Por Nacho Fittipaldi
Hoy es un día especial. Hoy cumplo 36 años. El día es soleado
y frio, por lo que me han contado, es un día parecido al día que nací. No
conozco ese día, el día en que nací, pero confío en lo que me contaron.
En el andén de la estación, espero a que el tren llegue. Es un
tren nuevo, es el tren de Randazzo, así se lo llama jocosamente. Es un tren cero
kilometro, es de origen chino, y es un tren que llega a horario. Lo tomo a las
09.28 Hs y llega a Plaza Constitución a las 10.10 Hs. En este tren viaja gente
de clase media y media-alta. El tren sale de La Plata, para en City Bell, y Villa
Elisa, luego va derecho a Constitución. En este tren pasan cosas curiosas. La gente
lee. La gente ríe. Los menos, llevan sus equipos de mate y matean hasta llegar
a destino. Incluso hay un grupo de facebook, <<Amigos del tren>>, que
se han hecho amigos viajando en este servicio “diferencial” e incluso, por lo
que me enteré, hasta festejan los cumpleaños y los fines de año. En este tren,
si sube alguien humilde, de esos que suelen viajar en el tren común, todos lo
miramos. Lo miramos como me miran a mí cuando subo al tren común. Es una mirada
social. Es una percepción y una pregunta. Es un, qué haces vos acá. En este
tren hay policías, en los trenes comunes también, son igual de gordos e inútiles
que los que andan por la calle. Pero acá la gente les habla y los saluda,
<<Hasta luego>>. Y lo más curioso tal vez, es que ellos responden,
<<Hasta luego señor>>. Acá los policías son humanizados. Los trenes salen puntuales, habitualmente. Pero
si se demora apenas dos o tres minutos, muchos de los pasajeros que hasta hace
dos años no se tomaban un tren ni por puta, dicen, <<que tren de
mierda>>, o <<qué queres con este gobierno>>, o
<<Randazzo hacete culear por el Pollo Sobrero>>. Disquisición: ¿Alguien
comprende qué es lo que le pasa a Sobrero en el pelo? En este tren los vagones
son cero kilometro pero la locomotora es vieja, son las de siempre. El tren no
hace ruido, uno puede charlar con el mismo tono de voz que en la cocina de su
casa, este tren tampoco hace ese
balanceo u oscilación lateral que hacía el otro, ese clásico, tutun-tu-tu,
tutun-tu-tu. En algún sentido este tren ha perdido esa cosa clásica que tenía
el otro, esa tonalidad del Roca histórico en el que viajábamos a Mar del Plata,
o aquél que me deportó a Tucumán en 28 amigables horas de viaje, el memorable
Estrella del Norte. Sí, 28 horas. O el mismo que veíamos pasar por acá, por
Villa Elisa y que tomábamos en familia cuando nos trasladamos los ocho
Fittipaldi a Bs.As.
Por aquellos años llegar a Constitución era para mí tan novedoso,
traumático y alucinante como esa sensación que me sigue generando ver despegar
un avión. Hoy llegar a Plaza
Constitución en este tren es algo más distendido, hay menos caos, menos ruido, no
hay feria, hay menos gente, o ese cambio de percepción es el que tengo. En
cambio hay un local en el subsuelo que
se llama “Pancho vip”, sigue habiendo gente durmiendo en el piso al resguardo
del frio exterior, siempre el andén del subte es más cálido que el del tren,
hay como una corriente de aire tibia que viene de algún caldo humano que se cocina
en Retiro o en Constitución, y que se mueve por esas cañerías alimañosas
denominadas subte. Desde chico siempre tuve esas dos terminales como los grandes
centros de Bs.As, Retiro y Constitución. Para mi BsAs era Retiro y
Constitución. En el subte se ven cosas que antes no, unos negros que te hacen
sentir en Brooklyn, unos chinos que te hacen sentir en Asia y un persistente
olor a chipá que te hace sentir como el orto. De dónde mierda viene esa compulsión
que le agarró a la urbanidad metropolitana por comer esa masa gomosa que no
tiene mérito aparente. ¿Y el olor que larga? Te hace reflexionar acerca de si
escupir, o tragar de una buena vez ese bocado tan dudoso. ¿Cómo se pudo poner
de moda? ¿Quién lo permitió? ¿Fue obra del Mencho Medina Bello o de Crismanich?
Hemos llegado al punto de que en la combinación de la línea C, con la A, hay un
puesto de El Noble que se especializa en chipá. Invade con ese olor soporífero todas
las articulaciones y combinaciones posible de subte, convierten al a la meca de
la urbanidad, el subte, en la meca del Paraguay. ¿Eso es la aldea global? Mientras
voy buscando partículas de oxigeno que no contengan chipá, encuentro en el fondo
del túnel a un hombre, que es el de siempre, entonando con guitarra y voz, esa
canción litoraleña, como el chipá, entre las miles de gentes que se van
pateando los tobillos, aun sin quererlo, mientras todos vamos en una única dirección
corriendo contra reloj, esa memorable melodía, << Así nació nuestro querer; con
ilusión, con mucha fé. Pero no sé por qué, la flor se marchitó y muriendo fue>>.
Entonces el oxigeno aparece con la misma magia y misterio que
rodea a esta ciudad, inhalo hondo esa canción que me recuerda tanto a Mora, su
imagen y su pequeña locura tienen un efecto curativo. La voz del cantante
penetra los azulejos del pasillo y se hace dominante, le gana al chipá, por un
instante siento que no estamos en Buenos Aires y eso ya es muchísimo decir. Pero
estoy en Buenos Aires, sé el día en que nací, 5 de junio de 1978, y conozco el
día que estoy viviendo, a la perfección, con todos sus defectos y pliegues
contradictorios, con esa estimulante y esperanzadora sentencia médica,
<<con los resultados de esta colonoscopía, te puedo decir que tenes cuerda
y culo para rato>>.
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