3 feb 2019

El día que me recomendaron una crónica genial


Por Nacho Fittipaldi

Es el cumpleaños de Pablo y eso desde hace muchos años es una ceremonia. No es Pablo mi hermano si no que es otro Pablo que es como mi hermano. Día de sol colado entre los árboles, de temperatura templada, de hojas que se mueven con el viento frío. Llegada la tardecita las gentes comienzan a irse y entonces recuerdo que debo regalarle un libro al tío de pablo que es un tipo al que aprecio y con el que con el correr de los años, puedo decir, hemos cultivado una relación de amistad. Cada vez que viene de San Juan nos juntamos a comer, y en nuestro caso, a beber. Carlos no toma alcohol, o casi, no parece sanjuanino. De pie, mientras converso con él apoyados en lo que será una barra, algunas personas pasan y ven el libro que Carlos acaricia con su mano, “¿este es tu libro Nacho?”, “te felicito”, “me gustaría leerlo”, dicen algunos mentirosos, nada trascendente ,ni original. Con el libro en la mano y el autor presente deben decirse muchas cosas para no desentonar. Sin embargo en ese ir y venir, el cumpleaños es multitudinario, aparece otro tío de Pablo del que apenas sé su nombre pese a que lo veo hace muchos años para esta misma fecha. Ahora recuerdo que una vez estuve en su casa de Capital Federal, no sé bien por qué. Creo que con Pablo nos perdimos al llegar. Mide 1, 84 o más, barbudo, escondido tras tus anteojos portentosos, ojos claros, panzón pero de estructura flaca, no es gordo, es panzón. Alejandro es como un oso en comparación conmigo. Carlos le dice “él también hace aguas abiertas” algo que asumo como un chiste familiar que nadie desmentirá. Ahí nomas Carlos queda relegado porque no es un chiste, a los minutos se va, el tema le importa un carajo. Alejandro en cambio empieza a hablar de él, y como me interesa no lo aborto, de a poco da paso a mi historia, a mi libro, a mis crónicas de aguas abiertas. Es algo aburrido hasta para mí mismo pero es algo de lo que puedo hablar. La charla es larga, él no se aburre, yo menos, tomo vino, termino un Mariflor, a una hora en la que no se bebe vino excepto que sea un Mariflor. Uno a uno se van yendo, ya cayó la noche y la casa da muestras de estar evidentemente en construcción. El piberío corretea por ahí ya sin la mirada rigurosa de sus padres. Alejandro me dice que él no sabía que yo nadaba, ocurre que hemos compartido torneos en pileta y hasta algunas carreras de aguas abiertas en simultaneo aunque el nade distancias menores a las mías, y no nos hemos cruzado jamás. Me pregunta qué he nadado últimamente y entonces aparece el tema de la carrera de Necochea y la de Villa Gesell, esta última no la nadé pero sé por mis compañeros que fue un parte aguas en la vida de cada uno de ellos, excepto para los que ya habían pasado por algo similar en los 10 km de Necochea la Ríomar. Alejandro me dice, “tengo un conocido que la nadó y me dijo que fue muy, muy, dura. Incluso –dice mirándome por arriba de sus anteojos que son grandes como un cohete a la luna- hay un flaco que la nadó y que después escribió una crónica que está muy buena, en la que relata esto mismo que vos me decís. El cansancio, la soledad, la cabeza que te traiciona. Te la voy a pasar porque está muy bien escrita” mientras él me habla yo sé qué es lo que ocurre. Entonces lo miro y me dan ganas de cancherearla, lo juro, me dan ganas de llamar a mi hermano que anda por ahí, a mis hijos, al tío Carlos, a Pao, a todos y hacerlos oír esta jugarreta de las redes, este estrellato mínimo y perentorio, este Cervantes de la literatura de calles de tierra villavisenses, pero en cambio me sale una cosa más humilde, le digo así como entre nosotros, despacito, “esa crónica la escribí yo”. Alejandro me mira descreído, agrega, “no boludo, cómo la vas a escribir vos si yo te conozco, vos sos –hace un bache porque no sabe mi nombre pero sí mi apellido, igual me pasa a mí con él- vos sos…Fittipaldi” Y en verdad no nos conocemos  solamente nos vemos una vez al año hace veinte años, pero nada sabemos uno del otro. “La crónica se llama La peor carrera de mi vida –le digo mientras le muestro el enlace en el celular- la escribí yo” Entonces Alejandro se agarra la cabeza, se levanta el pelo, se rasca, lo llama a su sobrino Pablo y le cuenta la situación. Pablo está desbordado, corta torta para que los invitados se lleven , saluda desanimado y entra en la cuenta de toda la gente con la que no estuvo, además, y esto es lo fundamental, le chupa un reverendo huevo esta casualidad. Entonces Alejandro me dice algo evidente, no sabía que escribías, esa crónica se la pase a medio mundo, me gusto mucho, che te felicito, en serio” Cosas así suceden muy poco y parecen inverosímiles, esa crónica es, hoy por hoy, la crónica más leída de mi blog con 1300 lecturas. Ayer por primera vez me recomendaron leer mi propio texto.

1 comentario:

Unknown dijo...

Excelente recomendación te han dado Nacho. Hacele caso y lo vas a disfrutar