7 jul 2011

Tensar la Cuerda

Por Nacho Fittipaldi
Al cabo del cierre de listas la lista de heridos es larga. Los hay de muerte y otros sólo sangran. El Neoperonismo encabezado curiosamente, no por peronistas sino por periodistas (Eduardo Feinmann, Luisito Majul, Joaquín Morales Solá, Julio Blank, Magda Ruiz Guiñazú y Alfredo Leuco, sólo por nombrar algunos) dice que el destrato y el mal pago a ciertos dirigentes del PJ “tradicional” es inaceptable y no tiene parangón. Es curioso que ellos estén tan preocupados por las prácticas metodológicas de un partido al que no están afiliados y al que en verdad aborrecen.
De este lado del rio, cabe decir que algunas cuestiones mencionadas por el Neoperonismo generan entusiasmos y algo de preocupación. Empecemos por lo segundo.
Riesgos. Tal cual lo sucedido durante la discusión de la Resolución 125, la manera en que se confeccionaron las listas como el dispositivo por el que los interesados se enteraron que estaban afuera (y afuera es, afuera de todo o en un lugar de la lista poco convincente, según la representación de sí mismo que cada dirigente tenga sobre sí, Julio Piumato por ejemplo no aceptó el lugar que le habían asignado) genera cierto alineamiento hijo de la tirria, entre actores políticos que no necesariamente están alineados y que el cierre de listas podría aglutinar. En 2008 fueron la Sociedad Rural, CRA, Federación Agraria y CONINAGRO conformando la Mesa de Enlace, hoy podrían ser los heridos de la CGT y otros dirigentes “tradicionales” del PJ que pululan amenazantes y refunfuñando como Goc y Mc Goc, aquellos enanos gruñones de Marechal en El Banquete de Severo Arcánjelo, jugando a ver quién llora mas. La coyuntura no es la misma, pero hay una lógica que esta presente ayer y hoy.
De aceptar ese hipotético escenario, o alguno semejante, la pregunta que cabría hacerse es si Cristina y Zannini son lo suficientemente torpes como para dejar tanta gente de garpe y, en tal caso, si era necesaria la confrontación. La respuesta podría ser: depende de lo que se quisiera hacer a partir del 11de diciembre de 2011. Esta respuesta abre la segunda cuestión, la del optimismo.
Me rindo ante el dialogo que extraigo de la novela de Jorge Asís, Los Reventados (1974). Este diálogo ocurre en Ezeiza el día que Perón vuelve a la Argentina:
-          ¿Así que hay tiros por el lado del palco? -preguntó Cristóbal.
-          Dicen que sí -Rocamora.
-          ¿Quiénes son?
-          Entre ellos -Rocamora-, los giles que se pelean por la Patria Peronista o por la Patria Socialista. Una discusión de putas, hay que dejarlos, con el que gane me prendo.
Este diálogo ordena hacia adentro de este gran movimiento que es el peronismo dentro del cual el kirchnerismo es una expresión (inicialmente) coyuntural de alcances insospechados y que justamente por ello, y no pese a ello, toma cautela sobre una regla de oro del peronismo: la dirigencia va con el que más probabilidades tiene de ganar y no necesariamente con el que mejor lo representa ideológicamente. Cristina parece haber confeccionado las listas teniendo en cuenta lo segundo más que lo primero. ¿Quién podría cuestionarla por ello? 
Optimismo. Sí hay razones para ilusionarse ellas provienen de creer que este modelo debe ser profundizado y que con un sentido estratégico estas listas han sido pensadas en tal sentido. Uno supone que ha habido un punteo, nombre por nombre, de qué diputados y senadores entrarían y cuales se están yendo bajo el gran paraguas de una rotunda victoria el 23 de octubre próximo. Una suma y resta de cómo quedaría conformado el Congreso de la Nación y cómo se alcanzaría el número para el quórum propio en ambas cámaras. Si ello es así, no es sólo porque Cristina no quiere repetir episodios como el que protagonizaron Carlos Kunkel y Felipe Solá, y no tanto por el vocabulario soez de Kunkel si no por lo que su insulto venia a desnudar: la traición. Traición y travestismo que al gobierno nacional lo ha castigado particularmente y con la precisión de la alevosía. Tensar la cuerda en este punto implica asumir el costo del paso dado. Tensar la cuerda es ubicar a cada uno en su lugar porque, una cosa son los aliados y otra cosa es la tropa propia. Quizás por eso va Mariotto a la Pcia. de Bs.As., por eso el petiso Ottavis y también Santiago Carreras. Ellos funcionarían como el reaseguro del kirchnerismo puro en el equilibrio inestable de la siempre pendular legislatura bonaerense. Colaboraran en la búsqueda del tan mentado trasvasamiento generacional. Todo esto implica otro gran riesgo en sí mismo. De un lado, la posibilidad de quemar las naves antes de tiempo; del otro, que se obture el proceso de incorporación, conformación y consolidación política de cuadros. Incluyo en el análisis la llegada de La Cámpora al Congreso de la Nación. El desafío es corroborar qué tanto puede articular esa juventud, no tan joven, en relación a la enorme expectativa generada. No obstante lo cual, el optimismo es alto.
Si en algo han sido grandes Néstor y Cristina ha sido en marcar el trazo grueso, esa la línea de costura por donde la política terminó, luego de 2001,  abrevando nuevamente en el pueblo. Si algo debemos asumir es que lo que queda por hacer para profundizar el modelo se va a hacer si, en ese tensar la cuerda, todos los actores políticos de fuste que han acompañado hasta aquí, deciden seguir haciéndolo en el lugar y desde el lugar que Cristina les ha asignado. Dentro o fuera de las listas. Esa disposición de fichas es riesgosa e implica asumir un costo que sólo es compensable si, como hasta ahora, Cristina decide gobernar para el pueblo, comunicándose directamente con él sin intermediarios y dándole vigencia diaria a ese sentimiento que sólo ella genera y que va de la admiración a la devoción, del llanto más sentido al afecto más cotidiano.