Por Nacho Fittipaldi
Yo no pensé, yo no pude imaginar, supongo que mamá tampoco. Es raro hablar de Pao (mi amor) como mamá. Piero, te cuento que todo esto empezó hace muchos años, cuando papá y mamá no podían amarse libremente. Después todo se dio de manera tan sutil como profunda, ella y yo nos animamos a tanto, ay hijo, si supieras. Quiero decir nos animamos a mostrarnos tal cual éramos, papá y mamá son personalidades un poco complejas. Ya lo verás. Vos no le digas esto, pero yo creo que ella me estaba esperando. Mamá es muy linda y además es muy inteligente, quiero decirte, mamá podría haber estado con cualquier otro hombre pero yo tengo la impresión que ella dijo: No. Con cualquiera no. Es como si ella estuviera esperando que papá llegue y entonces sí entregarse definitivamente a un hombre. Mi historia es distinta pero no se trata de hablar de mí.
Vos viajaste con nosotros desde
antes de estar en la panza de mama. En cada mate cebado con amor, en todos los
desayunos en los que la manteca se derrite en la tostada de pan negro que mamá
prepara y que dentro de algún tiempo vos también comerás. Nosotros vimos tu
rostro en una playa de Perú, o al sur del Ecuador, me acuerdo que allí nos
robaron y mamá fue la que me sostuvo para que todo aquello no derrapara hacia
un muy mal lugar, cuando yo evaluaba regresar a Bs.As. Estabas con nosotros,
entrelazado en nuestro amor, en nuestras lecturas cuando en una playita de
Ecuador, mamá me pregunto si yo quería tener un hijo con ella; por entonces yo no
había afrontado esa idea, no me atemorizaba, pero jamás me la había enunciado,
ni ella a mí, ni yo a mí mismo; por esos días yo leía mi primer libro de Mankell,
eso que ahora se nos hizo costumbre. Entonces nos miramos, y yo le dije que sí
y luego nos dijimos… por qué no, mientras en el océano las primeras luces de
las redes de los pescadores comenzaban a centellear en la noche lila, el Pacífico
era hermoso. Desde entonces seguiste con nosotros en cada viaje, eras pura
ilusión, estabas…
Yo ni puedo decirte lo mucho que
te deseábamos. Viajaste a Colombia y te hiciste sueño mirando el Mar Caribe
también, y antes habías viajado a Jujuy y juntos habíamos visto las Salinas
Grandes y con mamá fuimos hasta Iruya y Cachi, no podíamos creer la belleza de
esos lugares y en cada viaje ella y yo comenzábamos a saber que con solo una
mirada entendíamos que a ambos nos impactaban las mismas cosas, al comprender
que la nota de un charango o un sikus podía hacernos llorar. Hijo vos no lo
sabes ahora, pero este amor, esta intensidad, que mamá y papá sienten uno por
el otro, no es común. ¿Hijo sabes que mamá y papá no discuten? ¿Sabes que papá
y mamá son ácidos e irónicos hasta el límite? Hijo no somos malas personas,
simplemente nos divertimos con cosas, en
un vértice, en el que las cosas están a punto de ser otra cosa. Ahí nosotros
encontramos algo por lo que reírse. Hijo, papá y mamá se ríen de todo el mundo.
¿Tendrás margen para ser otra cosa?.
Hijo yo te amo, no puedo saber cuánto
y no puedo decirte cómo. El día que naciste papá y mamá sufrieron mucho. Después
de 40 semanas ibas a llegar, estabas llegando. Después de todos los viajes,
después de las mantecas derretidas, luego de hacer el amor buscando el amor y
de hacer el amor porque sí, vos ibas a llegar y todo esto había sido entre tu mamá
y yo. Y ahora que vos dormís con la boca abierta y mamá llora porque la canción
de Pedro Guerra la emociona, yo no puedo decirte lo que te quería decir. O es
tanto que las palabras no logran aprisionarte como yo que cada día puedo
alzarte y mordisquearte los cachetes sorprendido de lo hermoso que has salido.
Pero el día que naciste mamá y papá tuvieron que separase por primera vez en
todo este embarazo. Naciste por cesárea. Siempre creímos que cuando llegaras
íbamos a estar juntos. Pero las cosas no salieron así y vos naciste en un lugar
donde no estaba yo. Primero te vio ella y después te trajeron hasta donde yo
estaba muerto de miedo, cansado de ansiedad, sediento, angustiado y alegre,
presuroso por verte la carita que tanto habíamos imaginado y jugado a componer.
Te viniste con una paz que a mí me inflo el pecho y en un segundo supe que te
amaríamos irremediablemente y que esto es para siempre. Hijo a nuestro
alrededor hay otro montón de gente que te adora, que te quiere, que te extraña
y que se alegran con tu papá y con tu mamá de que estés con nosotros, de que tu
cuna sea tan linda, de que la relación entre nosotros haya podido transformarse
en algo tan poco mensurable como la felicidad que tu presencia nos genera. Son
mis hermanos, mis primos que son también hermanos, nuestros amigos, tus
abuelos, tus primos y primas, tus tíos, nuestros amigos tíos, todos nuestros
afectos vienen con nosotros. Hijo cuando alguien quiere a otra persona y esa
persona llega a un lugar donde se lo espera se suele decir: bienvenido. Hijo yo
no sé cómo se dice lo que vos implicas en la vida de mamá y papá, solo puedo
decirte que nos rebalsas de felicidad, de amor, de sentimientos, de sorpresas
diarias. Un día, cuando las cosas con tu mama estaban difíciles, cuando no
podíamos estar juntos aún, cuando mi vida era otra cosa (hijo, tu mamá me ha
hecho mejor) yo le dije “La buena noticia sos vos” Hoy nuestra noticia
compartida, nuestra mejor noticia, sos vos.
Bienvenido Piero, predisponete al
intenso amor de papá y mamá, y al amor entre los hombres. Piero, antes de que
vos llegaras a nuestras vidas, nosotros ya éramos muy felices; ahora todo se ha
elevado a un nivel impensado y una sensación espiritual y corpórea me posee, ya
la conocía, recientemente, desde el 19 de enero para ser más exactos, la sentí por
primera vez cuando la pediatra me dijo "Acá esta, este es tu hijo" te entregó en mis brazos y
entonces te vi. Esa sensación es de una inmensa paz, como si todo estuviera en
el lugar en el que caben perfecta, y amorosa y enjundiosamente, nuestras vidas…