Por Nacho Fittipaldi
Hace algunos años me arrebato la
tranquilidad un pensamiento breve y conciso. Es una idea comprobada en el
pasado y que a futuro despierta una inquietud que lo distancia a uno de cierto
plano, una cordialidad, con eso que llamamos pueblo y que otros llaman opinión pública
o votante a secas. Con el voto popular, digamos. Un día pensé en lo acotada que
eran las posibilidades que un político tiene de ser presidente o gobernador. De
la totalidad de dirigentes existentes, de primer nivel, de segundo nivel e
incluso de tercer nivel, o de cuarta. Apenas un puñado de dos o tres a lo sumo
alcanzaran la presidencia y en el camino quedarán todos. Llegar ahí es una excepción.
La excepción incluye a Néstor que por excepcionalidad llegó a la presidencia. Somos
hijos de una alteración electoral y de una coyuntura singular de un país que se
cayó. Pensé, cómo es posible entonces que De la Rúa haya sido presidente de
este complejo país. Cómo es posible que Cafiero no haya llegado y que en cambio
Menem sí. Entonces inicié una lista mental de todos aquellos dirigentes que no
llegaron, ni estuvieron cerca, que jamás serán presidentes e incluso nunca
llegaran, ni llegaron, a ser gobernadores de sus provincias.
Lo ponzoñoso de la idea era que
esa posibilidad estaba en medida muy acotada a las virtudes reales de los dirigentes
o candidatos, es decir, acceder al cargo no estaba en relación directa a una
historia de militancia, a una trayectoria profesional, ni siquiera personal. El
acceso al cargo está delimitado por un conjunto de variables que no viene al
caso analizar pero que a la luz de los hechos recientes en Santa Fe, y de los
probables de cara a diciembre, hablan por sí mismos. En aquél momento del
pensamiento inicial me apenaba en particular por un dirigente excepcional que había
salido tercero en las elecciones legislativas de su provincia, no voy a nombrarlo porque es
funcionario nacional en la actualidad y pre candidato a presidente por el FpV,
aunque excepcionalmente podría ser presidente dado que sus números, hoy por
hoy, son bajísimos. Es un gran dirigente, un referente y tal vez el mejor
orador del país detrás de CFK. Pero la reflexión bien vale para otros
meritorios dirigentes no peronistas, hubo valiosos dirigentes en la UCR, e
incluso la disputa actual en PRO (base empírica de mi pensamiento) deja al
desnudo que dirigentes más consistentes, Pinedo por ejemplo, no acceden a un
lugar de mayor responsabilidad.
En la política están en juego dos
cosmovisiones de la política. Una tradicional digamos, arraigada fuertemente en
aquellos que entendemos la política y la dirigencia política, como un campo de
militancia a recorrer y para el que hay que prepararse también en un sentido técnico.
Por otro lado y desde hace varios años, abonan a la política, personajes que son
invitados por aquellos que conciben la política como un lugar de tránsito al
cual no hace falta meritar para hacerse de ella. Altera la lógica de la “manera
tradicional” en la que el conocimiento popular es consecuencia de los años de
militancia. La política según Del Sel es lo antagónico, es la no preparación,
es la negación de la política para recalar en política, es la sin vergüenza de
la ignorancia, es la peligrosidad de lo espontaneo. Digamos, la diferencia de estatura como dirigentes entre Del Sel y Lifschitz o Perotti, es superior a la que existe entre María Elena Walsh y Panam.
Preocupa que por todos lado
salgan como yuyos estos personajes populares que haciendo uso de su altísimo conocimiento
popular (por el deporte, el humor, la música, la televisión) abreven
en un campo al que ellos solo suman desprestigio. La lógica que en los ´90
indicaba que los famosos tenían buena aceptación en el campo político se inscribía
en una dinámica política que había vaciado al Estado mientras lo saqueaba y
violaba, en ese contexto, ser político de carrera y un militante no era visto
como un mérito, sino más bien lo contrario. Es decir, si los políticos de
carrera, los técnicos, fueron los responsables de la quiebra nacional, por qué
no íbamos a dejar que un improvisado ingrese a este terreno para aportar algo
distinto a lo ya conocido y deleznable. Esa fue la lógica del argumento del
<<que se vayan todos>>
Bien, esa dinámica se quiebra con
el Kirchnerismo, si hay algo que Néstor y Cristina demostraron, es que no eran
ni improvisados, ni ignorantes. Por el contrario, lo que aparece con
contundencia en estos años, y esto es parte de lo que no gusta, es que ambos reconstruyeron
el rol del Estado, y al hacerlo, elevaron el promedio de la discusión política
y como consecuencia de ello se incrementó el caudal de información y
conocimiento de la sociedad sobre <<la cosa pública>>. La vuelta o
la exacerbación de candidatos que no hilvana una idea, tal vez está negando
(sin que Del Sel se dé cuenta) una dialéctica política que el Kirchnerismo
restauró en la Argentina, por eso lo de Del Sel tiene un dejo amargo, lisérgico,
paranormal…