Un ave hermosa roza a otra. Rota. Y en ese darse le contagia
su hermosor, al darse cae al piso y germina de allí, allí, una bruma de sílabas.
Forman una palabra, una música inspirada, notas blancas, corcheas, fusas, notas
negras, sufridas, queridas, blancas, difusas, buscadas negadas, notas negras
teñidas, recuperadas al amor. Del amor. Ellos se ven, se caen, se recuperan, se
entremezclan en el dolor, no se salvan, se superponen al dolor aisladamente. Se
aman pero en ese caso, caso omiso, en esa casa en la que se amaban antes de
poder mostrarse enteros al amor, se
recomponen. Pudieron. Lograron ver ese espacio de luz que se filtraba a una
hora del día, o de la tarde, en que todo conduce a una alegría o un estado de
felicidad que se tamiza entre dos cuerpos que han perdido a uno. Siguen. Son
ellos, no son los mismos, algo los ha cambiado para siempre, han transitado caminos
y una huella que queda, doliendo. Duele. Queda atrás. Se remplaza y emplaza en
un lugar, vigoroso, por donde filtra la luz, otra, otra que está viniendo, que
late, patea, se muestra, cómo patea, hijo, pide, reclama, ordena, exige, mírenme,
estoy acá, llegando para rebalsar. Rebalsándolos. Recreándolos al infinito. Para
subvertirlo todo de una buena vez.
30 nov 2012
9 nov 2012
La movilización de los incluidos
Por Nacho Fittipaldi
El 8N pasó, y ahora qué. ¿Para cuándo la próxima? Quién puede arrogarse la lectura política de lo de ayer, quién puede decir “ayer estaban mis electores. Yo los represento”. Intuyo que el desconcierto de la dirigencia política debe ser mayúsculo, pero sobre todo el de la oposición. Debe serlo por la dimensión de la movilización, por la heterogeneidad de las protestas, por la cantidad de las demandas (vale decir que si ayer había 100 mil personas, eso equivale tan solo un punto de raiting televisivo, digo, como para mensurar las cosas) por lo inabordable del asunto, como para que sea absorbido por un solo dirigente que pueda enfrentarse con Cristina. Nosotros lo necesitamos, urgente. Los medios opositores, no pueden ser la oposición política. No nos favorece.
La de ayer fue una movilización
de incluidos. A diferencia de las movilizaciones y cacerolazos del 2001, o de
los originales piquetes en Cutral Co y Tartagal, la de ayer fue una movilización
de incluidos. No había pobres. No había desclasados. No estaba el tipo de la
esquina de Av. Entre Ríos y Adolfo Alsina con el que me topo cada día, tirado
en el piso, hecho mierda por el alcohol o algo, básicamente y visualmente hecho
mierda, cada vez que emprendo el regreso a La Plata, a las 21 Hs de cada día.
En ese sentido es curioso calificar a lo de ayer como una marcha del norte de
la ciudad.
Enorme oportunidad perdida la de ayer para que alguien dijera en un prolijo cartel, sin escatimar insultos: “Cristina, baja el mínimo no imponible”, “Cristina, transforma en ley la asignación universal por hijo”, “Cristina, crea un impuesto a la renta extraordinaria”, “Cristina, baja el trabajo en negro”. Pero no. En cambio se veían carteles que decían: ¡¡Cristina andate, go!!, Basta de dictadura, Cristina no habla de Once, No a la reforma de la Constitución, Basta de corrupción, No queremos Venezuela, Basta de inseguridad.
Enorme oportunidad perdida la de ayer para que alguien dijera en un prolijo cartel, sin escatimar insultos: “Cristina, baja el mínimo no imponible”, “Cristina, transforma en ley la asignación universal por hijo”, “Cristina, crea un impuesto a la renta extraordinaria”, “Cristina, baja el trabajo en negro”. Pero no. En cambio se veían carteles que decían: ¡¡Cristina andate, go!!, Basta de dictadura, Cristina no habla de Once, No a la reforma de la Constitución, Basta de corrupción, No queremos Venezuela, Basta de inseguridad.
La de ayer fue una manifestación
en la que no apareció ninguna expresión acerca de una problemática que no
existiera ya el 23 de octubre de 2011, día en que CFK fue reelecta con el 54%
de los votos. Excepto, claro está, la cuestión del dólar.
Preguntas básicas:
¿Una dictadura permite la manifestación
de 100 mil personas? ¿Un régimen cómo este que viola
la libertad de expresión y la libertad de prensa sistemáticamente permite que
la cobertura de la marcha sea total? Exceptuando, claro está, los medios
opositores que no se animan a entrevistar a los caceroleros incluidos, porque sus expresiones son irreproducibles. ¿Una manifestación como la de
ayer, capitalina por definición, en cuyo territorio Macri gano con el 62% de
los votos en qué debería interpelarnos? Ellos están ahí y nosotros estamos acá,
en el medio otro montón de personas desmovilizadas. Hay una distancia enorme
entre unos y otros. Hay una distancia de 40 puntos electorales entre CFK y la
segunda fuerza de oposición. ¿Qué debemos atender? ¿Creen que lo de ayer
implica o debería corresponderse con un cambio de rumbo político según las
demandas que enuncian? ¿Es que acaso hoy ya no están cada uno de los de ayer
trabajando en los puestos de trabajo que antes no existían? ¿Macri no sigue ahí,
tan perezoso como siempre?
El 8N pasó, y ahora qué. ¿Para cuándo la próxima? Quién puede arrogarse la lectura política de lo de ayer, quién puede decir “ayer estaban mis electores. Yo los represento”. Intuyo que el desconcierto de la dirigencia política debe ser mayúsculo, pero sobre todo el de la oposición. Debe serlo por la dimensión de la movilización, por la heterogeneidad de las protestas, por la cantidad de las demandas (vale decir que si ayer había 100 mil personas, eso equivale tan solo un punto de raiting televisivo, digo, como para mensurar las cosas) por lo inabordable del asunto, como para que sea absorbido por un solo dirigente que pueda enfrentarse con Cristina. Nosotros lo necesitamos, urgente. Los medios opositores, no pueden ser la oposición política. No nos favorece.
Por último, me quedo con esa
imagen gloriosa en la que miles de personas se apelotonaron alrededor de un símbolo
fálico como el Obelisco. Qué curioso. Se juntaron alrededor de un símbolo fálico
enorme, aquellos que están tan deseosos de pegarle un boleo en el culo a la
presidente de la nación. Y se me hace imposible no ver en ese abrir y cerrar
los brazos para golpear las cacerolas, en ese abrazo al Obelisco, la figura de
Toti Passman, y pensar que como él, tantos otros la siguen chupando hoy, igual
que ayer.
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