Los cortadores de cabezas del siglo XXI

Por Nacho Fittipaldi

El crimen organizado mexicano lleva 30 años en Guatemala, pero hasta el 11 de mayo de 2011 había mantenido cierta relación amigable con las familias narcos guatemaltecas.
Allan Stowlinsky tenía 36 años de edad, era fiscal del Ministerio Publico y su cabeza yacía en la puerta del mercado de Cobán; el resto de su cuerpo apareció en bolsas de plástico, mutilado, en el edificio de la Gobernación Departamental. Stowlinsky había ayudado a contar algunos de los 453 kilos de cocaína decomisados a un cartel mexicano en Alta Verapaz, Guatemala. La forma en que fue asesinado paralizó al sistema de Justicia en el norte del país y planteó varios interrogantes. Los sicarios dejaron este mensaje junto al cadáver: "Esto es para todos los que se están equivocando, uno a uno los vamos a ir matando, síganse creyendo gringos, si tienen ganas de pelear déjennos, no sean pendejos, por lo que a ustedes les he respetado a su familia y les estoy cobrando los 500  kilos que me robaron, seguiré cobrando z-200" (ver www.todanoticia.com/26597/guatemala-narcos-descuartizan-alta-verapaz/)
Según expertos en criminalística, las cabezas cortadas por el hampa son una expresión extrema de violencia que busca generar terror entre la población, atemorizar a grupos enemigos y establecer zonas de control, y constituyen una simbología del delito, señales de que (quienes las cometen) son más poderosos que sus rivales y las autoridades encargadas de impartir justicia. Esta metodología, esta semiótica de la muerte, esa práctica tan ancestral en esta región del mundo es ahora típica del más sanguinario de los carteles mexicanos: Los Zetas.
Guatemala no es un país productor de cocaína, es un país de tránsito para los cargamentos que de Colombia llegan por aire y mar a Honduras y Belice, camino a México y eventualmente a su destino final, Estados Unidos. La ofensiva en Guatemala de Los Zetas, refleja un nuevo cambio de guardia en el mundo del narcotráfico. Si en los ´90 hubo en Colombia una guerra entre Pablo Escobar Gaviria (cartel de Medellín) y los hermanos Rodríguez Orejuela (cartel de Cali), ahora las organizaciones mexicanas reemplazaron a los carteles colombianos. Los Zetas y La Familia de Michoacán son los que están desplazando a los tradicionales carteles mexicanos de Sinaloa y El Golfo.
Los Zetas empezaron como servicios especiales del ejército mexicano y trabajaban para el cartel del Golfo, pero se escindieron en el 2010. Mantienen una estricta estructura jerárquica y formación castrense. A diferencia de los carteles tradicionales que buscaban convivir con las autoridades porque era bueno para el negocio, Los Zetas, entrenados en métodos de contrainsurgencia, operan a través del terror y el sometimiento. No negocian. Funciona como un verdadero ejército y buscan reclutar a miembros de tropas especiales de los países en donde operan. De hecho en sus orígenes fueron militares de inteligencia mexicanos entrenados por Estados Unidos. Poseen una dinámica estructura administrativa y operativa, son estructuras bien definidas según sus funciones y rangos con las jerarquías que se utilizan en el ejército, una capacidad de movilidad y desplazamiento territorial asombrosa que les permite mover cientos de miles de kilos de cocaína de un lado a otro de la selva para evadir los retenes policiales.
Argentina país de tránsito
El caso del avión de la empresa nacional Medical Jet, que fue detenido en enero de 2010 en España con 944 kilos de cocaína; los 841 Kg encontrados en el doble fondo de un camión tuneado para simular su participación en el rally Dakar 2010 que se corrió en Chile y Argentina; los 444 Kg de cocaína de máxima pureza que fueron hallados en un velero deportivo de bandera estadounidense amarrado en Puerto Madero tras sufrir una emergencia en el Río de La Plata; y el operativo policial que desbarató en septiembre último, un intento de exportar desde La Plata a Portugal 50Kg cocaína escondida en almohadillas térmicas, reflejan un hecho evidente y trascendental: la Argentina no es un país productor de cocaína pero es un espacio clave para la geopolítica global de las drogas y un territorio cada vez más fértil para el avance de una asertiva criminalidad organizada de alcance transnacional. Pone de manifiesto también la creciente importancia que cobran las vías de tránsito, como elemento fundamental de logística, para la concreción del negocio de los narcos.  
