11 oct 2018

El Roca, ese torbellino



Por Nacho Fittipaldi
Paso la Sube, hago unos pasos, trepo una escalera y estoy en el andén. Camino hasta la punta y allí parado, como escondido, o penitente, un cura lee de pie. Es bajo, de pelo castaño y con este día inclemente lleva sandalias sin medias. Homenaje a San Francisco de Asís. Lee. El tren llega,  busco, un asiento, queda tan solo uno. La mujer que está sentada en el asiento de al lado pesa unos redondos 175 kg, ocupa asiento y medio… allí voy. Duerme. Duerme como en un king side, plácidamente. Me acomodo como puedo, soy medio contorsionista, medio toalla que se seca en cinco minutos. Soy un montoncito arrugado. Duerme. Detrás suyo, una nena de 7 años come una empanada frita. Son las diez de la mañana. Inmediatamente la mujer durmiente despierta y con un humor inusual para este amanecer, dialoga con la nena de la empanada y su madre. ¿Son paraguayas? ¿Son correntinas? Son Sudamérica. La bella durmiente dice, "Uy mirá, acá también pusieron un camping" El tren atraviesa el Parque Pereyra y efectivamente en todos lados, al costado de las vías, aquí y allá, construyen countries. Bajan en Hudson. La niña olvida su empanada en el asiento. O tal vez la deja allí a propósito porque es incomible. Entonces hablo. "Te olvidas la empanada" digo y señalo la bola de grasa que esa empanada es. La pequeña la toma y sale del tren. Sobre un tostador, incluso en un microondas, hoy a la tardecita ese socotroco es un plato de indigestión que las barrigas pobres, hinchadas, desnutridas, bien recibirán.

No hay comentarios: