Por Nacho Fittipaldi
Alfonsín y Néstor han sido
los presidentes más importantes, en términos positivos, desde 1983 a estos días
de la actualidad. Alfonsín porque restituye aquello que se había interrumpido
el 24 de marzo del ´76 y que se había convertido en conocida rutina desde el
primer golpe de Estado en la Argentina, el 6 de septiembre de 1930, en contra del
gobierno de Irigoyen.
En este sentido el gobierno de Alfonsín restituye un
sistema, una categoría, la Democracia, una abstracción que en todo caso tiene cuerpo
y cara de 30 mil compañeros desaparecidos. El juicio a la Junta Militar, la enorme lucha por los DD.HH que Alfonsín
encara y que lo pone por todo lo alto, en lugar distinto de la historia.
Lo de Néstor va por otro
lado, Néstor trabaja sobre un sistema que Alfonsín deja pre-consistente, reabre los juicios, retoma
la causa de los DD.HH y se ve obligado a revertir las consecuencias de la segunda
década infame. Néstor, a mi entender, con la tranquilidad del logro
alfonsinista y con la neutralización de las FF.AA que lograra Menem, ya sabemos
a costa de qué, debe actuar sobre lo que el Consenso de Washington
arrojó en nuestro país dejando indicadores de post-guerra. Entonces Néstor
logra semejarse al primer peronismo, logra hacernos acordar lo que era el
peronismo, logra restituir aquellos derechos básicos que la hiperinflación primero,
y que el Neoliberalismo Peronista después habían corroído. Néstor re-significa
la política y reconstruye el lazo de la Política con la Sociedad y de la
Política con el Estado. En ese transcurrir devuelve las esperanzas a muchos que
nunca las habían tenido y a aquellos que las habían extraviado con Alfonsín. Incorpora, por si fuera poco, a la mesa de la política a la juventud militante. Néstor y Cristina trabajan para restablecer (y sobre) las bases que Perón había creado.
Chávez en cambio no
encuentra en la historia venezolana un semblante dónde mirarse, por eso debe
recurrir a Bolivar, al Che y al propio Perón para encontrar un trampolín desde
donde arrojarse discursivamente y semblantear su práctica política. Lo que une
a Néstor y a Chávez (y no a Alfonsín con ellos) es que los sectores pobres de
un país los identifican con su propia historia de vida; con su movilidad social; con la línea
de corte que implica la exclusión respecto del brazo cálido de un líder que
decide incluir utilizando el Estado como herramienta de transformación. De ahí
el lazo familiero que ata a Néstor y a Chávez
con su pueblo. Es un nosotros que implica disputar política, económica y simbólicamente
la hegemonía a los sectores dominantes de un país determinado.
Chávez es Perón para los
venezolanos, sean pro-chavistas, o anti. Chávez es la llave al paraíso para los
millones de pobres que estaban caídos del mapa social. Chávez es la
encarnación socialista en el siglo XXI, derramando precios baratos de
combustible y energía para compartir con aquellos países que, más o menos,
encararan proyectos políticos colectivos. Chávez es el enemigo del imperio no
solo porque lo enfrenta políticamente, aunque para eso fuera indispensable venderle
petróleo a los EE.UU, lo es porque fue tremendamente pedagógico a la hora de
explicar a Venezuela y a la América Latina de qué iba la cosa y por dónde había
que entrarle al asunto. Desnudar al diablo en público es ominoso para quien lo
viste. Chávez es Perón por sus “rasgos autoritarios.” Aceptemos esto, las
revoluciones no pasan por el parlamento, y eso lo aprendió de Perón. Chávez es
Perón porque inscribe una letra en el sitio de la política donde no había espacio
para nuevas escrituras. Chávez es Perón porque hasta los enemigos se rinden al
dimensionar el hueco de su partida, aunque la agradecen en soledad. Chávez es Perón y es Pueblo porque un
pueblo sabe dónde llorar a sus líderes, sin que se los convoque. Y en estos
momentos hay un pueblo llorando a su líder en las calles caraqueñas. Respeten, carajo.
Sepan, los de aquí y los de allá que tanto se parecen ante la muerte de unos
y otros, que desde un morro de sueños y de esperanzas, desde lo escarpado de la
política regional hay unos pueblos que están
siendo conducidos por dirigentes que como nunca antes en la historia saben que
solo somos más si somos juntos. Que aunque el cáncer se empecine en contra de
esta causa popular y masiva, esto está
rodando y mientras el pueblo este en las calles, llorando o bailando, pero en
la calle, hay más razones para seguir en la lucha convencidos de que no estamos equivocados. Y si
un pobre llora en la calle la partida de un líder es porque ese líder hizo algo
grande por él y los suyos, alguna vez.
Como dijo Tato Pavlovsky “Ya no hace falta que
se mueran”, ya están latiendo verdes en el corazón amazónico de la América del
Sur, están rojizos y blancos en los Andes, están azules en el Atlántico, están
latiendo amarillos de plátanos y latiendo dulces de caña de azúcar en Cuba,
están cobrizos de Ron y huelen a café, están amargos de cacao y consistentes de
papa, rumean verdes pastos en las pampas y están latiendo abiertos y turquesa
en el Mar Caribe, están tan Pacíficos en el cielo azul del Aconcagua que tan
libres vamos a ser.
Pero por favor, dejen de
morir porque duele tanto…