Por Nacho Fittipaldi (desde Playa Blanca, Isla Barú, Colombia)
El cielo esta azul y el mar esta azulisimo. La lancha viaja rauda, van 30 minutos de viaje y el Mar Caribe aca esta calmo, mas allá no se ve mas que azul y azul. Cartagena de esto parece no estar al tanto. Dios parece haber gastado mas tinta aqui que en el cielo mismo. Barú esta a 40 minutos de Cartagena, es la isla mas grande de Colombia y pese a ello sólo viven aqui 6 mil personas, en su mayoria nativos. Al llegar a Playa Blanca hay que arrojarse de la lancha al agua porque no hay muelle, la temperatura del agua es ideal, para no querer salir de ahi, las palmeras y otros arboles sobre la playa dan una sombra que redefinen la idea de playa que cualquier argentino tiene. Estar en la playa con sombra es asombroso. Aqui hay luz sólo de noche, no hay agua y nosotros dormiremos en una carpa que alquilamos y para la que no hemos traido ni bolsa de dormir, ni sabana, ni almohada. ¿Creen que eso es una mala idea o un problema? En Playa Blanca no lo es. La temperatura apenas si baja un poco en la noche, no hemos usado abrigo en todo el viaje y dormir a siete metros del mar bajo una pamlera es algo que ni VISA puede pagar. Menos aún, si ademas te atienden Cándido y su mujer, Melvis, dos nativos que nos han cocinado un Lebreche con arroz y patacon (platano aplastado y frito). El pescado entra entero en una olla con aceite que se calienta en un fogon a leña, aqui tampoco hay gas y todo lo calientan en el fuego, al borde de un pantanal que se alimenta del mar que ocasionalmente desborda la altura de la playa sobre la que ahora esta nuestra carpa. Su alegría es contagiosa, su idioma es de compleja interpretación pero finalmente uno se acostumbra y va comprendiendo qué es lo que dicen de manera tan veloz e imbrincada. Asi como tambien hemos comprendido y aceptado comer el Boca chica (boga que importan de Arg insolitamente), la mojarra (cinco veces el tamaño de nuestras mojarritas), ceviche de camaron, calamar al ajillo, arepas de huevo (muy ricas) y de queso (no tanto), bueñuelos de harina de maiz, etc. La gente de aqui vive en casas construidas con restos de madera que van juntando de los arboles que las van dejando caer, la impresion es que todo es de una humildad pavorosa, al ir al baño compruebo lo que suponia. No hay baño, son cuatro pedasos de tela azul abiertos a cielo abierto, no hay ollo don de embocar el chorro del pis ni cadena por tirar, hay una alfombra de moscas y curiosamente menos olor que en el baño de una escuela. La impresion me impacta, hago seis pasos y el Caribe vuelve a mostrarme la relatividad de las cosas. Entro a nadar. Mi cuerpo es mas liviano aqui, hay mas flotabilidad por la mayor salinidad del agua, meto la mano adelante de mi cabeza y la saco por detras, a la altura de mi rodilla, mi otra mano ingresa al agua y puedo seguir ese recorrido por completo, el agua ademas de calida es transparente, nadar aqui no tiene desperdicio, el mar es calmo y no hay riesgos aparentes. El Mar Caribe es mas salado que el Pacifico y muchisimo mas salado que el Atlantico, tragar un poco de agua es equivalente a tener o ponerse un manojo de sal gruesa en la boca.
Por la noche se arma una conversacion entre Cándido, Melvis, Jairo y dos chicos que durante el dia antienden un puesto de frutas en la playa, parece que no comparten su mirada sobre Pablo Escobar, yo los he llevado ahi, porque me interesa el tema. Escobar ha muerto hace 15 años, pero ellos repiten el esquema de violencia que El Patron ha perjeñado. Luego inician una ronda de chistes, su idioma se torna incomprensible. Ellos tambien nos hacen preguntas, no comprenden la idea de volar en avion durante nueve horas para llegar hasta alli, le temen. Excepto Melvis, no conocen mas alla de Cartagena y viven el dia a dia, cuentan que hace unos meses atras se han quedado aislados en la isla, el mar crecido no permitia el acceso de lanchas y por tierra tampoco se podia acceder. Hay un punto entre el continente y la isla que los distancia solo por 100 metros a traves de un rio que luego cruzaremos en bote. La percepcion de futuro se habrá esfumado de estos nativos, sus relatos son del pasado y del presente, nunca enuncian ninguna frase que haga referencia a ese tiempo sobre el que tanto conjeturamos nosotros.
