11 jun 2012

En la mandíbula, la cabeza y el corazón



Por Nacho Fittipaldi


Siete años pueden ser un tiempo hermoso de la vida. Siete años son los que tiene un nene hermoso que ya dice con todas las letras <<Quiero un helado de dulce de leche granizado y vainilla>>. A esa edad un nene puede nadar con facilidad si se dedica un poco a eso, un poco como se dedican los nenes de siete años a ese tipo de cosas, no muy dedicados pero contentos de ir a la pileta y nadar con sus amiguitos. A esa edad no se lo sabe pero probablemente allí se forjan algunas de las identidades más intensas de un individuo. Siete años tenía mi sobrina un año antes de tener ocho y era hermosa y yo la amaba. Hace siete años yo vivía con otra mujer, no sé si la amaba (la quería mucho) pero vivía con ella y eso no es poco pero es algo que, luego de siete años, cambia radicalmente y uno logra reconstruir su vida, no sin esfuerzos. Hace siete años yo no había viajado al norte de Perú (conocía el sur pero no el norte), ni a Ecuador, ni a Colombia. Hace siete años no habían nacido Camilo, Morena, Isabela, Inés, Juan, Vera, Paloma, Amparo, Rosario, Simón y tantos otros chiquitos que se vienen naciendo desde hace rato. Hace siete años trabajaba en el Ministerio de Seguridad de la Pcia de BsAs, cuatro años más tarde me fui a trabajar al Ministerio de Educación y mi vida cambió. Escribí en una revista y después me fui a otra, publique en distintos lugares, di clases en la facultad y después en un secundario. Hice muchísimos asados con distintos amigos, amase cientos de pizzas y creé un blog, ustedes desde hace tres años me leen allí y ahí nos encontramos. Viaje al norte infinidad de veces, a Purmamarca e Iruya, Tilcara, Humahuaca y Yávi; ahí lo conocimos a Caranchito y tuvimos ese almuerzo inolvidable con el Tano, La cabrita, Pao y yo,  y desde entonces nos acercamos a esa cultura que tanto nos convoca. Comí ciento de empanadas, baile folclore y taquiraris y juré regresar, regresar, regresar. También fui los Esteros del Iberá y a Misiones. Fui a Maipú, muchas más veces de lo necesario. En estos últimos siete años se bajó el record mundial de los 100 metros mariposa. Un hornero hizo tres nidos en una ventana y la higuera dio higos cada año. Argentina fue oro en básquet y la selección nacional de fútbol quedó afuera del mundial en Alemania 2006 y Sudáfrica 2010 y de los juegos olímpicos que se realizarán en un mes. En estos siete años River se fue a la “B” y también ha salido campeón. Racing no ha logrado ni lo uno ni lo otro. Bernardo Neustadt se murió en estos últimos siete años y sus amigos tararearon en su velorio (ridículamente) la melodía de la canción de Piazzolla, Fuga y Misterio, que daba inicio al programa Tiempo Nuevo. También se bajó el record de los 100 metros llanos, varias veces. La más espectacular fue la de 2009 en Berlín cuando el jamaiquino, Usain Bolt, llegó a la meta y corriendo y todo como venía, abrió los brazos como un animal inmenso que vuela y mira al público. Baja la velocidad notoriamente antes de cruzar la meta diciéndole al mundo <<Puedo correr más rápido si quiero>>. El 15 de agosto de 2009, Bolt recorre los 100 metros en 9.58 segundos y se transforma en el hombre más veloz sobre la tierra. No transpira ni un poco, ríe en cambio, pero todos sabemos que sus pulsaciones van tan rápido como las de un recién nacido.

En los últimos siete años han muerto Néstor Kirchner, Alfonsín, Spinetta, Mercedes Sosa, Alejandro Doria, El Negro Fontanarrosa, Sandro, Caloi y mis abuelos. Todo esto por no nombrar a los muertos de Cromañón, los de la tragedia de Once, o las 8 mil muertes anuales en accidentes de tránsito, o los 5 mil suicidios anuales o los 3 mil homicidios de cada penoso año. ¿Y quién sabe cuántos niños han nacido en estos siete años, alguien sabe eso, lo han pensado? Muchos, muchos recién nacidos. Hace tres años nos fuimos por primera vez a la fiesta de Doña Luisa Carabajal en Santiago del Estero y quién puede calcular la cantidad de gente que se ha movido hacia aquél sitio en los últimos siete años. Las chacareras bailadas, la cantidad de cerveza bebida, la cantidad de gente que ha hecho el amor allí. Quién puede saber todo lo que hizo en su propia vida en los últimos siete años. Yo mismo no lo sé. ¿Vos lo sabes? A mí los recuerdos me vienen cruzados, amontonados, se me mezclan las fechas y los años. Qué vida estamos viviendo si es que acaso no podemos dar cuenta de nuestra propia existencia reciente. Tal vez la libertad produzca un torbellino de vivencias y experiencias que la mente no logra ordenar en la vorágine de lo cotidiano. Hace siete años yo desconocía el sabor exquisito del lulo.

Hace siete años Fernando Carrera iba a trabajar, cruzaba la calle en un Peugeot 205 mientras la Policía Federal le disparaba a matar confundiéndolo con un delincuente al que, se suponía, venía persiguiendo. El primer impacto de bala le destroza la mandíbula y lo dejo inconsciente de manera automática. Los trescientos metros que el auto recorrió sin control alguno de su conductor, se llevaron la vida de tres transeúntes que jamás llegaron a sospechar lo que allí sucedía. Los siete tiros restantes que impactaron en el cuerpo de Carrera no lograron matarlo, ni los diez y ocho impactos en el auto, hacer volar el automóvil por los aires. Carrera fue condenado a 30 años de prisión y estuvo siete años en la cárcel de Marcos Paz por un robo que no cometió y por unos homicidios que sí cometió pero sobre los que no tuvo responsabilidad alguna. Una causa que le armó la Policía Federal y que todas las instancias de la justicia fueron ratificando sucesivamente hasta que la semana pasada la Corte Suprema de Justicia ordenó su excarcelación. Hace siete años yo no la conocía a Pao.

Hace siete años Fernando Carrera cruzaba la calle en su Peugeot 205 y un segundo antes del primer balazo, ni su delirio mas logrado, ni su imaginación mas obstinada, le permitirían pensar lo perversa y traumáticas que pueden ser las estructuras que ligan al sistema policial y al poder judicial para que funcionen tan colusivamente en contra de un inocente, o incluso de un culpable si fuera el caso, y lo deteriorada que queda la subjetividad como consecuencia de esa ligazón. La pregunta es por qué la estructura estatal que la contiene permanece intacta e inmanente como las puertas del purgatorio y flexibles como la del infierno.

Ante la pregunta, ¿Qué recordas de estos últimos siete años? Fernando Carrera respondió, <<Recuerdo cada segundo, cada día de encierro, desde que entré a la cárcel hasta que logré salir la semana pasada>> Y comenzó a enumerar pesadillas compulsivamente, como un perro que escupe baba por la boca mientras la sarna lo toma por entero.

5 comentarios:

lau dijo...

como siempre muy bueeeeno, felicitaciones

Anónimo dijo...

espectacular nacho, de lo mejor que te he leído.

Anónimo dijo...

Dibuje Maestro

graciela del tano dijo...

Coincido con quien escribió que es de lo mejor que he leído (no solamente de lo que TE he leído.-

Anónimo dijo...

...me desconcertas......