Por Nacho Fittipaldi
Hay trabajos y trabajos. Para quien lo ejerce, todo trabajo es odioso. Sin embargo, aquel que asume que su trabajo es odioso, podrá ver que hay otros muy peores al propio. Quien trabaja en una panadería protesta porque los feriados caen siempre los días lunes, pero será sensato al evaluar que peor que eso es trabajar en un camión atmosférico o ser controlador aéreo. Los ejemplos abundan: guardia de seguridad privada en Irak, lavador de vajilla de un restaurante de 500 cubiertos (o sea 500 platos, 500 cuchillos, 500 tenedores, 500 cucharas, 500 copas), masturbador de ganado, operador de manejo de desechos médicos, operador de motosierras en el Chaco, buzo de la Policía Federal en la División Bomberos de La Boca, minero en Chile y los ejemplos podrían alargar esta larga lista.
Trabajar en la fotocopiadora de la facultad de humanidades de la UNLP, es uno de los trabajos más rutinarios que pueda haber y un generador de angustias infinitas. Fabio encuentra un descanso en medio de la jornada ajetreada, son las 15.45 Hs de un miércoles cualquiera y sabe que en quince minutos coincidirán todos los cursos en el recreo de las 16 Hs. Es una horda de jóvenes que estudian compulsivamente, salen a encargar los textos que sus profesores les han exigido para la próxima clase, como si de ello dependiera muchísimo, el destino de la patria. En las universidades argentinas las bibliotecas son poco frecuentadas, aquí trabaja con fotocopias. Es un delito, todos lo saben pero no hay tantas bibliotecas como para atender la demanda de tantos lectores, y peor que eso sería poner el precio de los libros al alcance de los estudiantes. En general encargan textos de Güattari, Deleuze y Derrida o cualquier autor europeo que jamás ha sabido qué carajo es la Argentina pero que aun así, los profesores se empecinan en enseñar obstinadamente. Los estudiantes universitarios finalmente, se gradúan expertos en categorías inapropiadas y temas que no pasan ni de cerca por estas latitudes. De un momento a otro Fabio debe fotocopiar doscientos treinta y tres textos de Güattari, lidiar con la carpeta de la materia que tienen textos en francés, la mayoría de los alumnos no lee francés pero los profesores obligan a que fotocopien de igual modo esos textos, aunque jamás los lean. Las fotocopiadoras van levantando temperatura a medida que las hojas se acumulan, como si los aparatos detectaran la maniobra delictiva y la expresaran en ese agregar grados centígrados al pequeño espacio en donde cinco personas atienden las demandas de estos futuros profesionales de la abstracción. En cuestión de minutos la fotocopiadora de humanidades se convierte en un inmejorable sitio para poner a levar una masa para pizza, el calor es agobiante. Alguien le ofrece un mate amargo, él no está familiarizado con ese sabor astringente y con esa costumbre poco higiénica, no ha aprendido a decir que no, Fabio acepta el mate que le ha ofrecido la muchacha de la chalina y el morral, mientras sigue haciendo copias ilegales. Se siente un delincuente pero sigue mecánicamente, una vez que la fotocopiadora se ha puesto en marcha nadie puede detenerla, este país no se compara con nada piensa Fabio, que debe juntar algo de dinero para viajar por las otras provincias que, le han anticipado, son tan maravillosas.
Fabio trabaja extrañado, piensa que es muy raro que en todas las carreras de la facultad de humanidades no haya textos de Perón, se sorprende. ¿Acaso no ha sido el personaje que ha transformado la historia de la argentina durante el siglo XX, no ha escrito una veintena de libros sobre filosofía y ciencia política? Fabio es español y en los siete meses de estadía que lleva en este país, ha comprendido ese tipo de cosas. De inmediato se fuga en otro pensamiento, se alivia de saber que este trabajo es sólo pasajero y que su destino es viajar, pero hay algo que lo inquieta, la fotocopiadora dicta el pulso de su reflexión, sigue, una voz desde la multitud le encarga un texto de Jürgen Habermas, y él piensa en cuántos llamados recibirá por día el presidente de los EE.UU. Hoy ha muerto un operario de ferrocarriles en Seattle y es noticia en todo el mundo.
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