Por Nacho Fittipaldi
Suena la alarma. Eso quiere decir dos cosas: Pao se quedó
dormida; son las 05.05 de la madrugada. Mi alarma era el reaseguro de no quedarme dormido
justo hoy. Afuera llueve y es día domingo. El clima de la noche previa y éste,
son idénticos a la noche previa de los 20 km en San Pedro. ¿Un presagio? Ya
pasaron quince días de aquello y mi cuerpo recién esta semana comienza a
acomodarse. En estos días, nadar fue como acomodar una serie de ideas y movimientos
mecánicos que luego de aquello fueron puestos en duda. Es domingo, día familiar. Para cualquier
persona normal esto es una locura, para nosotros es ponerle fin a un año extraordinario
y brilloso como una pieza de plata recién lustrada. Afuera el clima es inclemente,
llueve y hay 18º. Un té, dos tostadas, media banana y estoy en el auto rumbo a
Poseidón. Según se ha acordado 6,15 Hs es el horario de reunión para salir
hacia el CeNARD. Busco la música que cada día escucho antes de entrenar, trato
de encontrar referencias conocidas que me lleven tranquilidad, templanza y
disponerme a disfrutar. Para mi sorpresa, aunque comienza a ser constancia, no
estoy nervioso. Lo de hoy es para disfrutar y no pienso enrroscarme en la lógica
del cronometro que es cruel e injusta. O por muy justa: Cruel. Tal vez ese sea el principal secreto de este
año que termina para mí como ningún otro.
Es la octava y última fecha del torneo metropolitano y
Poseidón va primero, secundado por Universitario de La Plata que en la séptima
fecha se acercó demasiado. Pero esta crónica no es un relato sobre un triunfo especifico,
ni colectivo. Este texto busca poner en palabras una experiencia personal, la
de 2017, pero que a su vez es la historia de mis últimos años de vida en donde Poseidón,
esa pileta de barrio, estuvo siempre presente, tanto por el placer que me da ir
a nadar, como la angustia que me generó los meses o años en los que nadar con
frecuencia se hizo imposible. Esa angustia, esos kilos de más, ese exceso de
toxinas en el cuerpo y el cerebro es lo que hoy, en un sentido exactamente inverso,
tengo para celebrar.
Empecé a nadar en Poseidón en el año 2008 o 2009, iba a pileta libre, sumaba 2000, 2500 metros por día, hasta
que un amigo en común con Agustín me dijo que había un equipo. Hablé con él y ahí al
toque empecé a nadar con Facu, Bombino, Sagula y Laurita; a veces venia Chicho,
Ale Cao y Rancho. Al poco tiempo me separé e ir a la pileta se convirtió en un
lugar en donde ir a nadar y llorar. Escondía mis lágrimas y las camuflaba en
agua. Desde entonces seguí nadando pero perdí la costumbre de entrenar en
equipo y comencé a nadar solo. Nunca mas volví a entrenar a ese nivel, como aquel año. Nunca hasta 2017. Muchos de ustedes me conocieron así, como “el
que nada solo”. Una práctica difícil que hoy me parece absurda e incomprensible.
Cuando me cruzaban en el vestuario, algunos de ustedes me preguntaban por qué
nadaba solo, o por qué no competía, dado que yo hacia el mismo entrenamiento
que ustedes pero en estricta soledad. Entonces mis respuestas eran elípticas,
me mostraba seguro en ellas pero internamente había muchas cosas en juego que
no estaba dispuesto a arriesgar. Aspectos que este año logré sortear con
madurez, voluntad y poniendo a un lado los prejuicios personales. Ese crecimiento no entiende de cronómetros.
