e intentan subir el pisón al carro. La moto corcovea, relincha, se niega. La moto sede, y Roberto, no sabemos cómo, vence y se va.
Una tarde del año pasado suena el timbre, es Roberto:
-          Hola, cómo andas –Roberto parece un roedor con daño cerebral-.
-          Qué haces Roberto!?
-          ¿No necesitas que te haga el parque?
-          No. –su cara expresa algo distinto esta vez-.
-          Acabo de chocar, choqué con la moto –hace un silencio que yo entiendo como un socorro-.
-          ¿Estás bien, te golpeaste?
-          Si, golpeé un poco la moto pero estoy bien. ¿Tenes $100? –a mí la pregunta me descoloca, me pide plata cuando yo le ofrezco ayuda y a la vez con $100 no resuelve ningún quilombo (pienso) de los que el choque le puede haber provocado; él agrega:
-          Después cuando venga a trabajar te cobro menos
-          Sí, sí no hay problema –digo yo medio confundido- pero alarmado por el abuso del pedido.
Roberto es así, te obliga a tener la guardia alta todo el tiempo aunque su aspecto invite más a ofrecerle ayuda.
Dos semanas sin parar de llover, el pasto está muy alto y con mi máquina no puedo entrar a cortar. Lo llamo aunque sé en qué me meto. “Podrás venir a cortar??”
Llega temprano, la altura de siempre, remera manga corta, gorra con visera y anteojos de sol, no son anteojos deportivos ni playeros, son anteojos de sol pero de vestir, pantalones tipo pampero y borcegos. Cuando veo bajar sus herramientas le aclaro:
-          Roberto cortá con la máquina, no cortes con la desmalesadora porque quemas el pasto.
-          Sí, sí quedate tranqui.

Eso es justo lo que no va a suceder, sé que para que no haga cagadas estoy obligado a espiarlo desde adentro de casa, siguiendo paso a paso lo que hace porque un segundo de librepensador que le agarre y es capaz de podarte un árbol en extinción. Roberto camina un poco por el parque, es un Sherpa de cantero, agrega, “No tenes una bolsita para juntar la cacona de la perra”, el detalle de la palabra <<cacona>> es algo que apenas puedo tolerar, la risa me invade. Arranca a trabajar, en 20 minutos corta todo el parque, ahora junta el pasto, yo me tomo un mate y de pie, detrás de la cortina observo lo que este potro de la naturaleza realiza. Roberto es dueño de una brutalidad anestesiada. En cualquier momento se enciende y genera el infortunio. Yo sedo ante mi propio yo. Repaso las órdenes que le di como para convencerme que fui claro: cortar el pasto, cortar el cerco, limpiar los yuyos que taparon a las plantas y cortar el pasto de la pileta. Eso dije. Cuando levanto la vista veo a Roberto adentro de la pileta cortando el pasto, en verdad no está haciendo eso ahora. Lo miro y no entiendo. Cómo hizo. Qué carajo hizo para hacer lo que mis ojos ven. Roberto está de pie en la vereda de la pileta, la desmalezadora está al revés, la parte de la tanza con la que corta está mirando al cielo, en el aire la maquina ruje, fu fu fu fu, él hace un movimiento como si tuviera un dorado al otro extremo de la línea, mueve la caña, la tensa, el dorado no salta, la media sombra que cubre la pileta de las hojas otoñales se estremece, esta enredada a la tanza de la máquina, entabla un dialogo con el sauce, solo ellos comprenden. La media sombra está abierta exactamente a la mitad como si la hubiera abierto con una trincheta. Estoy cansado de controlarlo y que no surja efecto. Robertito lo arruinó otra vez. Su fuerza es bruta pero por sobre todo: Libre.

20 abr 2016

El cielo peronista


Entrevista al artista plástico Daniel Santoro y al escritor Juan Diego Incardona


La estética, la cultura, la simbología peronista y su capacidad necesaria de refundarse  constantemente. Civilización y barbarie. Una charla entre compañeros, un audaz acercamiento, preciso y profundo, con dos referentes artísticos ineludibles del imaginario peronista.




Por Nacho Fittipaldi

El cielo está azul y la calle seca, el calor primero rebota en las paredes y luego de manera incordiosa, en el cuerpo. Llego a la casa de Daniel Santoro en donde hemos acordado hacer la entrevista junto al escritor Juan Diego Incardona. La casona de Santoro tiene varias particularidades, una de ellas es que el portero tiene tres botones de timbre, elijo uno al azar pensando que he equivocado la numeración de la casa. Luego sabré que todos los timbres suenan en la misma casa en donde Santoro tienen una suerte de museo de artes plásticas propio y espacios en donde el mundo pareciera ser resumido en millones de objetos de los tamaños y las apariencias más variadas. La puerta es abierta por una adolescente, entro a la casa-museo y espero que él llegue. Daniel se demora, primero llega Incardona; es un muchacho que viste camisa negra de mangas cortas, jeans azules y zapatilla negras. Incardona nació en Villa Celina, es un joven escritor que lleva publicados cuatro libros. Actualmente está terminando otra novela que se llama Las Estrellas Federales <<pero esta no está dentro de la zaga peronista>>, aclara; también coordina el área de letras en el ECUNHI, de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. En el camino de la mitologización del universo peronista Incardona no está solo. Uno de sus compañeros de ruta es el artista plástico y referente de la cultura popular, Daniel Santoro, quien ilustró su libro de relatos, Villa Celina. La narrativa de Incardona se construye  desde la calle, con un vocabulario poco pomposo pero tan efectivo como logrado, aborda la realidad con la lógica del mito-barrio, lo fantástico, la resistencia, y peronismo con vuelta de tuerca son, sólo algunas de las ideas que trasuntan cuando se va al encuentro de esta serie de textos. Cuando Santoro abre la puerta de su casa y su figura se deja ver, uno tiene la impresión de haber encontrado esa figurita que nunca aparece a la hora de completar el álbum. Santoro viste de una manera distinta a la de los reconocidos artistas plásticos de la élite porteña (quizás sea puro peronismo) mas semejante a un pibe del conurbano bonaerense que a un atildado artista del MALBA. Camisa a rayas grises y negras, mangas largas arremangadas hasta los codos, jeans negros y esos borceguíes también negros que ya he visto en otras ocasiones indistintamente del calor que haga y que acompañan, aquí y allá, como ese par de anteojos que cuelgan desde su cuello; el tamaño del cuerpo de Santoro es semejante a El Descamisado Gigante que él mismo ha pintado en 2006. Santoro tiene una innumerable serie de cuadros en los que se ocupa del ideario peronista, el leitmotiv de su obra. Actualmente trabaja en un proyecto junto a Damián Szifrón y la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, en una serie de capítulos que saldrían por Telefé, acerca de hitos históricos del peronismo.  Por si fuera poco, Santoro acaba de descifrar un error cometido por Michel Foucault en su libro Las palabras y las cosas, acerca de lo que el filosofo francés analiza en relación al cuadro de Velázquez, Las Meninas.