Argentina es un país de tránsito; en su caso de la cocaína boliviana que abastece a parte de Europa, Australia y Sudáfrica. Es importante reconocer que el narcotráfico es, hoy por hoy, una actividad económica de altísima rentabilidad inserta en un régimen de producción capitalista  y que como tal reconoce el momento histórico de cada país. Siguiendo el esquema de Juan Gabriel Tokatlián, autor de Drogas y Prohibición, compilador de La Guerra contra la Droga en el Mundo Andino y experto en política internacional, es dable establecer tres criterios de análisis.
En primer lugar, es importante reconocer que cada país tiene el narcotráfico que le corresponde. Las formas y lógicas que han conocido Colombia y México en cuanto a la evolución y expansión del narcotráfico son diferentes según su particular experiencia histórica, social y política.
En el caso mexicano, los principales carteles de las drogas surgieron, en buena medida, con el consentimiento de un Estado centralizado y monopolizado por el aparato político-institucional del PRI.  El auge de la corrupción, el desquiciamiento policial, la parálisis de la justicia, y la anuencia del mayor consumidor de drogas del mundo, EE.UU.
En Colombia en cambio, hubo dos conversiones: de los grandes carteles se pasó a carteles pequeños, mientras los señores de la droga (druglords) se transformaron en señores de la guerra (warlords). Por su parte, las mafias mexicanas también muestran señales de adaptación, robusteciendo su presencia territorial, ampliando sus lazos externos gracias al persistente nivel de consumo de narcóticos en los Estados Unidos y al aumento de la demanda en Europa.
Si por un lado la criminalidad organizada siembra muerte, por otro distribuye riqueza a sus jefes y migajas a su mano de obra barata, tan necesaria como eliminable en el enfrentamiento cotidiano con las fuerzas de seguridad. Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, alias “El Chapo”.
El Chapo es uno de los delincuentes más buscados de México y Estados Unidos, y figura en la lista de las personas más ricas del mundo elaborada por la revista Forbes que, calcula su fortuna en unos mil millones de dólares. Su captura no significaría el fin del narcotráfico, pues las redes de las drogas permanecen debido a la existencia de un gran mercado en Europa, donde más del 12 % de la población son consumidores que gastan anualmente unos 65 mil millones de dólares en drogas, según afirma el escritor británico Malcolm Beith autor del libro El Ultimo Narco, donde cuenta la fuga del Chapo Guzman, capturado en 1993 en Guatemala y fugado en 2001 del penal de alta seguridad de Puente Grande, Jalisco. Según los cálculos del departamento de justicia estadounidense, el narcotráfico genera a los carteles ganancias que se ubican entre los 19 mil y 40 mil millones de dólares.
En segundo lugar, es indispensable analizar en qué etapa de la evolución de esa criminalidad se encuentra Argentina. Independientemente de los enfoques analíticos usados, Tokatlián afirma que los especialistas concuerdan en que se transitan tres etapas. Existe una fase "predatoria" inicial que se distingue por la afirmación territorial de grupos criminales que garantizan su poderío por medio de la violencia, y con ello logran defender su empresa ilícita, eliminar rivales, ganar presencia local y asegurar el monopolio privado de la fuerza. Más adelante, surge una fase "parasitaria", que significa combinar violencia con cooptación social y distribución de algunos beneficios materiales. Eso conduce a una notable influencia política y económica, mientras aumenta su capacidad corruptora y de tácita legitimación social. Y luego se produce una fase "simbiótica": la criminalidad organizada consigue su afianzamiento cuando el sistema político y económico se torna dependiente del "parásito" -es decir, el crimen organizado- como éste de la estructura establecida. Si se alcanza este último estadio, se produce lo que se llama una paz mafiosa: la consolidación de una clase social criminal con capacidad y voluntad de establecer un tipo de orden determinado. No se trata de un modelo de ocupación del Estado central, sino de un tipo de paz en que una clase social maximiza su poder en los claroscuros de la intersección entre el Estado, la sociedad y el mercado. 
