Por Eduardo Sansone
Recuerdo cuando era chico y papá nos contaba, a mis hermanos y a mí, que
cuando él era chico, tenía miedo a las pompas fúnebres. Entonces nos describía
esas pompas tenebrosas, con sus carruajes de color negro, sus caballos negros,
todo en negro, muy negro. Y sus correajes adornados, y el sonido del galope de
esos caballos. Y más caballos y más ruido y más miedo cuanto más dinero tenía
el difunto y su familia.
Esto lo recordé hace unos días cuando al llegar a una esquina, tuve que
detener mi marcha porque venía una pompa fúnebre. Otra, pero pompa al fin.
Solo un auto fúnebre. Con el ataúd y unas cuantas flores y muchos
jóvenes, muy jóvenes y muchos. Todos detrás de ese auto gris. En su mayoría con
el torso desnudo debido al insoportable calor, y en motos, todos en sus motos.
Gritando, haciendo explosiones con sus escapes. Gritando, pero con la misma
cara triste que imagino, tendrían aquellos deudos que apenas alcanzaba a ver mi
papá, antes de salir corriendo hacia el fondo a buscar refugio en la falda de
mi abuela.
Aprovechando que detuve mi marcha, cruzó una señora mayor delante de mío,
moviendo la cabeza de un lado a otro, reprobando lo que veía. Me di cuenta que
estaba sorprendida. Era algo raro, ¡es cierto! Entonces pensé que a esa señora,
quizás, le parecía más raro aún ya que, a lo mejor, se le venían a la cabeza
las mismas pompas de las que hablaba papá.
También recordé en ese momento lo que me contaba papá, y recordé
también, la pompa que tuvo él, cuando lo acompañamos en su dolorosa despedida. Y me di cuenta, que en definitiva es la
misma manera de despedir. Pompa es la ceremonia que se le hace a un difunto en
su despedida; y lo que yo veía no era más que eso. La pompa de alguien muy
joven, de poco dinero, distinta a las de antaño pero en definitiva igual, el
último adiós, el último andar junto a los amigos, y a los que lo querían.
Me consolé pensando que por lo menos estos amigos no necesitaron dinero
para poder hacer ruido. ¡Mucho ruido, mucha pompa!
También reconozco que miré a todos lados buscando a ese niño temeroso; no lo vi, no lo encontré.
También reconozco que miré a todos lados buscando a ese niño temeroso; no lo vi, no lo encontré.
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