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Peronismo y Progresismo

Periodista: ¿Cómo ven la relación actual entre el peronismo y lo que podríamos denominar como peronismo-progre?
Daniel Santoro: Hay que mirarlo de manera flexible, hay una visión sobre el peronismo que es propia del progresismo y/o del peronismo progresista que es la de lavar al peronismo, mirada que conlleva un ánimo purificador. Pero también vemos en estos días, después de la muerte de Néstor Kirchner, que hay un anti-peronismo progresista, y en la plástica eso se ve mucho, vienen y te dicen <<yo soy antiperonista pero por Cristina doy todo>>. Ahora, de ahí a la bolsa de gatos hay un paso y hay que tener cuidado porque el acercamiento del progresismo al peronismo muchas veces es una historia desgraciada, algunos se van porque no lo soportan, a los que se les va el asco se quedan. La limpieza del progresismo siempre supone la idea de que el peronismo debería desaparecer, de que debe ser subsumido, de que lo van a sacar de esa selva oscura en la que el peronismo habita. Hay una figura interesante que la crearon los chicos del Grupo de Acción Callejera, ellos tienen una serie de video juegos con simbología peronista, choripanes que son lanzados contra los multimedios y ese tipo de cosas, y hay una  figura de un pingüino negro y blanco que emula el Yin-Yang, esa idea de totalidad asiática que no es división, sino unidad. El peronismo funciona como el Yin-Yang, tiene un lado luminoso y otro más oscuro, pero es un todo. Perón concebía las cosas como una gran unidad.





P: La mesa de dirigentes en el acto de Huracán, digamos.
DS: Sí, claro. La mesa de Huracán es la manera de unidad que concebía Perón.
P: En ese sentido la figura de Eva está más preservada que la de Perón.
Juan Diego Incardona: Sí por supuesto. Hay una efervescencia del campo cultural, escritores, músicos, periodistas. El mundo de la cultura en general apoya más que antes y lo hace de una manera abierta, no es solamente el campo de la plástica. Hoy en algún punto es más cool apoyar a Cristina que no hacerlo. La intención es civilizar al peronismo, esta buena esa idea del Yin-Yang, tesis-antítesis, síntesis, porque implica una idea dinámica, de movimiento. El progresismo tiene lugar en el peronismo, pero el progresismo viene con una intención de querer limpiar todo lo que de popular hay en el peronismo que históricamente se asoció a la barbarie. Esa tensión está muy equilibrada en el escenario político actual pero en otras épocas esa tensión fue muy violenta en la Argentina.
DS: Se resolvió a los tiros, claro.
JDI: Es una tensión similar a la existente entre las expresiones artísticas, o políticas, de la izquierda y el peronismo. La izquierda en ese punto razona desde un lugar distinto a la de la clase baja o popular. La izquierda argentina es de clase media, desde ese lugar también son la civilización; son estudiosos, analíticos, eruditos, razonan desde otro lugar, no como un trabajador que tiene la emoción a flor de piel por encima de la razón o la reflexión, y eso no hay que desdeñarlo, esa es la emoción peronista. Y muchas veces eso se desprecia como si la emoción no fuera parte de la política de la cultura de un país, es un valor que responde a los hechos sociales. El peronismo es en ese sentido, como movimiento político, el único que posee movimiento cultural. El impacto cultural que el peronismo tiene sobre la cultura popular no tiene comparación, tuvieron que pasar muchos años para que ese conjunto de hechos conformaran la tradición cultural que existe hoy. Entonces cuando hay una tradición la civilización enuncia que hay Civilización. Daniel no empezó a pintar ahora y como él tantos otros.
DS: Bueno vos también instalas el peronismo en la cultura más que en la política, sos un referente de esta nueva generación que se incorpora a una tradición cultural peronista. No hay ningún otro partido ni movimiento político que pueda ser definido o enunciado desde el mundo de la cultura, en ese sentido el peronismo es polisémico, no es sólo un partido, primero debe ser visto como conjunto, y después su fase política, por eso no importa el nombre que lleve porque el fenómeno es mucho más amplio que eso. Y por eso se recicla constantemente, están los Incardona, los Capussoto, los Carlos Godoy, los Juan Terranova, los Alejandro Dolina. Hay fenómenos en todos los campos del arte que hablan del gran relato histórico que es el peronismo. El peronismo es el punto histórico de la política, es ese sumidero donde todo confluye, hay una historia nacional previa pero cuando el peronismo irrumpe, ya después todo confluye y tiene la marca indeleble del peronismo. El peronismo es en ese sentido una gran distribuidora (risas) de identidades, por ser o por no ser. Lo que esta pasando ahora es como un gran tsunami luego de la muerte de Néstor, eso amalgamó la cosa, los jóvenes quieren ser parte de una gran gesta. 



