21 may 2015

Máximo, Axel, Nilda, Nisman

Por Nacho Fittipaldi 

Para algunos gerentes de contenidos, periodistas “independientes” y dirigentes de la oposición que expresan el sentir de los primeros, el uso de la cadena nacional, el formato que escogió CFK para comunicar es <<un procedimiento algo autoritario>>, que debería ser reservado para un anuncio significativo o una situación extrema. En Cadena 3, Daniel Sabsay en cambio fue más allá y afirmó que <<El abuso de la cadena nacional produce una seria debilidad en la democracia>>. Curiosa paradoja la de ser tildado de autoritario, o antidemocrático, por el, en tal caso, excesivo afán de comunicar.
Efectivamente el Artículo 75 de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, habla de que su utilización queda restringida a <<situaciones graves, excepcionales o de trascendencia institucional>>. 
Ya que la gravedad y las situaciones excepcionales son en la actualidad eso, rarezas, queda pronunciarse por el tercer aspecto que la ley contempla. Tal vez el punto de debate sea qué se entiende por <<trascendencia institucional>>. Sin lugar a dudas está dada por la coyuntura política, la concepción política del hecho que se quiere comunicar, el sentido político que el Estado asumirá en tal o cual política pública, en un posicionamiento determinado que la presidente quiera expresar, o el anuncio de turno, por qué no. En ese sentido los gerentes de contenidos, periodistas “independientes”, y los dirigentes de la oposición, aulladores de la política, se erizan ante cada cadena pero más que nada, ante cada anuncio, ante cada definición, ante cada simbología que representa una época, ante cada representación que les indique que aun no hay tal cosa como el fin de ciclo que vaticinan hace años.  Cristina los enfrenta a eso, a sus peores augurios y a una distancia significativa entre lo que desean y la realidad política.
Nosotros preferimos una presidenta que comunique diariamente cuales son las cosas que el gobierno hace, a una lógica de claustro en la que la política se decide entre cuatro paredes y de espaldas al pueblo.


Sin lugar a dudas la estrategia actual de comunicación es consecuencia de, como mínimo, dos situaciones objetivas. Por un lado, la férrea oposición de los medios hegemónicos a la actual gestión de gobierno. Por otro, el incumplimiento de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual del Grupo Clarín pese al fallo de la Suprema Corte que la declaró constitucional. Existen sofisticadas formas de ejercer la libertad de prensa, la corte así lo entiende. La denuncia de Nisman contra la presidente, las supuestas cuentas de Nilda Garré y Máximo Kirchner en el exterior, los supuestos $400 mil que cobraría Axel Kicillof, son parte del singular ejercicio de libertad de expresión al que el Grupo Clarín se ha auto sometido. Sin embargo también nos han privado de las desmentidas correspondientes en la dimensión necesaria para redimir tamaños daños.
El año pasado también criticaban la cadena nacional y no había campaña ni candidatos. La cadena nacional, los actos públicos, esa forma no mediada de expresarse y de dialogo con el pueblo, es la forma Kirchnerista de comunicar. E irrita. Es lógico y entendible porque están en contra del trasfondo de lo que se comunica. Les molesta la nueva política ferroviaria, están en contra de que el Estado haya retomado el mando de las empresas públicas privatizadas en los ´90 y que ese proceso sea exitoso, les incomoda la multiplicación de sedes universitarias en todo el territorio nacional y en especial les preocupan las del conurbano, remasterización del aluvión zoológica, aluvión  del Siglo XXI.
Las cadenas nacionales son federales, sinceras, más o menos espontaneas cuando van en vivo. No hay eufemismos ni dobles sentidos, allí Cristina aparece alegre, preocupada o enojada, bella, cansada a veces. Y el pueblo ve todo eso, de qué otra forma lo verían. Y además está el mensaje, allí contrapone la defensa del interés nacional por sobre la defensa de los intereses que los medios hegemónicos defienden. A los gerentes de contenidos les interesa menos la libertad de expresión, y que dicho sea de paso ejercen a diario, que los actos o las inauguraciones que CFK comunica.


