8 mar 2016

Alsina al no sé cuanto


Los nombres de los personajes que protagonizan esta crónica están adulterados. Este relato es real, es apenas una postal de una reunión de trabajo entre dirigentes importantes de la república argentina, es espiar un mundo que nos es ajeno. Una gestualidad de clase.
El personaje principal es uno de los cinco referentes más importantes del sector industrial del país, ex presidente de la UIA, de perfil bajo hasta que se la jugó, tal vez de los más representativos actualmente debido a la organización que conduce, muy formado, lo que se dice un cuadro político. Lo llamaremos Carlos.
El otro es un dirigente sindical importante con destino en el el Congreso Nacional, no importa de qué partido, ni cámara, ni de qué distrito. Lo llamaremos FAL. 
La calle es Alsina, la altura será evitada para no identificar el edificio, estoy ahí como un espectador de lujo. La oficina está en un segundo piso de un trasto arquitectónico que de afuera no dice nada, ubicado en esa zona de BsAs en la que Balvanera se confunde con Congreso, y las bolsas de basura se derraman sobre ese invento genial del macrismo que conocemos como bicisenda. El interior del edificio luce antiguo, sin mucho mantenimiento, en el palier un guardia de seguridad escucha radio al taco. Una plancha de acrílico colgada de la pared relaciona pisos con oficinas de contaduría, estudios de abogados y apellidos compuestos. El ascensor anuncia que no hay capacidad para más de cinco personas o 375 Kg. Algunos suben por el ascensor, a mí, por flaco me toca subir por la escalera. Al llegar una puerta de madera pone fin a la caminata, está enmarcada por un vidrio espejado, el efecto es que de adentro te pueden ver pero uno no puede ver qué, ni quién está del otro lado. Un timbre es la llave de acceso a las oficinas encriptadas. La puerta se abre tras un eléctrico trr-trr. Una chica voluptuosa pregunta a quién buscamos con un recalcado respeto, FAL asume su rol y dice, buscamos a Carlos. La muchacha indica que pasemos por el pasillo y esperemos allí. Hay una vitrina con copas, muchos trofeos de fútbol que el gremio ha ganado, un bar en el medio del piso deslumbra por su originalidad, hay un café en el medio del edifico que solo usan los miembros de esta oficina, unas cinco mesas, unos sillones y un gordito simpático que saluda cordial mientras seca un vaso con un repasador blanco. Otra muchacha con cara de simpática nos abre la puerta con doble hoja de madera. Ingresamos a un salón de reuniones con lugar para 35 personas, una gran mesa oval luce esplendida con sus 35 sillones reclinables, forrados en cuero negro. Hay un solo sillón que asumo será el de Carlos ubicado en la cabecera de la mesa. La sala de reuniones debe medir unos diez metros de largo, sobre uno de los laterales se ve empotrado una suerte de perchero para sacos, allí cuelgan perchas de madera, todo es de madera, acá no hay melamina, esto es todo madera posta. El gordito simpático ingresa y pregunta que vamos a tomar, se va, cierra la puerta y luego ingresa Carlos. Es bajo, muy bajo, mucho más bajito que la representación que uno se hizo todas las veces que  lo vi sentado en primera fila de Casa Rosada ante los sucesivos y repetitivos actos de CFK. Él ha jugado abiertamente con Cristina y con Scioli. Él es un derrotado mas. Llega tan solo con un asesor que debe tener 32 años, es economista y director de un centro de estudios de la organización, saluda cordial. En tono de joda FAL le dice a Carlos: “Bueno te presento a mi equipo de trabajo, es lo que pude armar para sumar al desconcierto general”. Risas sinceras. Continúa. “Bueno Carlos, gracias por recibirnos y por tu tiempo –lo trata con deferencia, FAL es más joven que Carlos, el trato que le dispensa es como el un discípulo a su maestro, como Adso al padre William de Baskerville en El nombre de la Rosa- Nosotros estamos muy preocupados por la situación actual, te imaginas que para nosotros las medidas que está tomando este gobierno son letales”  Carlos abre una libreta, saca el capuchón de su lapicera, lleva un ambo de color gris, zapatos marrones y camisa rayada color celeste, no lleva corbata, con el pelo y el bigote blanco luce elegante. Las hojas permanecerán sin escritura alguna durante los cincuenta minutos que durará la reunión. Somos ocho en total. Carlos habla pausado, con suficiencia y preocupación. Dice que antes de las elecciones muchos de los que