22 abr 2015

Del Sel, la puerta trasera de la política


Por Nacho Fittipaldi

Hace algunos años me arrebato la tranquilidad un pensamiento breve y conciso. Es una idea comprobada en el pasado y que a futuro despierta una inquietud que lo distancia a uno de cierto plano, una cordialidad, con eso que llamamos pueblo y que otros llaman opinión pública o votante a secas. Con el voto popular, digamos. Un día pensé en lo acotada que eran las posibilidades que un político tiene de ser presidente o gobernador. De la totalidad de dirigentes existentes, de primer nivel, de segundo nivel e incluso de tercer nivel, o de cuarta. Apenas un puñado de dos o tres a lo sumo alcanzaran la presidencia y en el camino quedarán todos. Llegar ahí es una excepción. La excepción incluye a Néstor que por excepcionalidad llegó a la presidencia. Somos hijos de una alteración electoral y de una coyuntura singular de un país que se cayó. Pensé, cómo es posible entonces que De la Rúa haya sido presidente de este complejo país. Cómo es posible que Cafiero no haya llegado y que en cambio Menem sí. Entonces inicié una lista mental de todos aquellos dirigentes que no llegaron, ni estuvieron cerca, que jamás serán presidentes e incluso nunca llegaran, ni llegaron, a ser gobernadores de sus provincias.
Lo ponzoñoso de la idea era que esa posibilidad estaba en medida muy acotada a las virtudes reales de los dirigentes o candidatos, es decir, acceder al cargo no estaba en relación directa a una historia de militancia, a una trayectoria profesional, ni siquiera personal. El acceso al cargo está delimitado por un conjunto de variables que no viene al caso analizar pero que a la luz de los hechos recientes en Santa Fe, y de los probables de cara a diciembre, hablan por sí mismos. En aquél momento del pensamiento inicial me apenaba en particular por un dirigente excepcional que había salido tercero en las elecciones legislativas de su  provincia, no voy a nombrarlo porque es funcionario nacional en la actualidad y pre candidato a presidente por el FpV, aunque excepcionalmente podría ser presidente dado que sus números, hoy por hoy, son bajísimos. Es un gran dirigente, un referente y tal vez el mejor orador del país detrás de CFK. Pero la reflexión bien vale para otros meritorios dirigentes no peronistas, hubo valiosos dirigentes en la UCR, e incluso la disputa actual en PRO (base empírica de mi pensamiento) deja al desnudo que dirigentes más consistentes, Pinedo por ejemplo, no acceden a un lugar de mayor responsabilidad.  
En la política están en juego dos cosmovisiones de la política. Una tradicional digamos, arraigada fuertemente en aquellos que entendemos la política y la dirigencia política, como un campo de militancia a recorrer y para el que hay que prepararse también en un sentido técnico. Por otro lado y desde hace varios años, abonan a la política, personajes que son invitados por aquellos que conciben la política como un lugar de tránsito al cual no hace falta meritar para hacerse de ella. Altera la lógica de la “manera tradicional” en la que el conocimiento popular es consecuencia de los años de militancia. La política según Del Sel es lo antagónico, es la no preparación, es la negación de la política para recalar en política, es la sin vergüenza de la ignorancia, es la peligrosidad de lo espontaneo. Digamos, la diferencia de estatura como dirigentes entre Del Sel y Lifschitz o Perotti, es superior a la que existe entre María Elena Walsh y Panam.
 Preocupa que por todos lado salgan como yuyos estos personajes populares que haciendo uso de su altísimo conocimiento popular (por el deporte, el humor, la música, la televisión)   abreven en un campo al que ellos solo suman desprestigio. La lógica que en los ´90 indicaba que los famosos tenían buena aceptación en el campo político se inscribía en una dinámica política que había vaciado al Estado mientras lo saqueaba y violaba, en ese contexto, ser político de carrera y un militante no era visto como un mérito, sino más bien lo contrario. Es decir, si los políticos de carrera, los técnicos, fueron los responsables de la quiebra nacional, por qué no íbamos a dejar que un improvisado ingrese a este terreno para aportar algo distinto a lo ya conocido y deleznable. Esa fue la lógica del argumento del <<que se vayan todos>>

Bien, esa dinámica se quiebra con el Kirchnerismo, si hay algo que Néstor y Cristina demostraron, es que no eran ni improvisados, ni ignorantes. Por el contrario, lo que aparece con contundencia en estos años, y esto es parte de lo que no gusta, es que ambos reconstruyeron el rol del Estado, y al hacerlo, elevaron el promedio de la discusión política y como consecuencia de ello se incrementó el caudal de información y conocimiento de la sociedad sobre <<la cosa pública>>. La vuelta o la exacerbación de candidatos que no hilvana una idea, tal vez está negando (sin que Del Sel se dé cuenta) una dialéctica política que el Kirchnerismo restauró en la Argentina, por eso lo de Del Sel tiene un dejo amargo, lisérgico, paranormal…