En 2013 llegó mi primer hijo, Piero. En 2015 el segundo, Sabino. Mi vida
se re-significó, mi vida en pareja tomó un nuevo sentido. El 6 de marzo de
este año me sumé al turno de las 8 Hs (aunque yo llegue 8,10 y los miércoles 8, 20)
y eso, aunque parezca algo menor, o tonto, cambió mi vida y mi relación con la
pileta. Por segunda vez estaba nadando a un muy buen ritmo y en equipo pero a diferencia de aquella
primera, ésta vez no solo me incorporé a un equipo de natación sino que me sumé
a un grupo ya armado, con sus lógicas, sus códigos, sus roles asignados para
cada quien. Ese fue otro gran desafío para mí, amoldarme a eso. Ese grupo de
gente en donde el compañerismo, el sentido de grupo, y el
cariño por el club está en primer plano me hizo un entrañable espacio. Para mi
ir a nadar dejó de ser solamente ir a nadar, en mayo me sumé al grupo del
gimnasio, entonces cada día se convirtió en un motivo para reírnos,
chicanearnos, con algunos también ha sido una posibilidad e ir más allá de lo específicamente
deportivo y hemos podido hablar de literatura y política que son mis otras dos pasiones. El gimnasio me dio fuerza, explosión, resistencia, todo se plasma en el agua y en mi cuerpo. Nadar asumió el placer de sentir esas nuevas sensaciones en el agua que el trabajo en el gimnasio me permitió. Llegaron las cenas, los mates post-entrenamiento, las competencias, los viajes,
mas mates. Eso amplío mi marco de relaciones. Estoy grande, no quiero hacer
nuevos amigos a esta edad, estoy cada vez más intolerante y sectario, pero acá
la cosa se pone linda porque eso se va dando solo, naturalmente, y no es muy común
empezar a querer gente de un día para el otro, sentir aprecio, respeto y en
algunos casos admiración por lo que cada uno de nosotros hace para poder estar ahí a las 8 hs de la mañana, o a las 20 hs de la noche. Todos acomodamos nuestras vidas para poder estar ahí a una hora determinada para poder hacer eso que amamos. Pero si las amistades vienen, no voy a hacer nada por obturarlas.
En eso estoy…
Entonces acá estamos, somos 60 hombres y mujeres que tienen
que cerrar un torneo largo de ocho fechas que se inicio en marzo o abril. En el
medio, en octubre específicamente, Poseidón quedó 3ro a nivel nacional en el
torneo argentino de natación máster. Siendo superado solo por dos clubes que en
verdad funcionan como franquicia, son muchos nadadores que nadan para un club
que no existe como tal, más allá de los torneos, es decir, no comparten pileta,
horas de entrenamiento, no hay cenas, no hay mates post-entrenamiento, ni nada.
Entrenan por separados, se juntan para los torneos y obtienen buenos
resultados. Lo nuestro es otra cosa. Yo me quedo con esto, esto es una pileta
de barrio con un nivel y cantidad extraordinaria de nadadores. En ese sentido Poseidón
es la pileta más grande de la república argentina. Pero esa grandeza no le
viene solamente de la calidad de nadadores, que los tiene y en cantidad, sino
que eso está atravesado por el vínculo entre esos nadadores de élite y los que
somos del montón. Es la voluntad de los no dotados, el talento de los tocados y
la mística de un club que encontró en el fallecimiento de Juan Pablo un motivo
para darle un sentido real a la vida y al disfrute de nadar. Es la mixtura
entre la persistencia de Pepe y la potencia de Facu. La técnica y plasticidad de
Claudio o Franco mezclada con el estilo mesozoico y efectivo de Ipiña. La
elegancia de Roberto con la vigorosidad de Beto. La dedicación de Emi para explicarnos cosas obvias que los voluntariosos desconocemos. Y eso convive ahí, fluye
adentro y fuera de la pileta. Las jodas y risas son también un rasgo
distintivo. Incluso en momentos como estos. Hoy, cerca de mi primera prueba uno
de los chicos me preguntó “No estás nervioso, boludo??” y la respuesta fue No. No
podía estar nervioso porque pese a estar en el CeNARD y en esas instancias, lo
que yo estaba viendo era un grupo de gente que la estaba pasando bien, que iba
a nadar y como consecuencia de eso obtener un resultado, y no al revés. No puedo
estar nervioso porque estoy disfrutando, no puedo si veo que en esa pileta
gigante y amedrentadora está Margarita, tiritando allá arriba del cajón, lista
para partir y nadar los 400 libres a una edad indescifrable, ¿65 tal vez? Tal
vez más. Cuando termina su carrera la voy a buscar y la ayudo a salir del agua
pero básicamente voy porque me emociona su esfuerzo. Le doy un beso, la
felicito, la hidrato.
