“Debemos encontrar un modo de vida y un trabajo que no tenga las consecuencias de ir acabando con todos nosotros” Mark Rothko
El mate está ahí, vibrante, verde y brillante, verde y con
espuma. Estoy solo, leo en silencio un libro que ya dejé más de diez veces.
Vuelvo a él como a la democracia, como una opción innegable pero repleta de baches.
Suena el celular, interrumpe el momento que sé breve. Me aborta la quietud de
la lectura, es ese momento, ese chasquido robado al caos general. Leer, esa abstracción
que devuelve lo perdido. Número desconocido. 11-5671-0000. Número desconocido.
Atiendo sin ganas esperando la voz de una computadora. Error.
- ¿Hola
Ignacio?
Cuando dicen así, Ignacio, ya sé que me van a vender algo. Cuando
dicen, Ignacio, y no, Nacho, sé que me van a vender algo. Por las dudas
respondo que sí. Pregunto quién habla.
- Hola
señor Ignacio - ¿señor Ignacio? Pienso, pésimo comienzo- soy Valeria Pereyra de
American Express quería ofrecerle…
Miro el techo y cavilo acerca de qué lejos estoy de aceptar
la oferta que aún no fue lanzada. Separo el celular, oigo una voz que suelta
una palabra tras de otra eficazmente estudiadas y analizadas, la voz lanza números,
porcentajes, promesas, un futuro mejor. No tengo ganas de hablar con Valeria.
Me tomo el mate. Observo el libro y pienso que allí también hay un cumulo de
palabras eficazmente seleccionadas para generar tal o cual cosa. Valeria
interrumpe su alocución porque no es boba. Entonces doy inicio a mi pequeño
castigo. Tomo el aparato como quien toma una nueve milímetros y comienzo a
marcar números como si yo fuera el que está llamando a alguien, pero sin cortar
la comunicación con Valeria. Marco sin ningún tipo de lógica ni secuencia
racional. El celular hace sonidos al principio claros y certeros, pero luego,
al sobrevenir mi locura, y la superposición de números marcados también los
sonidos logran un rubor esquizoide. Asumo que Valeria cortara la comunicación y
que continuara con los cientos de llamados que alguien le programó para esta
mañana de sol y así yo podré volver a la lectura. Pero Valeria, tal vez
estudiante de alguna carrera de la rama del arte, hace algo fuera de libreto.
No corta. Pero no solo no corta, sino que además hace y dice algo ingenioso.
- ¿Ignacio?
- …
- ¿Ignacio?
– no respondo, aguardo que ella decida cortar.
-
…
- ¿Ignacio?
Sé que está ahí.
- …
- ¿Ignacio?
¿Ignacio por qué hace esto?
- …
Valeria es joven, lo sé por su voz, pero fundamentalmente lo
sé por el dispositivo que ha pergeñado para arruinarme la mañana. Ella como yo
ha vivido insufrible cantidad de veces este juego pasmoso de ofertar telefónicamente.
La llamada telefónica de una multinacional ofreciendo un servicio por el que,
finalizada la bonificación, pagaras con creces.
- ¿Ignacio?
Sé que está ahí escuchándome
Valeria asume una voz ya temeraria y la incomodidad crece en
mí. Por un segundo pienso que Valeria me está viendo. Insólitamente me está
viendo. Mira la cámara de la computadora. ¿Estás ahí? Entonces me reincorporo,
me acomodo la camisa para dar una mejor impresión, lo hago sin dejar de marcar
8,7,5, 3, 9, 7,3, pi pi pi piiiiiiiii, pi pi piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
- Ignacio
estoy trabajando... Alcanza con que me diga que no quiere el servicio y la
comunicación se termina. ¿Ignacio?
- …
Valeria tiene dignidad.
Mi castigo para con ella, o lo que ella encarna, es el
silencio, no el insulto. No está preparada para el silencio, sí para el insulto
directo. La pérdida de tiempo invertida, ese látigo con los que los calls
center nos fustigan a diario. Valeria no merece ese trato ni ese final.
Mientras ella afirma “sé que está ahí” ¿qué habrá pensado? Qué representación
se habrá hecho de mí, de Ignacio, sobre mi condición de trabajador que puede
acceder a una American Express. Retorcido en el sillón de la oficina, no sin
una cuota importante de vergüenza, evalúo qué hacer. Valeria es, finalmente,
una empleada igual que yo, y el hecho de que yo tome mate con una yerba cara no
nos distancia en nada más que en eso. Valeria toma Playadito, en los próximos años
desarrollará una gastritis. ¿Le comento eso?
- Valeria
no tomes más Playadito, es una mierda. Te va agarrar gastritis.
Pero no digo nada. Callo.