Arte Peronista
P: ¿Se puede definir qué es el arte peronista o qué es una literatura peronista? ¿Qué elementos deberían componerla?
JDI: Hace mucho tiempo que vengo pensando eso y creo que a Daniel se lo han consultado también. ¿Existe o no existe un manifiesto artístico peronista? ¿Cómo debería ser, qué características la compondrían? Para mí hay dos cuestiones; por un lado debería nutrirse de elementos que no provengan del arte o de la literatura, y que sus materiales sean vírgenes de ese arte y de esa literatura pero afines al mundo peronista, el mundo del trabajo, por ejemplo. Podemos nombrar una película, El Pulqui, que tiene ese componente arltiano, industrial, esos talleres, esos obreros, la zona sur de la provincia de BsAs; tienen esa composición que ilustran muy bien lo que es el mundo peronista. Si hay que armar una tradición de literatura peronista Arlt estaría allí dentro aunque sea anterior al peronismo. Pero Arlt es leído con cariño por cualquier peronista. No así la cultura más libresca que podría simbolizar Borges. Pienso que se encuentra una tradición cultural peronista allí donde el arte no se nutre por esa aura de “lo artístico” sino cuando se compone de este tipo de elementos. Por otro lado tiene que dar cuenta de la comunidad, no es el arte por el arte mismo, está relacionado con otras emociones, con otros aspectos de la comunidad. Y si bien muchos han escrito, pintado o filmado sobre el peronismo, ¿alcanza para que eso sea un arte, una literatura peronista simplemente porque se nombra a Perón y a Eva? Habría que tomar en cuenta esto de trabajar una  poética de la que hablábamos recién, por afuera del arte pero que se inscriba dentro de una tradición. Se me ocurre el conurbano, esa estética que Santoro despliega en sus cuadros, Ciudad Evita, Juanito Laguna, Ramona, no son escenarios urbanos, no es la Capital Federal, más bien son escenarios en donde está presente lo urbano y lo rural; la cartografía es de la periferia, ahí está su mitología. En la literatura sucede lo mismo, ese viaje al fin de la noche, esa excursión al peronismo, tal cual sucede en la literatura del siglo XIX, en El matadero de Esteban Echeverría, desde la civilización a la barbarie. Como si dijeran “vamos a ver al peronista”, entonces aparecen Perón y Evita pero como el buen salvaje de Rousseau.
DS: Claro, con más o menos piedad, onda vamos a ver qué tan salvajes son. (Risas)
JDI: Exacto pero en la literatura peronista eso ya no es fruto de un viaje, no es el unitario que se encuentra a Matasiete en El Matadero, ahora es Matasiete o su amigo el que produce desde ese lugar, el que hace la operación inversa, el que viaja del conurbano a la ciudad, de la barbarie a la civilización, pero como protagonista. Hay un hecho profundamente artístico, además de político,  profundamente cultural si uno piensa en cómo se organizaron las artes y las relaciones de clases en relación al centro-periferia, el lugar del peligro, la amenaza periférica, la barbarie, el conurbano. Y el día que invierte esa lógica es el 17 de octubre, es una gran mojada de oreja.
P: Es muy interesante esa idea porque el peronismo podría ser un ordenador revulsivo, para otros que pierden la iniciativa en el campo de las artes, y la política, impulso ajeno al que le temen.
DS: Sí, sí. El peronismo tiene una gran capacidad de apropiación, antepone una mirada ingenua, si se quiere, que es capaz de decir todo lo que me gusta lo hago mío y me lo banco. La estética del peronismo es barroca en ese sentido, no hay una identidad que desde el fondo de los tiempos nos permita decir “aquello es el peronismo.” Nosotros tenemos la facultad de ver el todo y decir el todo me gusta, es mío porque en verdad hay algo de ese todo que me gusta. Nuestro origen es sólo apropiación. Cuando apareció la propaganda política el peronismo se apropió de la estética de Roosevelt, de Stalin, pasando por el constructivismo ruso; y una cierta imagen inocente, tomó el gauchito, el obrero industrial, el trabajador rural y compuso algo que era la propaganda política, la imagen del peronismo es la propaganda política. ¿Cuál es el ícono de Eva? Es una actriz, es un origen que viene de un afiche de Radiolandia, el origen no podría ser más bastardo, hoy sería como aparecer en  la tapa de la revista Caras. Nosotros hoy no permitiríamos que la revista Caras impusiera un icono político, de la trascendencia que Eva tuvo, sin embargo el peronismo es de esa inocencia y tiene esa capacidad de no juzgar. Una mirada erudita no permitiría eso, más bien lo desprecia, el peronismo nunca tuvo ese piso erudito en ese sentido, lo único que hizo fue apropiarse de las cosas, y esa construcción que es apropiadora, ingenua y que es barroca es el imaginario peronista. Es nuestra identidad y su cantera es lo genuinamente popular, no juzga, la mirada erudita siempre tiene un juicio previo sobre lo ingenuo.
JDI: El peronismo siempre va a encontrar la forma de ser mal visto.
DS: Y esa limpieza del erudito progresista se ve claramente ilustrada en la estética de Crónica TV y el canal Ciudad Abierta (Canal del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Bs.As). Son dos estéticas. En el canal de la ciudad toda la estética es pulcra, luminosa, ya hay una operación de limpieza que fue realizada. En Crónica TV tenes el crudo para que vos mismo lo tengas que digerir todo, eso es barroco y ahí hay que saber mirar, te muestran el perro ahí estampado contra el asfalto (risas), pero de ese quilombo salen las cosas luminosas, en lo barroco esta la oscuridad, es como un bosque y de ahí siempre irrumpe la novedad. La novedad nunca irrumpe de la cosa “progresista de la imagen”, de ahí se va derecho al minimalismo, la estética BAFICI (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente) digamos.
JDI: Me quede pensando en lo que vos decías Daniel, en el origen. El 17 de octubre es sólo una fecha, me gusta pensar que el peronismo, un país, se construyen de un tiempo biográfico y de un mito. Ahí hay reencarnados, algo de espectral, fechas, ambientes. El peronismo se apropia de una historia previa a él, es anacrónico, el tiempo se dobla como en los relojes de Dalí (risas) y ahí aparece el peronismo no tanto en el tiempo biográfico sino en un registro histórico atemporal que finalmente se apropia de la biografía histórica, previa al concepto:   peronismo.  Digamos, Juan Manuel de Rosas era peronista.
DS: Claro, Miguel REP sacó un libro hace poco que se llama “200 años de Peronismo” y es correcta esa idea.
JDI: Yo pensaba civilización o barbarie, esa oposición que tanto organiza nuestra cultura. ¿Cuál es el origen? La historia del guerrero y la cautiva, El matadero, etc. En ese esquema la periferia es la barbarie, hay una masa negra que amenaza siempre, primero fue el indio, luego el gaucho, después el inmigrante, mas tarde el cabecita negra y ahora los villeros. La amenaza siempre es el origen del mito por eso el peronismo estuvo siempre en la argentina representado en la amenaza social o en sujetos específicos. Ya está en La Cautiva, al comienzo los pájaros cantan, está todo bien, pero después cae la noche y ya asoman puntas de lanzas en el horizonte, es la gente del conurbano, son los intendentes del conurbano. Ese es el lugar del mito, por eso es difícil saber cuándo se inicia todo.
DS: Yo rescato todo del peronismo; a Menem, Duhalde, todo, porque los mayores traidores también fueron parte del peronismo. El peronismo es del orden de lo ominoso y eso lo hace nuestro gran relato histórico, sino es una celebración.
JDI: No es el lugar de la bondad.
DS: Claro, exactamente. Esa sería la mirada progresista, tomar sólo la parte cómoda del todo. Pero el peronismo es todo, por eso necesita de un gran conductor, sino es como tomar un vidrio astillado, constantemente astillado.
P: El mito y la épica necesitan de un enemigo. ¿Cuál es la naturaleza de esos enemigos históricos?
JDI: Es condición del peronismo tener enemigos. La oligarquía que atenta contra la soberanía nacional es el enemigo histórico de la Argentina. Por ejemplo hay una fecha patria que se vuelve relevante y que estuvo solapada todo este tiempo, y este gobierno la ha hecho propia, es la reivindicación de Vuelta de Obligado.
DS: El repudio de una gesta que era canon de la generación del centenario, como La Guerra del Paraguay, el peronismo la derribo como paradigma y la hizo propia también. Hay una forma de reinscribir la historia que es peronista. ¿Qué tienen que ver el peronismo con la guerra del Paraguay? Bueno todo tiene que ver.
JDI: Es un movimiento latinoamericanista. Jugando con civilización o barbarie, nunca termina de suceder, esa masa oscura que rodea la ciudad, que toma la casa de Cortázar. El lugar de la barbarie siempre es el monstruo.
P: Siguiendo con la idea de civilización o barbarie ¿Qué sucede cuando los aspectos que se suponen propios de la civilización quedan dentro del peronismo? ¿Eso desordena un poco?
DS: Yo lo veo como una inter-fase, el peronismo esta en un equilibrio, a veces es mensajero de la barbarie y otras de la civilización. Los dos grandes momentos donde la educación tiene un impulso fenomenal son Sarmiento y Perón. ¿Cómo es esto? Bueno es un desplazamiento permanente, a veces se es el monstruo y a veces la civilización, no homologada por otro lado. Está claro que el peronismo no es bien visto como agente civilizador, por eso es problemático y esta siempre desnivelado. Es la línea de costura. Civilización o barbarie es una tensión falaz, lo que espera esa dicotomía es la metabolización. ¿Por qué en Brasil esa tensión no existe? Bueno porque hay una relación con el territorio, la selva y la pampa, cualitativamente distinta. Con la selva se dialoga, es claramente ajena, la pampa da la falsa idea de que se la puede civilizar. Hay una diferencia en la comprensión del otro, en su integración, por eso el peronismo es amenaza, porque te pone al cabecita negra en el centro de la escena, en Plaza de Mayo, hay un no asumirse como lo que somos: mestizos.
***
Incardona se perfila sin lugar a dudas, como un potente referente de la literatura que sabe representar como pocos la simbología peronista, al tiempo que milita con la letra escrita y con el cuerpo en la calle, ese territorio donde todo es posible. Santoro fue, continúa y será siempre el referente, ese desagüe necesario y obligado hacia donde todo lo que se denomine como peronista debe ir a parar o fluir, aunque al inicio de la tarde ha olvidado en la cocina la docena de facturas que Incardona había comprado y que ya nunca comeremos. La tarde se escurre así, entre resoplidos tibios y brillantes, la noche se cernía entonces sobre la casa-museo del Gran Santoro.




