22 jun 2012

La vida color de Lila

Por Nacho Fittipaldi
Las luces del teatro se pagan, el escenario queda en penumbras y la excitación del público hace que la gente grite. Pasan los segundos y nadie aparece, en cambio suena el himno nacional. Es 20 de junio de 2012 y esta mejicana guapa ya se ha salido con la suya. Todos de pie cantando el himno ante un escenario vacío esperando que ella aparezca. Pero no. Terminado el himno suben a escena los músicos y los primeros acordes suenan altos. Ella sigue sin aparecer, ahora se escucha la voz esperada y la sensación es como la de oír vibrar la tierra.

Cuando Lila Downs entra en escena, canta “Mezcalito” y dice a capella: “brinda con el pensamiento, gotita lluvia de calor, mi culpado vigi, es por mi culpa señor, bebí de tu memoria, aroma, tierra, agave y sol, yo soy la que le gusta, este castigo mejor” Entonces a mí se me atora la voz y ya sé que todo será de una intensidad inusual. Aparece de blanco, toda de blanco, desde el fondo del escenario y canta y grita con una voz de tierra que contradictoriamente limpia todo el teatro con un aura latina que a mí me mejora.

Son diez músicos, el escenario esta vestido de coronas de flores de color, no son ovaladas como las de los velorios nuestros; estas coronas visten los micrófonos de pie y sin embargo hay una sola cosa que concita todas las miradas y uno no puede quitarle la mirada de encima. Es hermosa, es morena, tiene el pelo negrísimo hasta la cintura y cuando ríe se ve centellear el mundo. De espaldas al público, es totalmente india. Es más morena en el contraste de su tez morena y el blanco de ese vestido de singular diseño. Lleva una pechera blanca, con una tela que es como las que cubren los altares en las iglesias, la pechera es bien pegada al cuerpo, no tiene pechos pero luce igual. Esa pieza se corta en su cintura. La falda está cubierta por una minifalda de la misma tela, es bastante corta pero insinúa más de lo que muestra.
Lo excepcional es lo que tiene por encima de la minifalda, es un vestido que le cubre desde la cintura hasta los tobillos pero deja ver su frente, de manera que de espaldas es un atuendo común, que de frente deja ver los muslos, sus rodillas y sus piernas completamente al aire y musculosas, firmes como el picor de un ají jalapeño; es como si le hubieran cortado la parte del frente y entonces la minifalda tiene el rol protagónico de cubrirle lo que de otra manera quedaría al aire. Ese segundo atuendo también es sumamente blanco y es de una tela brillosa e impoluta. Lila juega con la cola de su vestido, lo recoge y lo mueve en el aire, o gira y lo hace volar haciendo trompos. Como sea, ella va y viene todo el tiempo entre movimientos sugestivos que alcanza asiduamente y otros movimientos absurdos que combinan gracia y docilidad en un cuerpo que está en bruto y en un espíritu tan refinado. Como cuando hace un cacareo simulando a una gallina que empolla, o cuando de espaldas al publico nos regala su pelo y con las manos emula a una lagartija que corre entre la arena caliente del desierto mejicano o cuando se tira al piso y mira al techo y pide que el dolor cese y otra vez clama justicia con el puño en alto cerrado al cielo y a las claudicaciones.  Y va y viene, seduciendo alternadamente con sus cositas y su mestizar.


Al fondo hay una mesa de donde toma agua o mezcal, recoge chales hermosos con los cuales se viste alternativamente, se los pasa por sobre los hombros, o por sobre su cabeza, se tapa la cara y canta esa plegaría a La llorona, ¿llora?, ¿canta?, ¿gime?, ¿ríe? todo eso es su canto, ahí está la América Latina, ahí las rancheras, los corridos, el idioma zapoteco que pronuncia de vez en vez, las cumbias inigualables y todo lo demás que no sé de dónde diablos sale y que llega tanto y hondo. Su voz no tiene par y será por eso que cuando a Mercedes Sosa le preguntaron por su sucesora, ella dijo sin dudar: Lila Downs. Lila canta como una maza, pero también su voz puede ser un ananá en verano y como guiso calentito en invierno. Lila tiene agua en la voz y puede cortarse como un vaso al medio cuando se lo propone, sus tonos agudos duran lo que puede transcurrir entre un almuerzo y una sobremesa de domingo, larga y pausada, siempre arriba Lila canta y la piel estalla de placer, ella brilla y todos la miramos absortos en la versatilidad de su toda Ella.

Las plumas de sus chales van cayendo pero en verdad se elevan como otra plegaria voladora de la noche que se va yendo y ella volverá tres veces al escenario y la última será con lágrimas en los ojos. Nuestra es ahora la plegaria de agradecimiento, por estar esa noche allí ante lo inverosímil.  Está Lila, todo eso es su canto, todo lo baila y todo lo muestra. Lila es para afuera. Y la gente le pide una canción más para dejar de molestar, y cuando todo parece que ha terminado, quedan aún cuatro minutos para una emoción mas, Lila vuelve a cantar, la emoción intacta y las manos arden de tanto aplauso, Lila se va solo porque el público la deja ir. Y el espíritu queda manso, como agüita de rocío en las hojas perennes de un árbol latinoamericano.


2 comentarios:

Abigail LT dijo...

Amo a lila!

xxxx

cuentosdeadriana dijo...

Lila, explendida.
Lila flor latino americana.
Lila parte del flocklore de nuestra america que nos une y enorgullese.