En tercer lugar, es relevante evitar la confusión y superposición de términos. Por ejemplo, luego del atentado a las Torres Gemelas algunos conceptos se han transformado en polisémicos y las mas de las veces esto ha empantanado más de lo que ha agilizado los debates. Se habla de drogas, terrorismo y criminalidad como si alguno de ellos englobara necesariamente a los otros dos. Las drogas encuentran su lucro en la prohibición de su venta y consumo. El terrorismo no es un objetivo ni una ideología; es un método, una instancia de negociación violenta para conquistar poder. Estados Unidos manipula ese concepto y denuncia por ejemplo la presencia de Hezbollah en América del Sur: Venezuela, Ecuador, Bolivia y Brasil. Esconde así su real interés por  establecer una plataforma de seguridad en la región. La criminalidad organizada remite a grupos delictivos que operan en contextos funcionales para su desenvolvimiento, que procuran grandes beneficios mediante diversas actividades ilícitas y que se apegan, en general, al statu quo. Esta triple distinción es esencial, pues permite discernir mejor el tipo de políticas públicas que requiere cada fenómeno y sobre todo no implementar una política creyendo que se abarca los tres fenómenos a la vez.
Zonas de influencia
El 22 de junio pasado, en la Conferencia Internacional de Apoyo a la Estrategia de Seguridad Centroamericana celebrada en Guatemala, los países del istmo buscaron fondos para combatir la inseguridad y respaldo político para hacer frente a esa problemática. Cabe recordar que en América Central mueren 15.000 mil personas al año y que el clima de inseguridad e inestabilidad política ha provocado la fuga de inversiones. Debido a ello se estima que la caída del PBI para los próximos años alcanzaría el 8% para los países de la región. Allí Colombia y México, se propusieron como tutores de dicha petición. Según Adriana Rossi (ver Le Monde Diplomatique, agosto 2011) <<La región es clave por el tráfico de drogas y por un proyecto de infraestructura vial para flujo comercial de productos entre los dos océanos y Estados Unidos, que interesa también a países extracontinentales y a las agencias de crédito. Es la seguridad de esas vías alternativas al canal de Panamá (inadecuado para sostener el ritmo del comercio mundial actual) la que está en juego. Y también lo está la hegemonía estadounidense en la región>>. Ello es lo que preocupa realmente a la Casa Blanca y por eso México y Colombia apadrinarían el reclamo de los países del istmo, solapando la injerencia y el singular interés de EE.UU en la región.
Sin embargo la estrategia de México, que hace cinco años le declaró la guerra al narcotráfico y emprendió una ofensiva militar de envergadura, lleva registradas 50.500 muertes. Ese no parecería un buen camino a recorrer para la región ni para el resto de los países de América del Sur. En este sentido y pensando más en nuestra Patria Grande, quizás debiera ser UNASUR quien pueda articular estrategias regionales conjuntas para enfrentar al narcotráfico ya que, dada la dimensión del fenómeno y sus alcances, es evidente que no alcanza con el intento aislado de un solo líder político, ni de un solo país, ni de un solo ejercito, ni una sola policía para frenar los alcances del segundo negocio ilegal que mayor flujo de dinero mueve en el mundo. Por el momento sólo se conoce que en el marco de UNASUR, Bolivia impulsa la creación del Consejo Suramericano de Lucha Contra el Narcotráfico.
En Argentina y Latinoamérica el problema del narcotráfico se ha puesto un poquito más caliente que de costumbre, ya no es un problema de otros, ha dejado de ser definitivamente el telón de fondo de un culebrón colombiano, amerita un abordaje del bloque regional, con una mirada geopolítica que actúe en el corto plazo pero que sea de largo aliento. Como si aquella frase de Michael Corleone en El Padrino III, <<Nunca odies a tus enemigos, afecta tu razón>>, estuviera identificando uno de los principales flagelos que azotarán la región en el Siglo XXI.