23 mar 2016

Las zapatillas de mi mamá

Por Nacho Fittipaldi

Por alguna razón extraña en los accidentes de tránsito lo que primero pierden las víctimas es el calzado. Es un fenómeno raro, no explicado debidamente aún. Es frecuente ver en las imágenes televisivas posteriores que las víctimas, vivas o fallecidas, están sin calzado. Es interesante esa idea. El objeto que cubre los pies y apoya sobre el embrague, acelerador y freno, eso que esta allá abajo manejando los pedales del auto es lo que primero se extravía al provocarse el accidente. ¿Inercia, maleficio, fuerza G, multiplicación y combinación de fuerzas? Quién sabe. Luego los familiares de las víctimas pueden identificar la presencia de un familiar al identificar una zapatilla, un zapato, una hojota, “Esas zapatillas son de mi hijo” o “Son las zapatillas de él” son frases comunes en una morgue o en el sitio donde ocurrió un accidente de tránsito. Cuando se produjo la masacre de Cromañon las zapatillas de los chicos que murieron allí, y la de los que no, constituyó una simbología imborrable desde que lucen colgadas de los cables de la calle Mitre. En ese caso era curioso e impactante que todas las zapatillas se parecían entre sí, en el estilo. Miles de zapatillas All Star, Converse  y John Foos,   desparramadas por el piso manchadas de hollín.
Una zapatilla tirada en la calle recuerda lo inerte.
El radiólogo dice, “Señora, tiene que sacarse las zapatillas, poner la cabeza en esta punta y la rodilla acá”. Mamá se saca una zapatilla e intenta subir a la máquina en donde le sacarán la placa. Por la mañana tropezó con una raíz del jardín y golpeó su rodilla izquierda. Nada grave. Ayudo a subirla pero el radiólogo frena la operatoria. “No señora, las dos zapatillas tiene que sacarse, es para no estropear la máquina”. El gordito es muy amable y simpaticón. Cumple con los dos rasgos distintivos de los radiólogos jóvenes. Mamá se saca su otra zapatilla, en este caso la derecha, sube a la máquina y queda tendida boca arriba. Estoy de pie en una sala blanca, impoluta, sin olores ni elementos inútiles; una maquina gigante se apoderó de mi vieja, hay un silencio que dura apenas segundos, luego un sonido mecánico anuncia que el diagnóstico está en marcha. En mis manos tengo dos zapatillas, son las zapatillas de mi mamá. Son marca Avia, negras con el interior púrpura. Siento un profundo vacío y algo comienza a incomodarme. La cabeza de mi mamá está escondida debajo de una cortina plástica que cubre una estructura rectangular, parece un detector de metales. Acostada y en ese estado de debilidad siento por primera vez que mi mamá está vieja. Miro el tamaño de la máquina y pienso que la va a devorar socia de la muerte, impune. Pienso que ahora estamos acá por un golpe en la rodilla pero podría ser por algo mas grave. Es una sala de rayos pero podría ser un quirófano o una terapia intensiva. Su edad marca un espacio temporal límite. Su fragilidad, el mío. El peso de las zapatillas es leve, mínimo, sin embargo el peso que siento en el pecho es por reconocerme inerme frente a una hipotética ausencia. ¿Sí mamá muriera qué?
“Listo señora” El radiólogo avisa que en unos minutos nos da las placas. Al sujetar el brazo siento la flacidez del bíceps, del volumen total del brazo la mayor parte no es musculo. Al revés que yo. Y sin embargo esa fortaleza física se me hace que está invertida en un plano espiritual. A sus 69 años y con todo lo que mamá ha hecho por nosotros, y lo que sigue haciendo, yo no sabría qué hacer si se fuera. Miraría el techo y pediría explicaciones. Insultaría y blasfemaría, me cagaría en Dios y en la Santa Virgen. Siento que estoy tomando un brazo que pocas veces he sujetado, pienso en los abrazos que uno no da, en las palabras que uno silencia. Siento esa barrera caer sobre mi nuca. Dolor anticipado de lo que no se corregirá. Comprendo que por mera biología está más cerca de partir y de partirnos que de redistribuir los dispositivos sentimentales y sus recursos expresivos. Esta sensación es novedosa, ubicarse en el rol del hijo que asiste implica asumir que el otro también necesita. Pienso además que es una lástima que éste año, y solo por esa rodilla,  no puedas venir con nosotros, tus hijos y nietos, a Plaza de Mayo a decir Nunca Más, hoy más que nunca.

