La noticia policial como delimitador social

La nueva ley de medios quizás ponga en evidencia la naturaleza intrínseca de los grandes medios de comunicación; pero la ley no regula contenidos en temas de seguridad pública lo cual pone en duda una nueva fisonomía –deseable- en el tratamiento de dichos temas a través del abordaje de la noticia policial y su efecto como delimitador social.

Por Nacho Fittipaldi
La nueva ley de servicios audiovisuales presenta un interrogante que con el devenir de los meses y a medida que la norma cobre vigencia, nos dará algunos indicios sobre una verdad esperada ¿Cuál es la naturaleza de los medios masivos de comunicación?
Una mirada histórica, comparativa, podría apreciar que con el correr de los años las noticias que han ido ocupando los lugares centrales de la prensa audiovisual, oral y escrita han ido variando según el momento histórico que se observare, a la vez que los objetos susceptibles de ser noticiables varían también. Como sostiene María Inés García Canal en su memorable libro “El Señor de las Uvas”: “...cada formación histórica implica una distribución de lo visible y de lo enunciable en ella; en otra formación (o en otro momento), lo visible cambia de modo y lo enunciable de régimen. Así y bajo un curioso mecanismo, las noticias policiales que mayor presencia tiene en los distintos medios en la actualidad son las que a menudo y con mayor facilidad, se naturalizan sin importar su tenor y el impacto en el medio social que ellas implican. Las noticias sobre inseguridad, el delito y las instituciones directamente relacionadas con él funcionan como un corredor a través del cual se terminan legitimando o no diversos grados de normalidad en la sociedad. Los medios de comunicación lo hacen todos los días, todo el tiempo, jerarquizan, estratifican, denuncian, enjuician y condenan según las variables del conjunto de la legalidad y articulan así prácticas y criterios. Mera ideología. Las noticias sobre el delito denotan una forma histórica de comprender el orden social ¿Hablarán de nuestras sociedades la naturalidad con la que internalizamos nuestras tragedias relatadas?
La visibilidad más o menos difusa de los acontecimientos de la realidad social es una de las funciones de los medios masivos de comunicación y quizás sea la más compleja y difícil de cumplimentar. A través de dicha función los medios pueden en el día a día construir la legitimidad o ilegitimidad de ciertas demandas públicas según se hagan más o menos visibles ciertos acontecimientos a través del tratamiento que de ellos se haga. En verdad el problema existente, al menos en parte, entre cómo tratan los medios los temas urticantes que parecieran agobiar a la ciudadanía, la inseguridad por dar sólo un ejemplo, y su relato a través de ellos, radica en que el fin último de la noticia en la actualidad no es ya, tan solo informar. Antes bien, ser enunciada y vendida como verdad en sus diversas formas. A tal fin, cuanto más impactante sean las noticias tanto más cómodo será fijar posición sobre ellas. Desde los medios de comunicación toda noticia sobre un delito en particular como sobre la inseguridad en general, nos habla de una supuesta anomalía social de la cual el delincuente es su evidencia más encarnizada y que de una u otra manera nos involucra desde diferentes posicionamientos, por dentro o por afuera de ese campo de la ilegalidad que los medios construyen e hipertrofian.
La noticia policial como ninguna otra funciona como un delimitador social y a menudo el relato que los medios hacen de esa noticia actúa como un estigmatizador social al asociar de manera directa y lineal cierto tipo de prácticas ilícitas con determinadas pertenencias sociales. Entonces, el escenario de la realidad social se polariza al ubicar de un lado del mapa social a los delincuentes y del otro lado a los ciudadanos comunes -laburantes, estudiantes, ciudadanos que no merecían el atraco-. Sólo se relacionan mediante el conflicto en el plano de lo policial/judicial: el delito, el asesinato. Nunca habrá espacio para que en el espacio mediático se zanjen las diferencias, los medios trabajan en lo cotidiano construyendo esa tendencia polarizante entre lo legal/normal y lo ilegal/patológico.
En este punto reside gran parte de la compleja problemática, es ese argumento sobre el que se sustentan los paradigmas de “tolerancia cero” y “mano dura”, al no haber esfuerzo -ya que no hay interés porque prevalece un antagonismo ideológico- por comprender de manera integral el origen y las causas del delito, lo que aparece como solución primera es la eliminación lisa y llana de lo que se representa como amenaza social: el delito y el delincuente. Para eso hay un perfil del delincuente, esta construido socialmente, funciona al interior de las agencias policiales, al interior del sistema de coerción penal y diariamente se cimienta desde lo mediático y de allí a las audiencias. La linealidad de éste tipo de prácticas arroja un reduccionismo latente caracterizado por un tratamiento mediático que actúa en el sentido ya enunciado: un otro antagónico, peligroso y opositor que articuladamente funciona como un administrador de diferencias y de espacios sociales a ocupar según esas diferencias estigmatizantes, en tanto que proponen un sujeto criminal al que se lo juzga en un plano des-historizado y descontextualizado; el medio toma el hecho ocurrido y lo pasa por una maquinaria que se lo apropia discursivamente, se lo trata como un hecho en sí mismo; sin más, se analiza el delito que fuere y de allí a una caracterización de lo sospechoso. Así tenemos a sujetos que cometen delitos, indignos de pertenecer a esta sociedad y sujetos que trabajan, dignos merecedores de vivir en armonía y en paz. Los políticos se unen a la fila de los medios; políticamente es imposible no estar en contra del pecado. Se trata de una competencia que gana el que más apuesta. Ninguna causa es más justa que proteger a la gente del crimen (...) Una sociedad libre de delitos es un objetivo sagrado para tantos, que ni siquiera importa el dinero ¿Quién pregunta por los costos en medio de una guerra total? Acompañando la propuesta anterior del reconocido criminalista noruego, Nils Christie, nuestra pregunta final es si la nueva ley de medios alcanzará para modificar la configuración actual, la naturaleza, de los medios masivos de comunicación que se desenvuelven con las características aquí descriptas ¿Es propio de los medios salirse de esa lógica intrínsecamente capitalista? El interrogante está planteado y el desafío, andando.

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