El fondo de olla es ese, lo que los conmueve no es el apego a la ley y sus reglamentaciones, de eso pueden hablar horas; lo que les corroe la moral es la direccionalidad de las políticas implementadas, pero eso es indecible.
Seguro que preferirían un presidente que haga tres cadenas al año como máximo. Que el país estuviera inmerso en un quietismo político y que la sociedad esté despolitizada. Eso les permitiría a hacer los mismos negocios que hicieron en los ´90 sin que nadie se entere de qué va la cosa. ¿O a caso alguien se enteró de los 39 muertos de 2001 por cadena nacional? ¿O a caso la privatización de YPF se comunicó por cadena nacional? Nada de eso. Nosotros preferimos otra cosa.
Cristina los enfrenta a ese dilema, la masificación de la cosa publica vs la sectorización del interés privado.

Cuando sean gobierno, si alguna vez lo son, veremos qué entienden ustedes por <<trascendencia institucional>> y qué es lo que tienen para decirle al pueblo, o esconderle. 


6 may 2015

Un cuento chino


Por Nacho Fittipaldi

Como un golpe de suerte pero al revés de repente recuerdo que en casa falta shampoo, pañales y un anti transpirante. Por donde estoy solo recuerdo un súper chino, su rareza es nula, un súper chino ya no es novedad, tal vez el hecho de que acepten tarjetas de débito sea el rasgo más significativo de este chino. Ah, y este chino no se llama Min Cai, ni Nei Ki, ni Wan Chi, Jiu Yuan, Sol Rojo o Lin Fu, este se llama Dutribell, y como no podía ser de otra manera, está ubicado en City Bell. Bajo del auto con el fastidio propio de haber olvidado ese ínfimo mandado que me retrasará algunos minutos en una mañana que no admite demora alguna. Entro al súper y lo que veo son dos chinas, una en la caja, joven, bonita de cara y con un cuerpo indescifrable, es como si la hubieran armado y no concebido, la chica-china viste bien, esta arreglada y su ropa es distinguida, no es la primera vez que vengo a este chino, no es la primera vez que la veo, sin embargo sus caderas son más anchas que sus hombros y sus rodillas parecen ceder ante el peso de sus caderas. La otra mujer es una mujer de unos 55 años, una china hecha y derecha que parada en la puerta parece custodiar el súper chino. La puerta está libre pero hacia adentro se dejan ver dos pilas monstruosas de cajas vacías, a escala china, cajas de vino, aceite, licor de huevo Bols, de pan rallado, de harina, cajas de tomate perita, cajas de atún en lata de aceite y cajas de atún al natural. Todas lucen derrumbadas, están abiertas como si las fueran a completar con algo, están ahí ocupando un espacio desmesurado. Entro y voy en busca de lo olvidado, shampoo, pañales, y Old Spice. Camino entre las góndolas y no encuentro los pañales, voy en busca del Old Spice y no hay. Voy en busca del shampoo y gracias a dios o a Xi Jinping o a Miguel Calvete, lo encuentro. Desde el punto de vista del tiempo estoy contento porque hice más rápido que esperado. Desde la perspectiva de la efectividad, la visita al chino es un fracaso. Además al no encontrar lo que buscaba ya no puedo pagar con débito porque el monto es demasiado bajo. Tengo que pagar en efectivo. Me acerco a la caja, saludo a la chica-china de rompecabezas y vuelvo a observar las cajas acumuladas, son las 12.20 Hs y las cajas están ahí, esperando que alguien las comprima, las rompa o sencillamente las tiren a la basura o las quemen. En cambio quedan arrumbadas ahí, nunca se irán, en los súper chinos siempre hay cajas vacías y chinos que hablan un idioma del demonio, chinos que habitan un mundo ajeno que su rostro no alcanza a disimular. Por la puerta entra una mujer avanzada en años, no es tan longeva como Carlos Fayt pero debe tener sus 85 años. La vieja entra con decisión, como sabiendo qué quiere. Vira apenas su rumbo y toma por el brazo a la señora china que portea la puerta, la sujeta por el brazo y le dice en voz alta:
- No te voy a preguntar si te gusta acá (la vieja cierra sus dedos de la mano derecha sobre su puño y el dedo anular señala el piso del súper, el suelo argentino) porque seguro no entendes nada.
La señora china le dedica una sonrisa, la mira a la vieja argentina y le sonríe, es evidente que no ha comprendido la pregunta, la pregunta sin ser una ofensa, sin ser amistosa es incómoda.
- Te gusta acá?? Argentina, te gusta??
La señora china no responde, ni responderá. Sólo sonríe, como una animación. Yo tomo la mercadería comprada, la chica-china me ofrece una caja, yo la rechazo. 
La vieja argentina insiste con su pregunta, el emoticón sonríe infinitamente.