17 oct 2018

Reunión de padres

Por Nacho Fittipaldi

El papelito dice “miércoles 3 de octubre, a las 10 Hs., los esperamos en la reunión de padres del grupo 1” El grupo 1 es el equivalente a la sala de 3. El papel es una cagadita así, no dice nada más que esto. Le envío un wapp a Pao, “Che, el 3 hay reunión de padres del grupo de Sabino” A Pao le encantan las reuniones de padres, se queja porque en la escuela de los chicos hay pocas. Ella quisiera tener más. Para mi está bien así. Pao pregunta, mete la cuña en un sitio donde hasta recién había certeza, “¿Es reunión de padres o es para hablar sobre sabino?” Es reunión de padres, confirmo sin saber si es cierto y tratando de torcer el destino. Tomo el papel después de haber confirmado, re leo, el mensaje es ambiguo, no es claro, es como si se lo hubieran distribuido a mil padres más, qué se yo. “No sé –agrego- es poco claro el mensaje, necesitan un curso de escritura” Pao escribe al grupo de mamis y papis (en el que yo claramente no estoy) preguntando si todos han recibido esta suerte de convite extraño en donde no queda claro quiénes son los invitados. La razón la asiste. La reunión es para hablar sobre Sabino, mano a mano. Sabino es un amor, en estos meses ha incorporado una cantidad de palabras, conjugaciones exactas, abrazos y besos repartidos aquí y allá, “Te quiero mucho” dice de la nada Sabino y te abraza. Lo amo y me ama, es mi debilidad, soy la suya. ¿Algo anda mal? Tiemblo. Nada puede andar mal, si así fuera lo hubiese detectado. Soy su papá y le hago caballito.
Llega el día. Después de haber pospuesto la fecha inicial, llega el día, hoy es ese día. Miércoles 17 de octubre, 10 de la mañana, el horario parte todo. Llegamos a la escuela, alguno nenes corretean por ese parque indomable que la escuela es, en primavera el verde corrió los límites de lo institucionalmente permitido. Mientras esperamos pienso en eso que Pao me consultó ayer por la noche y desestimé, “¿Pasará algo con sabino?” “No, boluda qué va a pasar –respondí-, sí es hermoso” ¿Y si pasa algo con Sabi?

Caminamos junto a las maestras por entre las aulas, un pasillo se cierra y dobla, pasamos por delante de la sala de Piero, en mi cabeza conjeturo que mejor que Piero no nos vea acá porque va a pensar que venimos por algún quilombo suyo. Giro la cabeza y desde la ventana Piero nos saluda alegremente. Avanzamos y muy a mi pesar veo que detrás nuestro la maestra de Piero sale, no sin agitarse, e intercepta a una de las maestras de Sabino, cuchichean, onda “Ya que están acá pásenles también la lista de las cagadas de Piero” Las maestras huelen sangre a lo Tiburón III. A diferencia de la última reunión, creo que fue con motivo de una salvajada que Piero había hecho, las sillas que nos ofrecen son para adultos y no aquellas para niños de 5 años en las que no encontré forma alguna de acomodarme, siendo este, el principal motivo de mi fastidio, aún más que la reunión misma. Hay un silencio de sepultura. Miro a la maestra de Sabi e internamente siento que de esa boca podrían salir palabras que estrujarían mi corazón. “El nene no socializa” por ejemplo. Sentado ahí, rodeado de mapas, juegos pedagógicos, damas chinas y tableros de ajedrez, siento que soy apenas un niño con responsabilidades que me exceden. O tal vez soy un adulto que está dispuesto a dejarse partir el corazón por sus hijos y sus vaivenes. Hago fuerza, trato de inducir las palabras de la maestra, “pensa bien lo que vas a decir, vos no tenes idea lo que es Sabino en mi vida y no tenés derecho a arruinarme la vida así” La maestra dice cosas intrascendentes, tiernas, algunas a las que hay que prestarle atención para que Sabi no sufra innecesariamente. Todo eso pasa en un tono amigable, somos adultos, hasta que la otra maestra dice, “Y, recién, justo cuando veníamos para acá, la maestra de Piero me dijo que bueno, Piero…” Y mientras habla yo hablo para mis adentros, converso con mis riñones, pienso, “Pensá bien lo que vas a decir, ¿te pensas que no la vi salir corriendo como si fuera a salvar la vida de alguien?, vos no tenes idea lo que es Piero en mi vida y no tenes derecho a arruinarme la vida así” La piba lanza una serie de cosas sobre Piero que son las mismas que el año pasado y exactamente las mismas que Pierito hace en casa y que cualquiera puede ver un fin de semana en casa. El chico es intenso. Entonces, al terminar la reunión las miro a ambas, miro sus ojos, oigo sus palabras, observo sus gestos, son pibas, escucho la lectura en voz alta del acta de la reunión que una de ellas confeccionó, y siento que mis hijos me perforaron la vida. Siento que ese momento en el que uno va a escuchar por dónde andan sus hijos, es un vértigo existencial inusual. Justamente me lleva a un límite desconocido y muy concreto de la vida, es el límite entre lo que uno puede tolerar y lo que no: El sufrimiento de sus hijos.  Mis hijos me existen.

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