Los minutos pasan, estamos al costado de la pileta, es el
turno de las mujeres, las gorras de Poseidón se ven en todos los andariveles, son
como un gas diseminado en una habitación cerrada, están por todos lados, los
resultados comienzan a aparecer. Llega nuestro turno, estamos en la zona de pre-competencia,
una vieja de la organización nos caga a pedos porque llegamos tarde o porque no
hacemos lo que ella quiere, como ella quiere. “¿Harían esto es un torneo
internacional?” grita desbocada. Las risas cómplices siguen tras su provocación.
No hay nada más fácil que burlarse de un viejo. Al lado mío otro compañero de
Poseidón me dice que esta re-nervioso y que cagó tres veces en lo que va del
día, son tan solo las 10 de la mañana. Casi no nos conocemos pero me cuenta eso, me
parece fantástico. En verdad, el miedo, la ansiedad y el cagazo son cosas que
uno suele esconder, pero él lo blanquea de una manera extraordinaria, sincera. Entonces
apoyo mi mano en su hombro e intento animarlo, le digo lo que me dicen a mí y he logrado, "Disfruta!!!". Nadamos los 400 libres en
andariveles contiguos casi toda la carrera juntos, nada fuerte, sale fuerte, me saca apenas unos
segundos de ventaja, salgo del agua contento, hice una buena carrera, tomo todo esto como un enorme aprendizaje, observo, aprendo, me
equivoco, corrijo sí puedo. Estoy agotado y no tengo tiempo de recuperarme para
los 50 mariposa, mi segunda prueba de hoy. Hace 15 días estuve 3 horas y 12 minutos
nadando, estos casi seis minutos son tan agotadores como aquellos 20 km. Tomo
Gatorade, como una naranja, intento ablandar algo, el cuerpo es una piedra
indiscriminada. Tengo ganas de terminar este año. Tengo ganas de terminar este año pero no
nadando mariposa. Es solo un esfuerzo mas y ya está terminado el año. Este año singular repleto para mí de desafíos identificados, asumidos y resueltos con soltura. Tengo ganas de que salgamos campeones, no tanto por mí, hace cuatro años que veo desde afuera cómo sale campeón Poseidón, escuchando relatos, oyendo anécdotas, felicitándolos por sus logros y ahora que soy parte de eso, casi, casi que quiero salir campeón pero por ustedes, porque se lo merecen. Me
alegraría por el grupo, por la cantidad que vinimos hoy, mientras todos están en
sus casas comiendo asado y tomando vino nosotros estamos comiendo cereales,
naranja y banana. Me alegraría por Facu y Claudio, por los viejos y los
pibibitos. El resultado es el esperado, las planillas de clasificación muestran una supremacía de Poseidón notable, cuando nos acercamos al podio al fin se
me eriza la piel, cantamos, exploto, puedo gritar, puedo recordar todas las
mañas gélidas del año en que nos cagamos de frío, a veces me tiré a nadar
deseando no estar ahí. Todas las salidas de la cama calentita para ir a un
lugar frío como la pileta. Todos los entrenamientos súper exigentes que me
rompieron el hombro. Las mil vueltas dadas en esa pileta, las partidas fallidas, los toques, los cortados, las sesiones de patada y técnica, los tests de flotación vertical forzada. El cansancio en la oficina y un sueño medio escondido en un cuerpo agotado.
Largo mi bronca como un canto, ¿por qué no me permití esto antes?, no sé,
agradezco que lo descubrí, me abrazo a los chicos, abrazo a Emi "El Gurú", a la bestia Toro que hizo los 20 km nadando pecho, a mis compañeros, agradezco
que en una época de desencuentros nosotros nos hayamos encontrado. Nos tiramos
a la pileta a festejar y como un contrasentido muy argentino nos dicen que
debemos salir del agua porque el guardavidas de la pileta se tiene que ir dado
que su jornada de trabajo expiró.
Nos vamos, ya somos campeones, la faena está hecha. Ahora a festejar…eso también lleva su tiempo.