Por Nacho Fittipaldi
Es importante decir que la
sesión del miércoles pasado fue álgida pero no infrecuente. Cabe destacar que
lo que sucedió con las botoneras fue increíblemente inoportuno pero cosa de
todas las sesiones. Por alguna razón, no muy compleja, el sistema falla.
El clima que la oposición
generó para el tratamiento de ésta propuesta de modificar el funcionamiento del
Poder Judicial, no la justicia, fue un elemento que deberíamos haber advertido
hacia dónde estaba dirigido. La oposición desairó a Cristina al negarse a la
invitación del anuncio de los proyectos de ley, o sea, sin haberlos leído aun porque
no habían sido enviados. Estaba manifiesta su voluntad de negarse a lo que
fuera que esos proyectos venían a modificar.
Luego asistieron tarde y mal
a la reunión de comisión y jugaron, un día después, a no dar quórum como lo
hicieron tantas veces. La estrategia de la oposición es no dar el quórum para
que se caigan las sesiones, independientemente del tratamiento previo del proyecto
de ley. Cabe destacar que hicieron esto en la sesión que finalmente aprobó la
Ley de Servicio de Comunicación Audiovisual, que había sido debatida en un
centenar de foros en todo el país. Entonces, ¿qué es lo que el debate en
comisiones (o en foros) vendría a legitimar y salvaguardar? O a la inversa, si
ellos juegan a no dar quórum y a espiar tras los cortinados el número de
diputados con los que cuenta el oficialismo, ¿por qué nosotros deberíamos
darles todas las instancias de debate que ellos reclaman fatigosamente en TN? Hicieron
lo mismo en la sesión que consagró el voto a los 16, ante la sorpresa de muchos.
¿Quién podía oponerse a esa ley? Ellos. Hicieron un papelón delante de 350
jóvenes que los miraban desde las bandejas del recinto. Es cierto que forma
parte del juego parlamentario pero también es cierto que lo sucedido el
miércoles en la sesión lo es. Todo, todo incluido el botellazo. Hasta la década
de los setenta el Congreso de la Nación proveía a los legisladores de licencia
para portar armas, y si lo hacía era porque los legisladores iban armados a las
sesiones, tal la naturaleza de sus pasiones y la convicción de sus principios.
***
Desde hace mucho tiempo, los
dirigentes políticos y los popes del periodismos independiente, denostan la
embestidura presidencial, su gestión de gobierno y su gabinete. Es cosa de
todos los días pero no por ello cesan en sus intentos. La decisión política de
Lanata y su producción de poner al aire la cámara oculta realizada al fisgón de
Fariña y al enojado Elascar (tremenda cacofonía con el AFCA), se inscribía en
una doble estrategia que buscaba agregar enfado callejero al 18-A, en la misma
semana en que el congreso daría fuerza de ley a los proyectos antes referidos, vehiculizando
la deslegitimación de una futura justicia en relación al Poder Ejecutivo. Alimentaban
así un mismo odio y hartazgo de las clases medias urbanas hacia distintas estructuras
del estado donde convergía el mismo personaje y todos los insultos: Cristina.
Lo que sí es menos frecuente es que un
conjunto de variables concurran y recaigan todas en una misma semana, en un
mismo día, esto fue lo que sucedió y no supimos interpretar.
No pudimos ver que esta vez
el cacerolazo era adentro del recinto.
No pudimos evitar caer en el
juego del fastidio y del hartazgo.
No pudimos interpretar al
recinto del congreso como un coliseo, como un teatro en el que casi todo esta
pre-configurado, ensayado, pensado y actuado. Lo grotesco de la transmisión en
vivo permitiría capturar lo discursos más encendidos y esperados como los
exabruptos mas infames y sobreactuados.
La
cosa se operó más o menos así:
Por un lado, durante la semana
previa al miércoles 24 se habló en todos los programas de la farándula y en los
noticieros de lavado de dinero, Fariña, Elascar, Báez y su vínculo con Néstor. La
naturaleza de los personajes propagó las repercusiones del caso con la
virulencia y velocidad de un virus en una comunidad.