Tus zapatillas en mis manos, tu brazo entre mis dedos, tu vida en mi corazón…

8 mar 2016

Alsina al no sé cuanto


Los nombres de los personajes que protagonizan esta crónica están adulterados. Este relato es real, es apenas una postal de una reunión de trabajo entre dirigentes importantes de la república argentina, es espiar un mundo que nos es ajeno. Una gestualidad de clase.
El personaje principal es uno de los cinco referentes más importantes del sector industrial del país, ex presidente de la UIA, de perfil bajo hasta que se la jugó, tal vez de los más representativos actualmente debido a la organización que conduce, muy formado, lo que se dice un cuadro político. Lo llamaremos Carlos.
El otro es un dirigente sindical importante con destino en el el Congreso Nacional, no importa de qué partido, ni cámara, ni de qué distrito. Lo llamaremos FAL. 
La calle es Alsina, la altura será evitada para no identificar el edificio, estoy ahí como un espectador de lujo. La oficina está en un segundo piso de un trasto arquitectónico que de afuera no dice nada, ubicado en esa zona de BsAs en la que Balvanera se confunde con Congreso, y las bolsas de basura se derraman sobre ese invento genial del macrismo que conocemos como bicisenda. El interior del edificio luce antiguo, sin mucho mantenimiento, en el palier un guardia de seguridad escucha radio al taco. Una plancha de acrílico colgada de la pared relaciona pisos con oficinas de contaduría, estudios de abogados y apellidos compuestos. El ascensor anuncia que no hay capacidad para más de cinco personas o 375 Kg. Algunos suben por el ascensor, a mí, por flaco me toca subir por la escalera. Al llegar una puerta de madera pone fin a la caminata, está enmarcada por un vidrio espejado, el efecto es que de adentro te pueden ver pero uno no puede ver qué, ni quién está del otro lado. Un timbre es la llave de acceso a las oficinas encriptadas. La puerta se abre tras un eléctrico trr-trr. Una chica voluptuosa pregunta a quién buscamos con un recalcado respeto, FAL asume su rol y dice, buscamos a Carlos. La muchacha indica que pasemos por el pasillo y esperemos allí. Hay una vitrina con copas, muchos trofeos de fútbol que el gremio ha ganado, un bar en el medio del piso deslumbra por su originalidad, hay un café en el medio del edifico que solo usan los miembros de esta oficina, unas cinco mesas, unos sillones y un gordito simpático que saluda cordial mientras seca un vaso con un repasador blanco. Otra muchacha con cara de simpática nos abre la puerta con doble hoja de madera. Ingresamos a un salón de reuniones con lugar para 35 personas, una gran mesa oval luce esplendida con sus 35 sillones reclinables, forrados en cuero negro. Hay un solo sillón que asumo será el de Carlos ubicado en la cabecera de la mesa. La sala de reuniones debe medir unos diez metros de largo, sobre uno de los laterales se ve empotrado una suerte de perchero para sacos, allí cuelgan perchas de madera, todo es de madera, acá no hay melamina, esto es todo madera posta. El gordito simpático ingresa y pregunta que vamos a tomar, se va, cierra la puerta y luego ingresa Carlos. Es bajo, muy bajo, mucho más bajito que la representación que uno se hizo todas las veces que  lo vi sentado en primera fila de Casa Rosada ante los sucesivos y repetitivos actos de CFK. Él ha jugado abiertamente con Cristina y con Scioli. Él es un derrotado mas. Llega tan solo con un asesor que debe tener 32 años, es economista y director de un centro de estudios de la organización, saluda cordial. En tono de joda FAL le dice a Carlos: “Bueno te presento a mi equipo de trabajo, es lo que pude armar para sumar al desconcierto general”. Risas sinceras. Continúa. “Bueno Carlos, gracias por recibirnos y por tu tiempo –lo trata con deferencia, FAL es más joven que Carlos, el trato que le dispensa es como el un discípulo a su maestro, como Adso al padre William de Baskerville en El nombre de la Rosa- Nosotros estamos muy preocupados por la situación actual, te imaginas que para nosotros las medidas que está tomando este gobierno son letales”  Carlos abre una libreta, saca el capuchón de su lapicera, lleva un ambo de color gris, zapatos marrones y camisa rayada color celeste, no lleva corbata, con el pelo y el bigote blanco luce elegante. Las hojas permanecerán sin escritura alguna durante los cincuenta minutos que durará la reunión. Somos ocho en total. Carlos habla pausado, con suficiencia y preocupación. Dice que antes de las elecciones muchos de los que están por debajo suyo y ocupan algunos de esos 35 sillones, creían que había que sacar a CFK del poder, como fuera. Votaron a Macri. La economía no iba bien, no eran recibidos en la Rosada, eran mal tratados por Moreno y ninguneados por Augusto Costa,  encima les marcaban el piso de las paritarias con una economía en problemas y márgenes de ganancia acotados. “Ahora que les va como el culo, mucho peor que con La mina (se refiere a Cristina), cuando nos reunimos yo los jodo y les digo: Hay que darle tiempo a Macri” Según Carlos no hay un solo indicio de que las cosas vayan a mejorar para su sector, “mira, si levantan las importaciones como lo hicieron, no hay forma de que no haya despidos masivos. Nos están arrinconando, la única que nos queda es convertirnos en importadores. Quieren que en vez de producir, ensamblemos, pero eso es con la gente en las calles. Por eso no entiendo cómo puede ser que vayan a dar quórum para acordar con los buitres”. Se hace un silencio. FAL interviene:
-          Carlos, lo peor de todo es que lo van a hacer en nombre del peronismo. ¡¡Van a armar un zafarrancho!!
-          Supongo que estarán anotados con nombre y apellido en una libretita –Carlos asume un tono intimidante-.
-          Sí, sí –contesta FAL sabiendo que con eso no se evita la votación, ni se soluciona el problema-.
-          Ahora yo pregunto, ¿se imaginan este escenario al revés? ¿qué hubiera pasado si ganaba Scioli, qué le estaríamos pidiendo? ¿sería muy distinto? –Carlos nos interpela con una pregunta aguda que pende de su mirada, ahora parece un abuelo sabio-.
-          Yo todavía no se cómo llegamos acá –dice FAL aturdido-.
-          Si no se vota esta ley este hijo de puta se va en tres meses –agrega un colaborador enardecido- no podemos acompañar esto-. 
-          Evidentemente cometimos muchos errores – recompone Carlos- pero no puede ser que a diez, quince años del menemismo estemos de vuelta en lo mismo. No fuimos capaces de generar conciencia entre los trabajadores. Mira te cuento algo, desde que asumió Macri el ausentismo laboral cayó un 50%...
-          No, no te puedo creer, me da vergüenza como trabajador lo que decís. ¡Qué vergüenza!
El que dice esto es un delegado gremial que vino con FAL, es un personaje de aquellos, caminando por la calle me palmeo el hombro, casi trastabillando me dijo, “¡Qué pinta Nachito eh, qué pinta!, ¿cuantos años tenes?” Todo es absurdo, es la primera vez que lo veo, aun no sé ni cómo registró mi nombre. Es un tipo simpático, mide 1,90, lleva jeans ajustados, zapatillas negras y campera de cuerina azul, pelo semi-largo y ojos azules, no parece sindicalista pero cuando habla se vende, la gestualidad es su DNI.
-          Me da vergüenza lo que cuenta Carlos, lo voy a hablar con los compañeros en la fábrica, ¡le juro me da vergüenza!
-          Y sí, es como si fuéramos hijos del rigor, como si necesitáramos un hijo de puta como estos para valorar lo que teníamos.
Por momentos tengo la sensación de que ambos acordaron la reunión pensando que el otro tenía alguna propuesta, o al menos, una respuesta a alguna pregunta. Eso no sucede. Los diagnósticos son conocidos, remanidos, alarmantes. Una característica de estos tiempos es que nadie dice nada original. Todos sabemos hacia dónde vamos y cómo termina esto. Uno de ellos afirma, “Las grandes empresas están apostando a despidos masivos para que el sindicalismo le pudra la cosa al gobierno y que aflojen con las importaciones. Nos van a usar a nosotros como intermediarios del quilombo ante Macri. Si los chinos entran al mercado interno acá se acabaron las PyMES, la industria y vuela todo” El anfitrión confiesa saber que hay lobistas internos que acuerdan a espaldas de los sindicatos para que los chinos ingresen con paquetes cerrados a construir obra pública. Es decir, no solo que licitarían con llave en mano, sino que además vendrían con todo lo necesario para construir la obra, a la argentina no le comprarían ni un clavo. “Nosotros eso no lo podemos aceptar, y te estoy hablando de argentinos que hacen lobby para los chinos” Carlos afirma que aun no se  ha reunido con el presidente ni con el secretario de comercio exterior, ni con el de interior. Cuando la reunión va cayendo por su propio peso inespecífico, retumba en la sala una frase que oí al comienzo, “Nos vamos a encontrar en la calle”

