5 abr 2013

Técnicos del Maquillaje



Mientras las aguas bajan y los muertos se siguen contando de uno en uno la situación asume una gravedad inusitada y esa línea sobre la pared marca hasta dónde llego el agua en las casas de los vecinos de la ciudad. Algunas cosas van decantando y las sensaciones se van haciendo cada vez más nítidas.
Pongo a un lado algunas cuestiones obvias acerca del por qué, más allá de lo imprevisible, y evaluando lo previsible. A nadie se le escapa que la ciudad ha crecido en los últimos 15 años de una manera exponencial; que se han tirado casas para construir torres con sus cocheras subterráneas, country, negocios y que los asentamientos también han proliferado; la zona de escurrimiento natural de la región ha sido atravesada por la Autopista La Plata-Bs.As y no hace falta ser ingeniero hidráulico para saber que eso es un muralla que pone a prueba un sistema artificial de drenaje que no sabemos si existe y cómo actúa en casos de emergencia.
Pienso en las inundaciones y en la violencia simbólica que esta situación desnuda; pido permiso y pongo a un  lado la tristeza por la situación que atraviesan miles de compañeros; a un lado el respeto por los fallecidos y sus familiares. La reflexión es acerca de la política y sus circunstancias. De la Argentina y su devenir.

                                                                           ***

Me crié en un hogar donde mi viejo era alguien en el barrio para la gente del barrio. De chico asistí a la Unidad Básica de Villa Rica en donde Angelito siempre estaba disponible para recibir a funcionarios de mediano rango con la misma hospitalidad que recibía  a los vecinos del barrio cuando estos necesitaban algo. Existían los punteros políticos y con los años comprendí que todo lo que hacían esos muchachos no lo hacían solo por convencimiento. Me crié en un barrio en el que a menudo mi viejo era convocado por los vecinos a cualquier hora del día para resolver quilombos de distinta índole. De mas grande, siempre en ese ámbito, escuche detenidamente la marcha peronista y tuve que aprenderla para poder cantarla. Corría la segunda mitad de la década de los ochenta, Alfonsín era presidente y Antonio Cafiero el gobernador de la provincia de Bs.As. Lucho Lugones, Luis Urriza, Budiño y Macaya eran para mí nombres corrientes y caras habituales, no todas claro, pero que aparecían en un podio distinto al de Angelito, Mario Castro, El Gordo Gómez, El Negro Cristóbal o cualquiera de los muchachos que salían a pintar con mi viejo en esas noches frías de invierno, época en la que por cierto bebí alcohol por primer vez ante el ofrecimiento de alguno de ellos y la necesaria aprobación de papá que, me participaba así, de aquellas acciones políticas. Tomaban Anís 8 Hermanos, para dar cierta certeza a la cuestión. De esa manera, me sentía parte de alguna cofradía aunque esta palabra no formara parte de mi léxico de entonces.
Al pensar en lo sucedido en La Plata, en estas inundaciones, hay algo que no me deja de dar vueltas en la cabeza, hay algo de aquella época y de esto que está en juego de una manera brutal y obscena. Hay 51 muertos que no están en paz y la política debería haberlos preservado. ¿Es esto así? ¿Qué relación aparente podría haber entre un fenómeno descomunalmente natural y la imposibilidad presunta de evitarla? ¿Qué es de todas las escenas políticas frecuentes de estos días, lo que nos interpela para poner las tripas afuera y una presión persistente en el pecho?
Hay algo que aparece como dato relevante y contundente: la demora inexplicable en socorrer a los inundados. Esto y la ausencia del Estado es inexplicable, o explicable solo peyorativamente. El Estado en su nivel municipal para advertir la gravedad de los sucesos y para socorrerlos en relación a ellos es algo que quiero desmenuzar. 
Acá no hubo contacto entre el territorio y los funcionarios, ni entre las instituciones de socorro y el Estado municipal. Hay muchísimos relatos que dan cuenta de que entre las 19 Hs, las 20, 21, 22, 23, 24 del día miércoles, y las 00 horas, 01, 02, 03, 04, 05, 06, 07, 08, 09, 10 y hasta las 11 Hs de la mañana siguiente no llegó nadie a asistir a la gente que ya estaba hasta el cuello de agua y en donde ya había decenas de muertos. ¿Qué pasó en el medio es algo que alguien debería explicar? ¿Dónde estaba el Delegado Municipal de Tolosa? ¿Dónde estaba el puntero, aquél Angelito que yo conocí? ¿Dónde la Unidad Básica? ¿Nadie golpeó la puerta de ningún referente de algún barrio? ¿Nadie fue capaz de agarrar un teléfono y decirle a algún funcionario local de tercera línea, “Che, el barrio esta hasta las manos, los cadáveres flotan por el arroyo que ahora es calle 7. Manden a los bomberos o a Defensa Civil” ¿Nadie? ¿Por qué otra figura se suplantó al puntero político, quién lo remplaza hoy en el barrio? ¿No habría menos muertos si Defensa Civil,  Bomberos hubieran actuado antes? ¿Cuánto más podían hacer los vecinos de lo que hicieron? ¿Quién creyó que alcanzaba con mandar cuadrillas los domingos a pintar los cordones del Camino Centenario para hacerle sentir a la clase media platense, de City Bell y Gonnet, que había un ejército de mano de obra para hacernos sentir que están a nuestro servicio, incluso el único día que Dios descansa, según dicen las escrituras? ¿Quién se quedó con la vocación de servicio que la Política se suponía, debía tener? ¿En qué momento la política local se convirtió solo en poner juegos de plástico en las plazas y muchos fuegos de artificio los 19 de noviembre, cada año más, intentando superar nuestra propia capacidad de asombro, año a año?
Hay algo más grave aún. Con la presencia o la ausencia del intendente, o la del gobernador o la de Macri, la ecuación es más o menos la misma y los resultados también porque perdieron de vista que los cargos que obtuvieron están para servir al pueblo. Disolvieron el Poder como abstracción porque demostraron que son incapaces de ponerlo al servicio del pueblo. Y cuando la urgencia los reclamó, cuando era tarde para casi todo, no estuvieron a la altura de las circunstancias porque quedaron presos de un sistema político que otrora los mostró como emergentes y del cual hoy son el fenómeno. Son protagonistas negativos  de esto y lo son para el resto de la historia.
Es tarde para casi todo, incluso para pedir perdón. Resta la solidaridad como blasón de un pueblo que una y otra vez se repone de sus tragedias, y pienso en aquello que decía una canción del cantautor venezolano Alí Primera, “(…) la inocencia no mata a un pueblo, pero tampoco lo salva. Lo salva su conciencia y en eso me apuesto el alma” 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Comparto tu comentario de la degradación a la que se llegó en el ejercicio de la política y el costo en vidas humanas que eso trajo aparejado.El acto político que se hace o no tiene consecuencias y responsabilidades que no creo que en el momento actual se asuman.