Por la tarde nos ponemos a tomar mate, Pao me deja solo un momento y yo quedo mirando el infinito mar otra vez complejo y abstraido de todo cuanto percibo, los pelicano se tiran de cabeza al mar con una violencia inusitada. Pasan caminando tres personas que miran como tomo mate, los tres me miran, dos son mujeres, el otro un hombre. Una de las mujeres es bonita, la otra no. Una de ellas pasa y luego regresa, me pregunta si le convido un mate, yo digo que sí. Es una mujer normal que por dos o tres cuestiones se transforma en fea rapidamente. Que de dónde sos, que de dónde venis, que qué locura este mar, bueno gorda por qué no te vas yendo. Le doy el mate, se lo toma y se queda ahi, le doy otro y se queda. Pao llega y le cebo un mate, se arma un triangulo sin que haya tres angulos. De la nada ella sola arma una conversacion que no ira a ninguna parte.
- Hoy me mande una!! -pasa su mano por la cabeza alizandose el cabello y se muerde el labio inferior de la boca- iba caminando por la playa y me encontre un fruto al pie de un arbol. Y no se por qué, yo nunca hago esas cosas, me lo comí. Y empece a sentirme mal, me empezo a arder toda la garganta y se me hinchó la boca.
- Noooo, que cagada -digo yo; ya va como el octavo mate, y pienso que es una boluda, Pao tambien lo piensa; esta mina acaba de confesarse docente y esta a cargo de un curso, cómo puede ser que en medio de una isla de un pais tropical se coma un fruto sin pensar que se podia morir, de hecho ese fruto produce la muerte, en la isla nadie comprende cómo es que no tuvieron que llevarla a Bogotá de urgencia. Esto lo sabemos porque se lo hemos consultado risueñamente a Cándido quien, al enterarse de lo sucedido agregará, "Si no fuera venenoso ya lo hubiéamos cogido y comido nosotros."
- Sí -dice ella sonriente como si hubiera sacado una torta calentita del horno, y agrega para embarrarla- y me agarró cagadera, empecé a eliminar todo, viste -yo estoy sentado y le cebo un mate a ella, al pasarcelo veo que su bronceado a la altura de la entrepierna se corta abruptamente por un hilo blanco que se sale del lugar de donde deberia estar, bajo la parte de la malla que cubre el pubis, La docente tiene parte de la vagina afuera (Pao dirá: "un pliegue de un rollo", para mi era la concha) y yo absorto le pregunto.
- ¿Y..., conociste el eje cajetero? -en vez de preguntar por el Eje Cafetero, asi se llama a las ciudades productoras de cafe, organizadas tursiticamente al rededor de ello. Para rematarla, en medio de un silencio grande que Pao y yo diseñamos en señal de que ya queriamos ir cerrando el cónclave que ha durado un termo entero de mate, La docente arremeterá:
- Y Uds no tienen chicos?
- No -dice Pao, otro silencio se inicia.
-Bueno me voy a ir yendo -dice La docente- ¿Cómo son sus nombres?
- Paola -dice Pao-
- Nicolás -digo yo, gorda y la puta que te parió, y se va.
Al fin nosotros quedamos contemplando el atardecer que como todos estos dias, ocurre tras esa hoja alisada que este mar es, los pelicanos siguen con ese vertigo de ritual, ese de arrojarse y sumergir los buches y capturar agua y pescados, y si ahora el agua parece mas caliente que durante el dia no les mentiría, el sol aqui se pone a las 18 hs y ya son las 19.30, yo estoy adentro, jugando con el cielo a que soy un pedacito de felicidad corpórea, corcoveando entre los mortales.
2 comentarios:
Es dificil traspasar esa línea siempre presente cuando se viaja, ese límite detrás del cual no nos es posible espiar y nos tenemos que conformar sólo con lo que nos es dado a ver. Barú, o ese rinconcito donde Candido y su mujer hacen sus días, nos permitió traspasar un poquito esa frontera. De ahí, la belleza de esa noche, que con su luz natural, recortaba los cuerpos y las risas de esos hombres que nos hicieron sentir como en casa. Inolvidable.
Pao
puf, en medio del insoportable calor platensefebreril tuve un rato de caribe y de placer. me alegro por ustedes.
qué lindas crónicas.
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