Ahí nos vemos…

2 mar 2016

El mar en el que nos miramos


Por Nacho Fittipaldi
Un viaje es una oportunidad. Este viaje, o viajecito, fue una gran oportunidad. Es una búsqueda, es un mirar al cielo y preguntar por qué, es sostener la mirada en ese cielo diáfano y oír el sonido de la rompiente. Entregarse a las preguntas sin respuestas de Piero e irritarse cuando las preguntas ya son doscientas catorce. Es comprobar que las preguntas sin respuestas se harán llanto en la ruta, que nosotros esconderemos el llanto ante nuestros hijos pero que no podemos escondernos entre nosotros. Manejo y al lado mío sé que Pao llora. No necesito preguntarle por qué. Ella solo sabe que estoy ahí. Cuando Piero despierta la risa es lo que suele prevalecer, cuando ve una laguna y dice “Mira papi un mar” o “Papi pone <<susurrar un disco viejo>>” frase de “Clara”, una canción de No te va a gustar que a él le gusta, cuando agrega que “esta canción es la canción triste que le gusta a mamá”, yo caigo en la cuenta de que esa canción es verdaderamente triste, que en otro contexto es una canción mas pero ahora no y que ninguno puede sobrellevar eso sin lagrimear. Mis anteojos de sol me protegen. Pao ni eso.
“Que lindo que era verlos caminando
un alma sola dividida en dos
la orilla de ese mar los encantaba
quedaba todo quieto alrededor
hermosa fue la vida que llevaron
la suerte no les quiso dar un sol
curioso es que su risa iluminaba
hasta el día que ese mal se la llevo”

Piero pide siete veces esa canción hasta que al final afloja y el Cd sigue su rumbo hasta la canción número quince en donde culminará como siempre. Después pedirá “Papi poneme pa-pa-pa para soñar” una canción de Lila Down bastante más alegre que la de NTVG. Sabino duerme y llora. La madre lo calma con galletitas Okebon y el niño amaina, luego la teta a un costado de la ruta en un parador medio derruido pero con sombra. La promesa (falsa) del mar y su cercanía es lo que oportunamente se le dice a Piero para calmarlo. ¡Está excitado y contento!
“(…) se queda con su foto en un rincón
y sueña encontrarla arriba
escucha susurrar un disco viejo
que su Clara una vez le regaló”
Cuando los nenes vuelven a dormirse, en el auto o en la casa, entonces aparecen las preguntas orales, mutuas. Francas, sin rodeos, certeras, dolorosas, inexplicables, sin respuestas. Todo será así. Este viaje estará atravesado por una ausencia y una incertidumbre inobjetable como el mar pero igualmente objetiva y certera como nosotros como familia. Estamos ahí, juntos. Es nuestra primera salida de a cuatro. Intercalamos momentos hermosos, como cuando Sabino bajó a la playa y zafándose de mis brazos gateó hacia el mar con la determinación de un guardavidas, con momentos tristes. Un viaje también es una oportunidad para corroborar como están los suyos y los suyos con uno. Ví que mi hijo mayor está hermoso, celoso, inteligente, lo vi corriendo en la arena conmigo y jugando a mojarnos a orillas del mar, corrimos carreras y lo dejé ganar, a instancias de Pao que dice que yo compito con él, lo vi perderse debajo del agua ante una ola mas alta que la resistencia que su cuerpecito podía ofrecerle. Me vi corriendo desesperado, después de haberme caído torpemente en un pozo, pero con la determinación de un guardavidas, para sujetarlo de un brazo, sacarlo como de adentro de un aljibe y abrazarlo fuerte para calmarlo y decirle que no pasó nada, que ya está, que ya va a pasar. Busqué con la mirada a Pao verificando que todos estén en su lugar, que esa amenaza de desorden se corrigió con mi corrida, torpe y todo; la vi allá, lejos, con la mirada en el celular en esa imposibilidad de salir de esa marea de información, imágenes, preguntas y conjeturas que la muerte ha dejado. Vi jugando a Sabino  en la arena con soltura de adulto. Lo vi comer Okebon con arena. Lo dormí en mis brazos y lo protegí del sol. Eso me hizo feliz. Después lo vi despertarse y su cara de dormido es como la de un jubilado que se levanta de la siesta para tomarse un té y ver Infama. Comprobé que Pierito está demandante y que esa demanda me incluye, eso me hace feliz, que se apene de haberse quedado dormido justo a la hora de prender el fueguito para el asado, “Y si, a veces me pierdo esos momentos” va a decir al día siguiente con lamento pero sin resignación. Con madurez, diría.  Que nunca querrá dejar de correr carreras que terminan dentro del mar.
“(…) se queda con su foto en un rincón
y sueña encontrarla arriba
escucha susurrar un disco viejo
que su clara una vez le regaló
la lleva bien pegada al corazón
se alegra de nunca despedirla
pero no va más por la orilla caminando
porque sabe que era hermoso entre los dos”