La ausencia de pruebas es un
dato notorio del caso, y lo que han presentado como tales es menos creíble que
la declaración jurada de María Julia Alsogaray. Sin embargo el éxito del caso estaba
asegurado porque trabajaba sobre un supuesto del cual una parte de la sociedad
está convencida. Cristina es corrupta, Cristina se enriqueció ilícitamente,
Cristina utiliza las estructuras estatales para hacer negocios sucios, Cristina
necesita jueces propios para no ir en cana en un país en el que nadie va en
cana por robar, si es que antes se aseguró ser funcionario público. Cristina
necesita un fallo favorable sobre la ley de medios para hundir a Clarín. Lanata
esperó, según sus dichos, un año y medio para lanzar esta cámara. ¿Entre tanto
buscaba más pruebas? No. Esperaban el momento más oportuno.
Por otro lado, estaba el
debate en el Senado y en Diputados acerca de la reforma del poder judicial.
Sobre ella se criticaba el apresuramiento con el que se había tratado en ambas
cámaras el proyecto, la falta de consensos con las que el FPV había encausado
el trámite. Independientemente de ello, había un conjunto de predicciones
acerca de lo que la reforma traería como consecuencias inmediatas, todas nocivas,
claro, para el funcionamiento de la República que se hundiría con estrépito. Lo
obvio, para ellos, era decir que todos los jueces serían adictos a Cristina y
que cuestiones como las que Lanata se había encargado de investigar quedarían
impunes. El anudamiento de sentido entre el lavado de dinero kirchnerista (no
demostrado) y la reforma de la justicia para salvarse de ir todos presos, era
cantadísimo.
El intento de hacer ver que
el Congreso de la Nación estaba siendo utilizado como una escribanía que ni
siquiera reparaba en la “inmensa” cantidad de gente que se acercó a la carpa
blanca y a la manifestación ocasionada mientras diputados sesionaba, eran otro
intento más por instalar la ilegitimidad de los representantes del pueblo que desconocían
a una porcioncita del pueblo que estaba en la puerta del Congreso. Es curiosa
esa idea de que cuando las manifestaciones las convocan ellos, sean de cinco mil
o un millón de personas, es suficiente para torcer el mandato popular que
implican los votos en las urnas de octubre de 2011 y los de 2009.
Finalmente aparece una carta
del Presidente de la Corte Suprema de Justicia diciendo que hay ciertos riesgos
que serían convenientes evitar realizando algunas modificaciones en el proyecto
de ley. Entonces se produce la tercera deslegitimación. Aparece Carrió en
escena legislativa y mediática, todo en vivo, y revalida su afán por la denuncia.
Lorenzetti y Cristina pactaron algo espurio por lo tanto no hay justicia
independiente, incluso antes de la polémica votación. Carrió regresa a ser
noticia, y esta vez muchos intentan darle credibilidad porque lo que dice se lo
han dictado. Entonces hay un poder ejecutivo corrupto, como lo demostró Lanata.
Un Poder Legislativo sometido a los designios de una mujer que es bipolar, ninfómana y tantas otras cosas. Y un Poder
Judicial que ha pactado con la cabeza corrupta del ejecutivo. La operación está
hecha.
Detrás de todo ello hay un
intento manifiesto por deslegitimar los tres poderes del estado. Hay un
esfuerzo considerado por demostrar que las instancias conocidas para remover la
autoridad presidencial, sus legisladores, e incluso la principal cabeza del
poder judicial, están obsoletos. Ante eso cabe preguntarse cuál es la salida a
ese escenario ya que lo legal esta deslegitimado. Qué es lo que están buscando,
qué objetivo indecible se han propuesto, están agitando a la población para que
salga enervada a las calles, hay imágenes
que remiten tristemente al 2001 sin que haya un solo elemento comparable con aquello,
están a la búsqueda de un elemento que aún no consiguen…quieren sangre en las
calles para completar el escenario de caos que el miércoles lograron obtener en
la cámara de diputados, para que finalmente pidan la renuncia de Cristina o
concreten el golpe de estado que están buscando desde hace mucho tiempo.