Por Nacho Fittipaldi
Desde hace unos días está siendo
muy discutida la participación de Scioli en 678. Surgió una lección de
periodismo independiente a manos del periodismo de oposición acerca de cómo
deberían haber preguntado los panelistas de 678; un enojo de la audiencia de
678 para con los panelistas del programa, acerca de lo que no preguntaron; y el
espíritu de un revanchismo post-Randazzo enfervorizado por ver ahí, una
claudicación supuesta de los valores, principios, creencias, digamos una <<ideología>>
kirchnerista entregada al Sciolismo.
Desde el periodismo opositor se mofaron
del <<sapo que tuvieron que comerse los de 678>>. Se habló del buen
trato que recibió el gobernador, cuando fue notorio lo tenso que estaban todos ante el filo brilloso de las preguntas incómodas que finalmente se hicieron con el
rigor que se imponía. Los periodistas del programa estuvieron lejos de
ser condescendiente con el Nuevo Scioli y muy lejos de sentirse cómodos con la situación general. Se castiga a los panelistas del
programa porque no estuvieron <<tan>> agresivos, e incisivos, como el manual del
buen periodista indica debe hacerse ante un candidato presidencial. Práctica
que, por otro lado, no hay en TN para con el Blindaje-Macri.
El pase de factura del que mira 678, tiene que ver y está en dimensión relativa a las posturas que 678 había
tenido para con Scioli, en ausencia de Scioli, cuando él no era el candidato
del espacio PJ-FpV. ¿Puede perderse de vista este hecho objetivo? Esperaban una
pelea y encontraron algo <<acordado>> en el sentido que era explícito
el pacto de no agresión. Algo que Randazzo nunca comprendió, tal vez azuzado por el propio Zannini, algo que a la audiencia de 678 le encantaba, algo que
los panelistas de 678 ejecutaban con naturalidad y la comodidad propia de los
libre pensadores.
Desde la audiencia kirchnerista,
la crítica viene sobre una cuestión que trabaja sobre un principio del <<buen
periodismo>>: la re-pregunta. La audiencia de 678 tuvo un reproche
acerca de por qué no se le repreguntó a Scioli cuando él contestaba de manera
elíptica o se escurría por las veredas del camino hacia donde debería converger
la respuesta, en tal o cual sentido. Hábil como un leopardo, Scioli maneja esa
práctica mejor que ningún político argentino. ¿Tenía sentido llevarlo al terreno que mejor maneja? ¿Con qué objetivo? Scioli sabe qué es lo que debe
responder. Sabe exactamente lo que va a responder antes que la pregunta sea
enunciada porque sabe qué le van a preguntar (más aún en 678) y porque sabe
lo que quiere comunicar. Por eso responde siempre lo mismo. Desconocer esto es
subestimar su naturaleza, compleja por cierto.
La audiencia de 678 quería que
los panelistas lincharan a Scioli, querían ver la agudeza y la dominación intelectual por
sobre la gimnasia política del candidato presidencial, querían ver la sangre drenada
de la herida de Randazzo, querían redimirlo, querían que Scioli sintiera el
dolor de un parto llamado 678, querían que los panelistas de un programa
político, identificado desde hace un tiempo con el kirchnerismo/randacista
hicieran lo que no hizo Cristina. Absurda expectativa. Si Cristina le habilitó
la candidatura a presidente, ¿desde qué lugar los panelistas iban a
deslegitimar eso? ¿Con qué capital político-simbólico? Los panelistas hicieron
las preguntas que tenían que hacer, Scioli respondió y hasta ahí llegó el asunto.
No hay mucho mas para decir, así sucederá cada vez que se lo entreviste. Scioli
sabe con precisión qué es lo que quiere y necesita comunicar. Esperar un
linchamiento mediático en pos del periodismo independiente, parece insólito y absurdo
en un foro que se define así mismo como un espacio de periodismo militante y que es a las
claras un dispositivo (entre tantos de la productora PPT) de comunicación y de difusión a favor del oficialismo.
En todo
caso lo novedoso es que el programa fue correcto desde la funcionalidad que asumió en relación a la
estrategia electoral que trazó la conductora de este movimiento político, y desde ahora eso incluye a Scioli.
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