Un viaje es un momento y una serie de intentos. Mi momento es esa hora de la tarde en la que aparece el mate, el sol se pone y la brisa invita a ponerse un buzo y contemplar el mar. Con vos amor, hemos visto el mar y el atardecer de Perú, Ecuador y Colombia, hemos leído en silencio durante horas mientras fuimos dos, hemos reído y mirado esos mares besándonos, pensando destinos, recorridos, comidas y un futuro juntos. Un día, en el transcurso de un atardecer me preguntaste si quería tener hijos con vos, fue en Montañita, mi sorpresa amplia. En ese momento te dije que sí sin saber lo que eso implicaría para nuestras vidas. Hoy, mirando tiempo atrás, mirando a cada uno de ustedes a los ojos, hoy que vemos el mar de a cuatro yo te vuelvo a decir que sí, y mi momento es ese frente al mar, es este con ustedes en esa cortina de agua que viene y que va, dejando espuma, que te da y que te quita lo mismo que te obliga a reflexionar que esto es  hermoso y robusto pero que al segundo siguiente puede ya no estar o metamorfosearse. Su naturaleza lo hace intenso, quebradizo y no puede menos que llenarnos de inmensa alegría e igual dosis de temor, incertidumbre y desamapro. Las lágrimas son por eso. El intento, es hacer esos momentos interminables.

