Por Nacho Fittipaldi
El alemán mide 1,90, es flaco
como una espiga y todo su cuerpo es blanco y disciplinado. Es un alemán en todo, excepto porque no toma alcohol. Una rareza. Hace años que vive en Argentina y
nada en Poseidón o como dice él "Poséidon", acentuando la <<e>>. Su español
es claro pero ante determinadas situaciones no alcanza para comprenderlo, es
decir también es confuso, solo por momentos,
conjuga mal algunos verbos pero se hace entender. Más de lo que yo podría en Alemania.
Si yo viviera en Alemania tomaría mucha cerveza. El alemán nada como una
bestia. No conoce otro ritmo que ir fuertísimo. Y ríe. El alemán ríe mucho. A veces
no comprende el español, o sea, si hablas con él mano a mano sí, pero en una reunión de
muchos algunas cosas se le escapan.
Este diálogo se da en el vestuario
de Poséidon luego del entrenamiento de hoy. Yo estoy afeitándome con una maquinita sin filo la prominente
barba de las vacaciones, estoy frente al espejo viendo a través de él y
escuchando la conversación entre el alemán y un sujeto al cual no nombraré por decoro. Este sujeto al
que llamaré Alexis es un típico argentino promedio, o al menos un argentino de
los que hay muchos: Engreído, desubicado, xenófobo, charlatán, etc. En las
duchas se escucha el agua correr, Emi esta allí y se perderá lo que narro a
continuación.
El alemán está comiendo banana,
de pie le saca una cabeza y media a Alexis que debe medir 1, 75. Cuando Hayo termina
la banana, así se llama, arroja la cascara al
tacho de basura, inmediatamente y como si él hubiera tirado un palo verde,
Alexis mete su cabeza dentro del tacho mientras dice, “¡No la tires! -como si fuera un delito penal- Tengo
cobayos”.
- - Perdón –dice el alemán con acento extranjero-.
- - Que tengo cobayos…
- - ¿Caballos tienes tú? –confieso que yo también oí
caballos por lo tanto muestro mi sorpresa al imaginar un caballo comiendo
cascara de banana, pero viniendo de Alexis no es raro oír cosas raras-.
- - Noooo alemán, cobayos.
- - No entiendo, ¿que son coballos? –el alemán mezcla
las dos palabras, caballo y cobayos, habla lento y pausado, siempre, como si
bajara recién del avión, Alexis arremete-.
- - Cobayos, alemán, chanchitos de las indias –dice Alexis
haciendo con sus manos el gesto del tamaño característicos de esos inmundos
roedores. Desde el espejo se ve todo tan absurdo que ruego para que alguien más
esté presenciando esto. Giro para comprobarlo. Nadie. El alemán y Alexis están frente
a frente, ninguno de los dos logra hacerse entender ni comprender-.
- - ¿Chanchitos de las indias? –dice el alemán más
confundido aún-.
- - Sí, alemán. No sabes lo que es un chanchito de
la india? –Alexis eleva el tono de voz como cada vez que alguien habla con otra
persona de lengua diferente y no logra hacerse entender-.
- - No –el alemán es más bueno que un cobayo-.
- - Chanchito de la india, cobayo, Guinea Pig, alemán!!!! Es como un conejo pero no es un conejo, que se yo.
- - ¿Que dices? –el alemán está totalmente
desorientado y en su rostro hay sorpresa y un dejo de frustración, le han
nombrado una misma cosa con tres nombres diferentes y no entiende. Largo la
carcajada. El alemán me mira como buscando ayuda-.
- - Guinea pig alemán, guinea pig!!! –Alexis continúa
con sus manos abiertas marcando el tamaño del cobayochanchitodelaindiaguineapig-.
- - No comprendo
- - Bue no importa, me la llevo
El dialogo se corta abruptamente, la cultura, los idiomas, los gestos, a veces no alcanzan a nombrar lo concreto.
El alemán se aproxima, se pone junto a mí, mira mi rostro en el espejo y pregunta.
El dialogo se corta abruptamente, la cultura, los idiomas, los gestos, a veces no alcanzan a nombrar lo concreto.
El alemán se aproxima, se pone junto a mí, mira mi rostro en el espejo y pregunta.
- - ¿Como se llama él?
- - Alexis- respondo yo, aún tentado-.
- - El Alexis –dice Emi que sale de la ducha. Otra vez el alemán se pierde el chiste. Desconoce esa habitualidad de poner el articulo “el”
o “la” delante de nombres: El Sergio, La
Norma, El Facundo, El Alexis. Largo la carcajada, escupo espuma de afeitar, Emi
y yo reímos, el alemán mira sin comprender, sonríe. El alemán pregunta-.
- - ¿Habla un poco mucho, no? –para sus cánones esto
que acaba de afirmar en forma de pregunta es una licencia que se ha tomado, tal
vez incómodo por la situación con El Alexis-
- - Así parece, no le des bola.
El alemán se va mientras se pasa su protector solar 50, es blanco como la sal procesada, como cada día de su vida en los que lidia con vicisitudes así de desconcertantes, independiente de la estación del año y de la potencia del sol, el alemán está siempre con protector solar, protegido, solo del sol.
El alemán se va mientras se pasa su protector solar 50, es blanco como la sal procesada, como cada día de su vida en los que lidia con vicisitudes así de desconcertantes, independiente de la estación del año y de la potencia del sol, el alemán está siempre con protector solar, protegido, solo del sol.
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