2 mar 2016

El mar en el que nos miramos


Por Nacho Fittipaldi
Un viaje es una oportunidad. Este viaje, o viajecito, fue una gran oportunidad. Es una búsqueda, es un mirar al cielo y preguntar por qué, es sostener la mirada en ese cielo diáfano y oír el sonido de la rompiente. Entregarse a las preguntas sin respuestas de Piero e irritarse cuando las preguntas ya son doscientas catorce. Es comprobar que las preguntas sin respuestas se harán llanto en la ruta, que nosotros esconderemos el llanto ante nuestros hijos pero que no podemos escondernos entre nosotros. Manejo y al lado mío sé que Pao llora. No necesito preguntarle por qué. Ella solo sabe que estoy ahí. Cuando Piero despierta la risa es lo que suele prevalecer, cuando ve una laguna y dice “Mira papi un mar” o “Papi pone <<susurrar un disco viejo>>” frase de “Clara”, una canción de No te va a gustar que a él le gusta, cuando agrega que “esta canción es la canción triste que le gusta a mamá”, yo caigo en la cuenta de que esa canción es verdaderamente triste, que en otro contexto es una canción mas pero ahora no y que ninguno puede sobrellevar eso sin lagrimear. Mis anteojos de sol me protegen. Pao ni eso.
“Que lindo que era verlos caminando
un alma sola dividida en dos
la orilla de ese mar los encantaba
quedaba todo quieto alrededor
hermosa fue la vida que llevaron
la suerte no les quiso dar un sol
curioso es que su risa iluminaba
hasta el día que ese mal se la llevo”

Piero pide siete veces esa canción hasta que al final afloja y el Cd sigue su rumbo hasta la canción número quince en donde culminará como siempre. Después pedirá “Papi poneme pa-pa-pa para soñar” una canción de Lila Down bastante más alegre que la de NTVG. Sabino duerme y llora. La madre lo calma con galletitas Okebon y el niño amaina, luego la teta a un costado de la ruta en un parador medio derruido pero con sombra. La promesa (falsa) del mar y su cercanía es lo que oportunamente se le dice a Piero para calmarlo. ¡Está excitado y contento!
“(…) se queda con su foto en un rincón
y sueña encontrarla arriba
escucha susurrar un disco viejo
que su Clara una vez le regaló”
Cuando los nenes vuelven a dormirse, en el auto o en la casa, entonces aparecen las preguntas orales, mutuas. Francas, sin rodeos, certeras, dolorosas, inexplicables, sin respuestas. Todo será así. Este viaje estará atravesado por una ausencia y una incertidumbre inobjetable como el mar pero igualmente objetiva y certera como nosotros como familia. Estamos ahí, juntos. Es nuestra primera salida de a cuatro. Intercalamos momentos hermosos, como cuando Sabino bajó a la playa y zafándose de mis brazos gateó hacia el mar con la determinación de un guardavidas, con momentos tristes. Un viaje también es una oportunidad para corroborar como están los suyos y los suyos con uno. Ví que mi hijo mayor está hermoso, celoso, inteligente, lo vi corriendo en la arena conmigo y jugando a mojarnos a orillas del mar, corrimos carreras y lo dejé ganar, a instancias de Pao que dice que yo compito con él, lo vi perderse debajo del agua ante una ola mas alta que la resistencia que su cuerpecito podía ofrecerle. Me vi corriendo desesperado, después de haberme caído torpemente en un pozo, pero con la determinación de un guardavidas, para sujetarlo de un brazo, sacarlo como de adentro de un aljibe y abrazarlo fuerte para calmarlo y decirle que no pasó nada, que ya está, que ya va a pasar. Busqué con la mirada a Pao verificando que todos estén en su lugar, que esa amenaza de desorden se corrigió con mi corrida, torpe y todo; la vi allá, lejos, con la mirada en el celular en esa imposibilidad de salir de esa marea de información, imágenes, preguntas y conjeturas que la muerte ha dejado. Vi jugando a Sabino  en la arena con soltura de adulto. Lo vi comer Okebon con arena. Lo dormí en mis brazos y lo protegí del sol. Eso me hizo feliz. Después lo vi despertarse y su cara de dormido es como la de un jubilado que se levanta de la siesta para tomarse un té y ver Infama. Comprobé que Pierito está demandante y que esa demanda me incluye, eso me hace feliz, que se apene de haberse quedado dormido justo a la hora de prender el fueguito para el asado, “Y si, a veces me pierdo esos momentos” va a decir al día siguiente con lamento pero sin resignación. Con madurez, diría.  Que nunca querrá dejar de correr carreras que terminan dentro del mar.
“(…) se queda con su foto en un rincón
y sueña encontrarla arriba
escucha susurrar un disco viejo
que su clara una vez le regaló
la lleva bien pegada al corazón
se alegra de nunca despedirla
pero no va más por la orilla caminando
porque sabe que era hermoso entre los dos”

Un viaje es un momento y una serie de intentos. Mi momento es esa hora de la tarde en la que aparece el mate, el sol se pone y la brisa invita a ponerse un buzo y contemplar el mar. Con vos amor, hemos visto el mar y el atardecer de Perú, Ecuador y Colombia, hemos leído en silencio durante horas mientras fuimos dos, hemos reído y mirado esos mares besándonos, pensando destinos, recorridos, comidas y un futuro juntos. Un día, en el transcurso de un atardecer me preguntaste si quería tener hijos con vos, fue en Montañita, mi sorpresa amplia. En ese momento te dije que sí sin saber lo que eso implicaría para nuestras vidas. Hoy, mirando tiempo atrás, mirando a cada uno de ustedes a los ojos, hoy que vemos el mar de a cuatro yo te vuelvo a decir que sí, y mi momento es ese frente al mar, es este con ustedes en esa cortina de agua que viene y que va, dejando espuma, que te da y que te quita lo mismo que te obliga a reflexionar que esto es  hermoso y robusto pero que al segundo siguiente puede ya no estar o metamorfosearse. Su naturaleza lo hace intenso, quebradizo y no puede menos que llenarnos de inmensa alegría e igual dosis de temor, incertidumbre y desamapro. Las lágrimas son por eso. El intento, es hacer esos momentos interminables.

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