12 ene 2016

De la declamación al acto de gobierno


Por Nacho Fittipaldi

Intentaré no pronunciarme sobre la fuga de los presos, el papelón posterior, la famélica actuación de las fuerzas federales de seguridad y la andanada de las provinciales, ni de Heidi, más Heidi que nunca, ni de lo  tempranísimo que se destiñó Patio Bullrich, ni del apriete vergonzoso que se comió en vivo ante un notero promedio de TN. Tampoco de la multiplicidad de medidas tomadas en estos treinta días, ni la pertinencia o inconstitucionalidad de los decretos firmados por el presidente fisurado, ni tampoco escribiré sobre la fastuosa transferencia de ingresos y la nula incorporación de la noción de “pueblo” como universo probable de  políticas públicas; de todo se ha escrito mucho y bien.
Quiero detener el análisis sobre dos cuestiones referidas al gobierno nacional:
1) la lógica con que se ocuparon los cargos de gobierno.
2) la escisión entre el discurso de campaña y el ejercicio de gobierno.
Dentro de las novedades que implica un nuevo gobierno, siempre genera cierta expectativa ver cómo se van completando los cargos públicos de primera, segunda y tercera línea. En ese sentido fue curioso observar cómo esos cargos iban a parar a manos de gerentes generales de empresas multinacionales e incluso, más preocupante aun, vimos asumir a gerentes de empresas que además eran (son) competencia de mercado de empresas nacionales. Por ejemplo, Shell es competencia de YPF y LAN de Aerolíneas Argentinas. El conflicto de intereses allí es notable. Una pregunta con respuesta obvia es, ¿esos gerentes generales trabajarán desde la esfera pública para beneficiar el bien de las empresas nacionales en desmedro de las empresas privadas a las que están vinculados?
Sin embargo lo que quiero señalar es algo que está en el orden de la incomprensión, y esa incomprensión está dada por la dificultad (mía) de comprender la dinámica y la lógica con la que este gobierno viene tomando sus decisiones. En estos treinta días revueltos todos nos hemos preguntado al menos una vez: por qué; para qué; cómo es posible; con qué fin, ante cada medida o decisión desbocada que este gobierno implementa. La historia conocida y más o menos reciente de los partidos políticos muestra que ante una instancia de elección, sea municipal, provincial o nacional, un partido político cualquiera traza una estrategia de campaña para vencer y hacerse del gobierno; ocupar los espacios desde donde se ejercita y legitima el poder. Una vez allí hay tres objetivos muy concretos para alcanzar en el corto y mediano plazo:
a-    ocupar los cargos de gobierno con miembros del partido y/o la alianza de partidos que vehiculizaron el éxito electoral;
b-    llevar adelante las políticas de gobierno que se enunciaron durante la campaña y que generaron la adhesión del electorado hacia el candidato;
c-    lograr exitosamente el punto b y traducir eso en una plataforma electoral seductora de cara a las elecciones legislativas de medio término. En este caso particular las legislativas de 2017.
Pues bien, el primer punto para analizar es que el PRO se ha mostrado desinteresado en cumplir el punto a y ha asumido otra táctica. Más allá de la perfecta imposibilidad para cubrir todos los cargos públicos en provincia de BsAs, CABA, y el nivel nacional, lo que han hecho es pasar por alto una regla de la política convencional, entregaron a manos privadas los lugares que cualquier otro partido hubiera reservado para sus cuadros políticos, dirigentes juveniles, organizaciones sociales y/o agrupaciones políticas de variada índole; si bien Menem hizo algo parecido, debe decirse que lo hizo a escala de jardín de infantes. Ese dato no es algo menor, no lo es por lo antes dicho en relación al conflicto de intereses pero además porque implica el choque entre sistemas organizacionales y culturales. Y ello implica desde la verticalidad con la que se toman las decisiones hasta el objetivo supremo de la eficiencia y rentabilidad que priman en el sector privado y que son cuestiones más discutibles en la esfera estatal. A su vez implica asumir la responsabilidad de nombrar en cargos importantísimos a sujetos que tienen poca o nula experiencia en gestión pública; personas a las cuales ni siquiera conocen en términos personales según ellos mismos han confesado. Lo que se dice una moneda al aire.
Como instrumento de política es entendible si se presume que las privatizaciones al estilo años ´90 ya no son algo fácil de concretar, ni desde lo político, ni desde lo social, y mucho menso desde lo simbólico. Por lo tanto lo más oportuno parece ser gestionar desde el Estado a favor de lo privado antes que privatizar lo publico pagando el costo político de hacerlo evidente. Como estrategia es demasiado arriesgada como para que sea bien vista desde una teoría del Estado, digamos. En ese sentido lo que pulula en el inconsciente colectivo y habilitaría dicha decisión, sin que el PRO lo haya manifestado abiertamente, es que los CEO aportarán criterios de eficiencia, orden y rentabilidad a la gestión pública que, como hemos visto en estos días encuentra en el empleo público el punto de costura por donde el PRO ha comenzado la redada. Es curioso porque lo que está a la vista es un nuevo proceso de desfinanciamiento del Estado y endeudamiento, posibilitado a su vez por las políticas de desendeudamiento que dejó como activo la gestión anterior. Es decir que los paladines de la eficiencia, orden y rentabilidad, deberán administrar un Estado  desfinanciado por mérito propio. Tarde o temprano serán responsables de ello. Tal vez esa sea la jugada…no mancharse las manos.
En relación al segundo punto, “llevar adelante las políticas de gobierno que se enunciaron durante la campaña”, también hay un manto de sospecha. Podríamos decir que están a mitad de camino. Si se tiene en cuenta que gran parte de la campaña se apoyó en la idea de cambiar las “formas”, parece insólito el desacompasado perfil decretista que viene desarrollando el PRO. La virulencia con la que se toman ciertas medidas parecen dejar al desnudo otro novedoso fenómeno: Macri no reconoce vínculo contractual con su electorado. Si bien le ha pagado mucho y bien al sector agroexportador ha recaído en aquello que le endosaba a Cristina, su autoritarismo y exceso de presidencialismo. Macri se deslindó velozmente de sus dichos de campaña, está lejos de reconstruir la supuesta ruina en la que se dejaba la Republica. En cambio parecería ser que Macri usó al electorado para ganar la elección y desbarrancar a CFK sin contraprestación alguna. Al mismo tiempo que su electorado usó a Macri para sacarse de encima a CFK y las “formas” kirchneristas. Macri parece no reconocerse en aquél dirigente de campaña, ni en sus promesas, y el electorado no reconoce a este Macri como aquél de la campaña. El objetivo está cumplido para ambas partes pero implica un riesgo que es, a corto plazo, el descredito y la pérdida de apoyaturas.
Finalmente el tercer punto tiene que ver con la perdurabilidad política de este experimento político que consiste en asumir las consecuencias negativas de sumar el punto a y b. Si bien es prematuro hacer análisis sobre cómo seguirá este ensayo político, es indudable que sus posibilidades de obtener mayoría legislativa en la cámara de diputados de la nación y equiparar su fuerza en el senado nacional está sujeta a qué y cómo haga las cosas el PRO. Las medidas de gobierno conocidas hasta el momento tienen consecuencias negativas. Esas consecuencias aun no mostraron la totalidad de la forma, ni su volumen, ni la expresión social del conflicto. Por ahora hemos visto la represión como moneda de cambio ante la manifestación del conflicto.
Pasadas las vacaciones, terminado el comportamiento inercial del consumo de 2015, llegará la mochila escolar que vendrá con un fuerte incremento de precios, sumado al aumento de las tarifas de servicios públicos que llegaran entre febrero y marzo, el aumento de la educación privada y transporte, las paritarias que recién llegarán en abril o mayo y que el propio Prat-Gay indujo a cerrar por debajo de la pauta inflacionaria acumulada entre noviembre y el mes de paritarias. Miguel Bein pronosticó una inflación anual del 36% y paritarias del 28%, habrá que ver cómo se perfila el accionar político del PRO ante este posible escenario. El conflicto social es, en ese contexto, inevitable. Su dimensión, incierta.
Parece complejo imaginar cual será el dinamismo de una economía con caída de la actividad económica, caída del poder adquisitivo principalmente en sectores medios y bajos, disminución del “gasto publico” y evidentemente aumento del desempleo y por lo tanto de pobreza. Las medidas de gobierno que impulsa el PRO no muestran cual es el objetivo, la razón, lo recomendable de llevarlas adelante, su esquema de alianzas con las corporaciones no garantiza, ni resuelve, su perdurabilidad en el poder aunque sí su impunidad temporal; y por el contrario, hasta aquí su forma de desenvolverse va en sentido contrario a lo enunciado en la campaña, lo cual lo aleja en cierta medida de su propio electorado (no de todo) y de sus alianzas partidarias; las consecuencias de sus medidas económicas van en perjuicio de sectores mayoritarios de la sociedad que en los últimos años asumieron como dado que el acceso a ciertos derechos y a la manera de hacer uso de su salario era algo inmanente a la ideología en la administración del Estado.
En síntesis, el PRO se muestra hasta aquí como un espacio político, laxo, elástico, desfachatado y autosuficiente. En él abrevan una cantidad de actores políticos, económicos e institucionales que son de difícil mixtura. La amalgama necesaria para que esa vinculación entre unos y otros sea sin cruzar el interés de todos ellos es algo que requiere de una pericia política que el desenvolvimiento  político en relación a la búsqueda de los fugados del penal de Gral. Alvear desmiente. Cuando Techint, la Sociedad Rural, CRA, la UIA, la banca privada local y extranjera, las cerealeras, reclamen lo suyo, se verá que la batería de medidas orientadas en sentidos contrapuestos conocidas hasta hoy no equivale a un modelo de desarrollo. Allí se comprobará la dificultad de construir un espacio político sin identidad propia basado en la sumatoria y multiplicidad de apoyaturas. La distancia entre un formato de política especializado en comunicar más que en gestionar. La problemática de comprender que ya no alcanza con la denuncia retroactiva ni la mera experiencia como oposición. El arduo recorrido que va de la declamación a la más mundana relación con los intereses reales y concretos de la economía y sus actores determinantes en conflicto. Hasta ahora el PRO  ha decidido meterse con los más débiles. Llegará la hora en que no. Por el armado político que está a la vista, no se entiende ni por dónde ni cómo harán frente a ese cercano escenario. La pulsión política del PRO es una incógnita, una medusa con cuerpo de mulita y la cara del mago sin dientes.