Por Nacho Fittipaldi
El tren llega
puntual. Yo no. Corro hasta que las puertas se cierran y apenas logro meterme
de costado entre una hoja y otra. El cuerpo todo duro aún después de entrenar. Son
las 10, 08 horas del último día de la semana. Ingreso al primer vagón y en los
pocos asientos que quedan veo un pibe caracterizado como un pibe chorro,
digamos. Ropa Adidas, zapatillas Nike, gorra, aritos en la nariz y la comisura
del labio. Está sentado contra la pared del tren y atraviesa con sus piernas el
asiento que podría ser usado por otro pasajero. Grita algo indescifrable, se está
gritando con alguien. Pienso que lo mejor, a los fines de leer durante el
camino o escuchar música, es buscar otro vagón. En el próximo me siento. El tren
toma velocidad y a los pocos minutos se oye la voz de una señora decir “Podes
bajar la música?? Estoy intentando dormir” La señora está fastidiada. En ese vagón
en el que decidí no estar hay, además del piraña, otros dos pibes, con el mismo
aspecto que el otro, pero ellos están juntos y sentados más cerca de donde lo
estoy yo. Escuchan cumbia con el celular a todo volumen. Es molesto. Uno de
ellos responde “Eyyy doña, son las dié, esta no es hora de dormir” Ambos ríen. El
piraña también ríe. Hay complicidad. Todos los pasajeros de ese vagón y del
mío, giramos para ver la escena sin dar crédito a la situación. La señora lejos
de arrugar, arremete. “Sigan jodiendo y llamo al de seguridad”. Digresión: Desde
que el tren ha vuelto a circular, ya no hay más gendarmes o federales
recorriendo los vagones, para bien o para mal. Ahora hay una empresa privada
que provee la seguridad al servicio de tren con unos corpulentos muchachotes
con cara de pocos amigos y menos formación. “Ey señora por qué va a llamar a la
seguridad si no estamo haciendo nada??” La señora hace como si no los oyera, el
tren atraviesa el Parque Pereyra y la situación se complica cuando el piraña se
mete en una disputa que le era ajena. “Ey doña, cuando usted habla por celular
a los grito, yo le digo que se calle??” El piraña está bastante más atrás que
los otros dos que son los que escuchan música, el tren eléctrico es muy
silencioso y todo se deja oír. Algún otro pasajero intenta hacerlos callar. Sin
mediar aviso aparece un seguridad y la señora le explica la situación, los
pibes se defienden con argumentos de niños, es decir, son adolescentes pero se defienden
como Piero. Yo no hice nada. El seguridad le pide que se ubiquen, que bajen el volumen,
cosa que ya habían hecho, y el piraña desde el fondo le grita al de seguridad, “Callate
vigi” El morochazo busca con la mirada al desafortunado que esgrimió la provocación.
El de seguridad recién ahí se percata que hay un tercer pibe chorro, por así
decir, y para hacerme entender. Entonces se dirige hacia él, todos estamos
mirando la evolución del conflicto, “Qué dijiste??” El piraña está sentado,
ahora como corresponde, usa solo una butaca. No responde. El seguridad está
casi encima de él, arrinconándolo, lo intenta nuevamente, “Qué dijiste??” el
piraña no responde, utiliza evasivas pero no repite lo que dijo, sabe que hacer
eso es ganarse una golpiza que por ahora evita. Entonces el seguridad le dice “Vos
te vas a callar, el que se calla acá sos vos” Hay cierta retorica en las
palabras del tercerizado que no sabemos si el piraña comprende, hay un
conflicto entre dos sujetos de distinta índole. Se abren las puertas, Pereyra
quedó atrás, el viento cruje los plátanos de la estación Hudson. Sube un ciego,
el muchacho canta, se para en el medio del quilombo, al lado de la señora que
ahora está francamente incomoda y los dos pibes que ya no escuchan música, el
piraña les restó protagonismo. Ellos bajarán en la próxima estación. Ya no hay
complicidad. El ciego lleva zapatos náuticos azules con cordones blancos,
bermuda con estampado militar, riñonera negra y remera blanca con estampado
militar. No lleva anteojos de sol. Su repertorio es olvidable, su tono de voz elevadísimo.