están por debajo suyo y ocupan algunos de esos 35 sillones, creían que había que sacar a CFK del poder, como fuera. Votaron a Macri. La economía no iba bien, no eran recibidos en la Rosada, eran mal tratados por Moreno y ninguneados por Augusto Costa,  encima les marcaban el piso de las paritarias con una economía en problemas y márgenes de ganancia acotados. “Ahora que les va como el culo, mucho peor que con La mina (se refiere a Cristina), cuando nos reunimos yo los jodo y les digo: Hay que darle tiempo a Macri” Según Carlos no hay un solo indicio de que las cosas vayan a mejorar para su sector, “mira, si levantan las importaciones como lo hicieron, no hay forma de que no haya despidos masivos. Nos están arrinconando, la única que nos queda es convertirnos en importadores. Quieren que en vez de producir, ensamblemos, pero eso es con la gente en las calles. Por eso no entiendo cómo puede ser que vayan a dar quórum para acordar con los buitres”. Se hace un silencio. FAL interviene:
-          Carlos, lo peor de todo es que lo van a hacer en nombre del peronismo. ¡¡Van a armar un zafarrancho!!
-          Supongo que estarán anotados con nombre y apellido en una libretita –Carlos asume un tono intimidante-.
-          Sí, sí –contesta FAL sabiendo que con eso no se evita la votación, ni se soluciona el problema-.
-          Ahora yo pregunto, ¿se imaginan este escenario al revés? ¿qué hubiera pasado si ganaba Scioli, qué le estaríamos pidiendo? ¿sería muy distinto? –Carlos nos interpela con una pregunta aguda que pende de su mirada, ahora parece un abuelo sabio-.
-          Yo todavía no se cómo llegamos acá –dice FAL aturdido-.
-          Si no se vota esta ley este hijo de puta se va en tres meses –agrega un colaborador enardecido- no podemos acompañar esto-. 
-          Evidentemente cometimos muchos errores – recompone Carlos- pero no puede ser que a diez, quince años del menemismo estemos de vuelta en lo mismo. No fuimos capaces de generar conciencia entre los trabajadores. Mira te cuento algo, desde que asumió Macri el ausentismo laboral cayó un 50%...
-          No, no te puedo creer, me da vergüenza como trabajador lo que decís. ¡Qué vergüenza!
El que dice esto es un delegado gremial que vino con FAL, es un personaje de aquellos, caminando por la calle me palmeo el hombro, casi trastabillando me dijo, “¡Qué pinta Nachito eh, qué pinta!, ¿cuantos años tenes?” Todo es absurdo, es la primera vez que lo veo, aun no sé ni cómo registró mi nombre. Es un tipo simpático, mide 1,90, lleva jeans ajustados, zapatillas negras y campera de cuerina azul, pelo semi-largo y ojos azules, no parece sindicalista pero cuando habla se vende, la gestualidad es su DNI.
-          Me da vergüenza lo que cuenta Carlos, lo voy a hablar con los compañeros en la fábrica, ¡le juro me da vergüenza!
-          Y sí, es como si fuéramos hijos del rigor, como si necesitáramos un hijo de puta como estos para valorar lo que teníamos.
Por momentos tengo la sensación de que ambos acordaron la reunión pensando que el otro tenía alguna propuesta, o al menos, una respuesta a alguna pregunta. Eso no sucede. Los diagnósticos son conocidos, remanidos, alarmantes. Una característica de estos tiempos es que nadie dice nada original. Todos sabemos hacia dónde vamos y cómo termina esto. Uno de ellos afirma, “Las grandes empresas están apostando a despidos masivos para que el sindicalismo le pudra la cosa al gobierno y que aflojen con las importaciones. Nos van a usar a nosotros como intermediarios del quilombo ante Macri. Si los chinos entran al mercado interno acá se acabaron las PyMES, la industria y vuela todo” El anfitrión confiesa saber que hay lobistas internos que acuerdan a espaldas de los sindicatos para que los chinos ingresen con paquetes cerrados a construir obra pública. Es decir, no solo que licitarían con llave en mano, sino que además vendrían con todo lo necesario para construir la obra, a la argentina no le comprarían ni un clavo. “Nosotros eso no lo podemos aceptar, y te estoy hablando de argentinos que hacen lobby para los chinos” Carlos afirma que aun no se  ha reunido con el presidente ni con el secretario de comercio exterior, ni con el de interior. Cuando la reunión va cayendo por su propio peso inespecífico, retumba en la sala una frase que oí al comienzo, “Nos vamos a encontrar en la calle”

Ahí nos vemos…

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