Las gentes que quedan de espalda a él se
asustan cuando el muchacho entona, sin previo aviso y casi a los gritos, con un
caudal de voz notorio, una canción de Diego Torres que no es Color Esperanza. Su
grito inicial es interpretado como parte de una pelea iniciada entre el piraña
y el seguridad. Volvemos a girar la cabeza para corroborar esto. Falsa alarma. De
frente veo venir al guarda, un gordito simpático que intimida bastante menos
que el seguridad. Un heladero ofrece
helados en palito. En ese momento el seguridad toma del brazo al piraña, se
resiste a penas, cuando ve al cancho se entera de que lo van a bajar, el tren está
detenido en la estación Plátanos, afuera los plátanos brillan a la luz del sol.
“Eyy don, le juro que no hice nada, tengo boleto y todo” A esa altura el resto
de los pasajeros grita “Dale pibe déjate de romper las pelotas, bajate” Piraña
responde “Callate vo, la concha de tu madre” El seguridad interviene “Terminala,
bajate y listo” No hay mal trato. La señora agrega “Ves querido que sos un mal
educado” delante mío la señora que viajaba tranquila se ha bajado. Su lugar es
tomado por una señora mayor, como de 75 u 80 años, acompañada por su hija de 55
mal llevados. El guarda y el seguridad bajan al piraña del tren. Piraña jura
que esto no va a quedar así. El tren arranca.
El dúo que
acaba de subir hablará desde Bernal hasta Constitución, sin solución de continuidad
(algún día alguien tendrá que analizar gramaticalmente esta frase). La cosa
arranca así, la hija que es imparable en su verba, habla rapidísimo, sin
pausas, sin comas, sin avisar que cambió de tema, enuncia 9 de cada 10 palabras
dichas entre ellas, dice: “Viste que estos hacen paro otra vez. Los de la
bancaria” Lleva pantalón floreado y remera rosa, anteojos de sol tipo Sofía
Loren pero comprados en Constitución, pelo raído, negro, se dejan ver sus raíces
blancas, digamos que clase media resentida, votante de Macri, de esas que no le
dan colaboraciones a los basureros que pasan el 23 de diciembre porque creen
que no son basureros. “Nos tienen de rehenes que se dejen de joder, yo le dije
a Alberto, vestite y anda a sacar unos pesos porque nos vamos a cagar de hambre,
y ahí lo dejé. Viste que lo de la periodista que se murió al final le habían dado
fotos truchas al juez, al juez o al fiscal nunca sé, claro parece que no eran
del endoscopio con el que le hicieron la endoscopia, era otro, más viejo, me
entendes, ma?? No me extraña estos de La trinidad son re truchos, estos,
aquellos, son todos iguales, el marido dijo que quiere justicia, no por él, por
los hijos, me entendes, ma?? Los médicos se cuidan el culo entre ellos, me
corté el pelo no me dijiste nada –la señora mueve el pelo de acá para allá
mostrando como le quedó, el pelo es un rotundo desastre- me corto y no me decís,
ves?? Ayer lo tenía hasta acá, no veía un carajo, no me voy a cortar como vos,
no me digas porque no, basta ma, ya me pele una vez y te acordas como me
quedó?? No ma, no me queda bien, me entendes, ma?? Tintura como esa que usé la última
vez no uso más, me agarro alergia, me salieron granitos en la cabeza, como me
picaba ma, no había nadie en la peluquería, pase, mire, no había nadie, sabes
cómo me tire de cabeza, no?? Así, frushhh, de una, los negocios todos cerrados,
después se quejan que no venden, se pierden ventas, me entendes, ma??
De fondo y a
lo lejos, mientras el tren sigue su rumbo, se escucha al ciego seguir con su
esquivo repertorio, parece irse, parece estar allí inmaculado, sigue cantando
sin juntar los pesos suficientes para los bizcochos, cansino en el andar.
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